Zapatero; sobran las caretas

por Óscar Elía Mañú, 24 de diciembre de 2007

(Del libro Madera de Zapatero, de Suso de Toro. RBA, 2007)

De un libro malo también se pueden extraer lecciones importantes, aunque éstas entren en el terreno de lo preocupante y surjan pese a las intenciones de sus autores. A veces, sólo desde la inconsciencia es posible conocer las cosas tal y como son. Y “Madera de Zapatero” es un magnífico ejemplo de ambas cosas.
 
Excesivas bromas se han hecho sobre el carácter limitado de la política y la reflexión de Rodríguez Zapatero. Las torpezas, ignorancias, desconocimientos básicos acerca de lo político han llenado España de chistes y bromas sobre el Gobierno socialista. Pero es hora de ponerse serio y volver a la realidad: Tras la lectura del libro de Jesús Miguel de Toro sobre el presidente, poco importa el hecho de que se trata de un libro mal redactado, desordenado, de escasa calidad literaria. Es aquello que se desprende de sus páginas lo que nos lleva a la necesidad de comentarlo.
 
Conviene no llamarse a engaño. “Madera de Zapatero” debiera ser un motivo de tenebrosa confirmación para quienes llevaban tiempo advirtiendo del carácter pseudototalitario del proyecto de Rodríguez Zapatero; y para despistados, benévolos o divertidos, debiera ser motivo de preocupación creciente. Tras su lectura, una sola cosa es segura; sólo los malpensados tenían razón, y es el propio Rodríguez Zapatero el que, sin vergüenza ni escrúpulos, viene a darles la razón. Y lo pero es que a lo mejor se quedan cortos.
 
Antes aún de acceder a La Moncloa los signos eran claros, pero ¡cuánto se tardó en captar de qué iba en realidad el No a la Guerra! Aciertan de pleno quienes veían en la oposición socialista a la guerra de Irak algo más que simples desvaríos pacifistas o buenistas. Para Rodríguez Zapatero, el apoyo español a la guerra de Irak fue algo más que un error diplomática o estratégica; fue la encarnación concreta de aquello que ya por entonces combatía sin disimulo; la derecha española. Ante el despiste supino del Partido Popular, el líder socialista lo tuvo y lo tiene aún muy claro: “La decisión de Aznar de llevar allí las tropas es la culminación de ese proyecto ultraconservador (…) Ahí culmina, ahí encalla, todo un intento de proyecto de situarnos como un país con ese pensamiento ultraconservador” (p. 155).
 
Así las cosas, quines dentro de la derecha buscan pasar página de la guerra de Irak, no tienen ya motivo para seguir en el despiste. Hoy, Rodríguez Zapatero se confiesa; en el año 2003 no era la guerra lo que combatía. Era la derecha en cuanto tal el objeto de la cacería. La defensa de la legalidad internacional, de la legitimidad de la ONU, escondía la enemistad desatada contra la derecha española. Y si esto es así, a nadie debiera quedarle duda alguna de que hoy las cosas no han cambiado; por otros medios, la política para Rodríguez Zapatero sigue siendo el combate contra el proyecto liberal-conservador.
 
Dejemos de lado los errores sintácticos y gramaticales, generales en este libro, tanto del entrevistado como del entrevistador; en la obra se muestran explícitamente las verdaderas intenciones que guían al Gobierno socialista. A estas alturas, conviene no llamarse a engaño. Según confesión propia, Rodríguez Zapatero ni disimula ni esconde una defensa de la revolución que sitúa muy por encima del régimen constitucional. El desprecio a la constitución va pareja a la apología revolucionaria, y lo más preocupante es que a estas alturas el presidente ni siquiera tiene interés en ocultarlo: “Nuestra democracia, a diferencia de la mayoría de las democracias, no es fruto de una revolución, de un cambio radical. Es fruto de un acuerdo, de una transición, modélica, pero no de un impulso en el que los profundos valores democráticos enseñan cómo hay que relacionarse con el poder, como hay que reverenciarlo. Esos valores deben estar ahí” (p. 178).
 
Rodríguez Zapatero se muestra huérfano de ideas políticas; pero pródigo en intuiciones ideológicas ¿Qué intuiciones? Tras la lectura de “Madera de Zapatero”, no cabe la menor duda: “Lo malo del marxismo es que quiso convertirse en una ciencia exacta, cuando la política es una ciencia contingente. Es la evolución de la propia actividad de la sociedad, de los humanos”. Para el presidente del Gobierno, el marxismo no es un crimen, ni siquiera un error; tuvo errores, lo que es bien distinto. En el imaginario de Rodríguez Zapatero, se mantiene intacta toda la mitología revolucionaria; basta con añadir al cóctel la convicción de que la política es algo contingente, sujeta a las necesidades del momento y del día a día, para entender la historia de España desde marzo de 2004.
Desde el realismo más descarnado, autor y entrevistado no ocultan un hecho cada vez más evidente: Rodríguez Zapatero está llevando a cabo un cambio de régimen cuya finalidad última es reconfigurar de principio a fin la sociedad española. Es el caso de la ya famosa cita: “Si hay algo que caracteriza a esta etapa de gobierno es que hay un proyecto. Precisamente porque hay un proyecto hay una resistencia tan inútil como activa de la derecha más dura, porque saben que hay un proyecto. Se han dado cuenta de que hay un proyecto de alcance en valores culturales, y por tanto ideológicos, que puede definir la identidad social, histórica, de la España moderna por mucho tiempo” (p. 150)
 
Difícilmente podrá encontrarse explicación más directa de la situación política española en la legislatura que termina. Involuntariamente o no, ni entrevistado ni entrevistador esconden un hecho fundamental: primero, que estamos asistiendo a un proyecto de redefinición de la sociedad española; y segundo, que la crispación es debida a la respuesta de media España a este intento político. Ideas ambas que en teoría política apuntan directamente a la desintegración nacional o la guerra civil. O a ambas cosas a la vez.
 
Hasta ahora, ingenuos y bienpensantes tenían excusa para defender lo que cada vez parece más inexcusable; pero cuando es el propio presidente del Gobierno el que expone de manera descarnada el proyecto que persigue para España, donde la revolución ocupa el lugar de la constitución y el Estado el de la sociedad civil, entonces la ingenuidad deviene en pecado e irresponsabilidad. Hoy, los ingenieros de almas ni esconden ni disimulan un proyecto que es cualquier cosa menos constitucional. Buscan cambiar la sociedad desde el poder y desde el uso de la ley, puesta al servicio de la ideología: “las grandes leyes, las grandes tomas de decisión, que son pocas, las que realmente marcan la impronta en una sociedad, en la forma de entender la cultura, determinan realmente la vida que vives. (p211)
 
A estas alturas, engañarse carece de sentido; en España no asistimos sólo a un cambio de régimen. Asistimos a la puesta en práctica de un proyecto de ingeniería social que no es ni constitucional ni pluralista, en el que el proyecto liberal-conservador del Partido Popular carece de lugar y en el que la derecha social y mediática tampoco tiene sentido alguno. Lo novedoso, a día de hoy, no es que estas advertencias sean repetidas por más o menos españoles. Lo novedoso es cuando es el propio Rodríguez Zapatero el que lo hace, de manera directa y descarnada. Cada cual deberá sacar las conclusiones que considere oportunas. Pero está claro que esconderse ya no es una opción.


 

 
 
Oscar Elía Mañú es Analista  del GEES en el Área de Pensamiento Político.