Una guerra de resistencia

por Victor Davis Hanson, 18 de enero de 2007

(Publicado en Tribune Media Services, 8 de enero de 2007)

Al comenzar el nuevo año, con un nuevo Congreso constituido el jueves, es un buen momento para hacer estimaciones de 'la guerra global contra el terror'. El enorme poder militar convencional norteamericano probablemente garantiza que no perdamos en Irak, Afganistán y más allá. Pero las considerables ventajas de los jihadistas sugieren que no necesariamente podríamos ganar.
 
De modo que antes de incrementar el número de efectivos en Bagdad, como desean muchos Republicanos, o sacar a la desesperada a todo el mundo de Irak, como están pidiendo muchos Demócratas, es inteligente revisar el motivo por el que América ha tenido problemas a la hora de convertir las victorias sobre los Talibanes y Saddam Hussein en éxitos estratégicos a largo plazo.
 
Crear nuevos sistemas políticos sobre el terreno es mucho más difícil que simplemente dispersar bajo fuego las concentraciones terroristas. Tal implicación exige que los soldados americanos abandonen la relativa seguridad de buques, tanques y aviones con el fin de librar batallas desordenadas posteriores en calles y vecindarios. Una vez que eso sucede, Estados Unidos pierde sus ventajas militares intrínsecas.
 
1.      Los islamistas tienen las suficientes armas occidentales -- pequeñas armas automáticas y dispositivos explosivos -- para lograr la paridad con cualquier americano sobre el terreno. Nuestros miles de millones dedicados a transportes aéreos, vehículos no tripulados y aviones espías no fueron concebidos para luchar contra cientos de terroristas que se esconden en casas.
 
2.      Cuando las pérdidas se amontonan, son vistas de manera distinta por ambas partes. La muerte violenta y la pobreza endémica son escenarios comunes en Oriente Medio, pero no así en Occidente. Nosotros pretendemos evitar bajas en nuestro desarrollo del conflicto; los islamistas solamente quieren causarlas, a cualquier precio a su costa.
 
3.      Todo lo que hacen nuestros soldados es objeto de censura ética y de la jurisprudencia occidental. Los americanos distinguen entre soldados y civiles con el fin de evitar daños colaterales. Los jihadistas se esconden deliberadamente entre mujeres y niños para garantizar que nuestra contención les proporciona asilo. Nuestras utópicas expectativas morales nunca pueden ser cumplidas; la ausencia misma de tales consideraciones por su parte significa que nos acostumbramos a no estar sino furiosos por sus decapitaciones, secuestros y atentados suicida.
 
4.      En el proceso de reconstrucción, los americanos son responsabilizados de mantener el suministro eléctrico y sanitario con el fin de garantizar que la vida mejora para afganos e iraquíes. Los jihadistas ganan solamente destruyendo tales esfuerzos. Y de siempre ha sido más fácil destruir por completo que construir.
 
De modo que nos encontramos en un impasse. Ahora, tras cinco años de lucha, los americanos tienen dos elecciones completamente distintas en la guerra contra los terroristas.
 
Una, podemos retirar las tropas sobre el terreno y volver al bombardeo punitivo y convencional -- represalia ojo por ojo por cada ataque en el futuro. De ese modo, Estados Unidos permanece distante y golpea a los jihadistas en sus bases desde arriba. Unos cuantos americanos mueren; en ocasiones los terroristas. Los hastiados medios permanecen más concentrados en las provocaciones de los terroristas, no en nuestra respuesta de neutralización desde las nubes a 30.000 pies.
 
O las fuerzas americanas, con gran peligro, pueden continuar cambiando la estructura política y económica de Oriente Medio con la esperanza de dar lugar a gobiernos constitucionales que puedan reducir el terrorismo a lo largo de generaciones. Esta presente implicación exige que nuestros soldados luchen contra los jihadistas en su perverso territorio, pero según nuestras leyes humanitarias. Por esto, tenemos que pagar el precio material y humano consiguiente -- todo emitido en directo en las noticias de la noche.
 
La primera elección, un retorno de lo que se practicó a lo largo de los años 80 y 90, es fácil y ofrece alivio a corto plazo con poca controversia. Pero el segundo camino, que hemos tomado con el fin de evitar otro 11 de septiembre de 2001, es difícil, largo, y por tanto impopular. Pero sustenta la promesa de soluciones a largo plazo en Afganistán e Irak.
 
Los Presidentes Reagan, George Bush padre y Bill Clinton, que respectivamente abandonaron precipitadamente Beirut, pasaron por alto Bagdad y huyeron de Mogadiscio, no arriesgaron, no perdieron y no solucionaron mucho frente a los terroristas.
 
En contraste, George W. Bush lo apostó todo yendo a Afganistán e Irak. O empeorará las cosas mucho, o las mejorará mucho para millones -- dependiendo de lo exitosamente que Estados Unidos pueda soportar el tipo desordenado de guerra que los jihadistas celebran y que el ejército americano normalmente intenta evitar.
 
El éxito militar sobre el terreno exige ahora que expandamos las normas de implicación con el fin de permitir que nuestras tropas abatan a más de los jihadistas, desarmen a las milicias, entrenen aún más tropas iraquíes para que tomen el control de la seguridad con mayor rapidez, y precinten las fronteras siria e iraní.
 
Esta solución, por supuesto, es más fácil de decir que de hacer. El ejército tiene que utilizar más fuerza contra aquellos que intentan destruir la democracia iraquí, exactamente con lo que el público americano está más exasperado, tanto con la duración como con el coste humano de la guerra.
 
Imagine esta guerra como una especie de carrera grotesca. Los jihadistas y los sectarios ganan si matan a suficientes americanos como para desmoralizarnos lo bastante para huir antes de que iraquíes y afganos estabilicen su recién descubierta libertad. Pierden si no puedan hacerlo. La prosperidad, la seguridad y la libertad son el réquiem del Islam radical. Es así de elemental.


 

 
 
Victor Davis Hanson es historiador militar y ensayista político. Actualmente es miembro permanente de la Hoover Institution tras haber impartido clases en la California State University desde 1984 al frente de su propio programa de cultura clásica. Entre otros medios, sus artículos aparecen en The Washington Post, The Washington Times, Frontpage Magazine, National Review Online, Time o JWR.
 
 
©2007 Victor Davis Hanson