Artículos: Asia Central
Somalia: pulso yihadista y desestabilización regional
Aunque el terrorismo no es la causa última de esta situación, su presencia cada vez más visible en la zona puede tanto ralentizar los esfuerzos que se hacen necesarios para alejar tan dantesco escenario
Deprimente Afganistán
La guerra a plazo fijo es siempre un plus de esperanza para el aguante del enemigo. No hay nada de esencialmente invencible en los talibán, como en otras muchas guerrillas, lo que está en juego es la determinación y el costo del esfuerzo.
Afganistán. ¿Quién es el enemigo?
Pakistaníes, talibanes -cada vez más divididos-, Haqqanis, insurgentes, y una creciente polarización en el país, borran cualquier esperanza de estabilidad en Afganistán. Nadie sabe ya quién es el enemigo a batir.
El inquietante regreso del Emirato Islámico de Afganistán
Cuando en 2010 la comunidad internacional bendijo las negociaciones del régimen de Karzai con los Talibán lo hizo sobre la base de unas líneas rojas que ni son tales ni han sido respetadas por el lado Talibán: renunciar a los contactos con Al Qaida, abandonar la violencia y aceptar la Constitución afgana son tres de las muchas cosas que los Talibán habitualmente incumplen.
11S. Hace diez años
Hablemos de Afganistán. Pero del de hace 10 años. Antes del 11 de septiembre de 2011 los afganos vivían en el infierno, sometidos por un régimen represivo que atentaba contra las necesidades más elementales de sus ciudadanos
Afganistán. ¿Va bien o va mal?
A la espera de ver las graves consecuencias del repliegue de tropas internacionales, lo que queda claro es que la guerra de la comunicación se perdió hace mucho. La guerra y la paz se pueden ganar allí...pero se están perdiendo aquí.
Las "guerras entre la gente": el ejemplo del caso afgano
La realidad del conflicto afgano actual desacredita la victoria concebida como mera derrota de una fuerza adversaria a la que sucedería la constitución tutelada de un orden mediante la acertada aplicación de procesos funcionales. La realidad se impone y la corrupción no tarda en invadir esa ficción de poder autóctono, poniendo de manifiesto su artificio. El dolor que siempre acompaña al desorden se generaliza y alimenta una insurgencia que se enfrenta al seudo-orden tutelado demostrando que la guerra no ha terminado. No ha terminado porque, en las denominadas guerras entre la gente, es posible pedirle algo más a la violencia en que consiste la guerra. En estas guerras al anverso de la destrucción le debe acompañar siempre el reverso de la instauración, que no es una suerte de construcción funcional, sino una fuerza comprometida en engendrar un poder legítimo para ese espacio concreto. Compromiso con la legitimidad que se traduce en un diálogo entre quien es soberano en fuerza y la realidad concreta que le interpela. En este sentido, la fuerza militar es un poder que se autolimita, poniéndose al servicio de una realidad institucional e histórica que trata de impulsar y, en ocasiones, de encauzar.
Afganistán. ¿En vilo?
Si Obama se va es obvio que no pueden quedarse los españoles a hacer todo el trabajo por cuenta de una nación discutible, en crisis y que negocia con terroristas.
Afganistán: cómo perder una guerra
Las guerras se pueden perder de manera estrepitosa o con daños limitados. Toda vez que el futuro de Afganistán por el que se ha luchado estos años se considera perdido, el juicio tiene que trasladarse a la seguridad de nuestros militares.
Los últimos de Afganistán
En Afganistán se ha conseguido mucho, pero ha fallado lo esencial. Si al final de una década de guerra el resultado es que el régimen taliban se restaura en el poder, el sacrificio y el enorme coste asumido habrá servido para poco.
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