Artículos: Asia Central

Aunque la Casa Blanca no ofrece detalle alguno, parece que se está planeando un recorte masivo de ayuda militar y civil.

Es de ciegos no aceptar esta desconexión entre lo que se hace y lo que se tendría que lograr.

Cuesta creer a los portavoces de la OTAN cuando hablan con optimismo sobre el futuro de Afganistán.

Parece que los dividendos de la inversión de Estados Unidos y la coalición en Afganistán durante los últimos diez años, tanto en dinero como en víctimas, se los van a llevar otros. Esperemos que, al menos, no dejen caer al país.

La nueva alianza estratégica, que deberá ser firmada por los presidentes de ambos países antes de la cumbre de la OTAN, garantiza que Washington no pondrá fin de manera abrupta a su presencia en Afganistán.

Lo único cierto es que estamos ante las últimas ofensivas, tanto de un lado como de otro, de esta larga guerra.

Ha habido un cierto retroceso sobre los progresos registrados hace más de año y medio. El comienzo de la retirada de tropas el pasado verano, cumpliendo los compromisos de Obama, aunque modestos, han tenido consecuencias negativas. Pronto, con el deshielo, volverá la temporada bélica. El mayor activo es que la mayoría de la población odia a los talibán tanto como los teme y desearía el éxito americano, pero no se fían y tienen que pensar en el futuro.

Estos días la situación de los militares de la ISAF es crítica. Amenazados como están por el tema de los coranes, encuentran a sus verdugos entre los propios soldados que ellos reclutan, instruyen y forman para que tomen las riendas de su propio país.

En términos financieros nada hemos comprometido de más en la Conferencia de Bonn, pero queda la posibilidad de comprometer efectivos, y de ahí la llamada de atención

Washington y Kabul llevan nueve meses negociando los términos de un acuerdo estratégico sobre la presencia norteamericana en el país después de 2014. Será por diez años e incluirá varias bases militares.