Un mundo maravilloso (II)

por Juan F. Carmona y Choussat, 5 de marzo de 2010

 

(Publicado en Aurora, 4 de marzo de 2010)
 
¿Qué había fallado en las relaciones con el mundo musulmán?

Bernard Lewis, 2002, responde:

Para un observador occidental educado en la teoría y práctica de la libertad occidental, es precisamente la falta de libertad -libertad de pensamiento exenta de coacción y adoctrinamiento, la posibilidad de cuestionar, inquirir y hablar; la liberación de la economía de la corrupción y de su constante mala administración; la liberación de las mujeres de la opresión de los varones; la liberación de los ciudadanos de la tiranía- la que subyace a tantos de los males del mundo musulmán.

Toda esperanza de resurgimiento del Islam, desde sí mismo, dependía de lo que Fuad Ajami llamó el regalo del extranjero: el don de la libertad. Ese regalo no se entendería sin ponerlo en el contexto de esa Doctrina Bush que, malgrè lui, está siguiendo Obama, de momento, en el teatro AfPak.

El primer pilar era la reintroducción de la moralidad en política exterior y el explícito rechazo del relativismo:

Durante décadas las naciones libres toleraron la opresión en Oriente Medio en nombre de la estabilidad. En la práctica, esta perspectiva trajo poca estabilidad y mucha opresión; así que he cambiado esa política.
 
La consecuencia natural era que para evitar el choque de las civilizaciones, había que caer en la cuenta que:

Cuando se trata de los derechos comunes y de las necesidades de los hombres y mujeres no hay ningún choque de civilizaciones. Los requisitos de la libertad se aplican plenamente a África y al mundo islámico en su totalidad. Las gentes de las naciones islámicas quieren y merecen las mismas libertades y oportunidades que las gentes de cualquier otra nación. Y sus gobiernos deberían escuchar sus anhelos.

Segundo pilar: no siendo económicas las causas del terrorismo sino políticas, el resultado era que los regímenes que protegían o fomentaban el terrorismo debían, o bien cooperar con su erradicación, o exponerse a ella.

Tercer pilar: el derecho a actuar preventivamente para impedir un ataque inminente. Es decir, la legítima defensa, que pierde todo el sentido si espera a laculminación de la amenaza letal:

Durante gran parte del siglo pasado, la defensa de los Estados Unidos se basó en las doctrinas de la disuasión y la contención. En algunos casos, esas estrategias siguen siendo de aplicación. Pero las nuevas amenazas también requieren pensar las cosas de nuevo. La disuasión, la promesa de un contraataque masivo entre naciones no significa nada para redes terroristas en la sombra sin nación ni ciudadanos que defender. (…) Si esperamos que las amenazas se materialicen, habremos esperado demasiado. …La guerra contra el terrorismo no se vencerá a la defensiva.

Por fin, el cuarto pilar: la revisión de la teoría preponderante sobre Israel entre occidentales desde la Guerra de los Seis Días, en que el Estado judío pasó de David a Goliat. Es la tesis de dos Estados viviendo en paz para lo que lo único imprescindible es: ...acabar con el fomento de la violencia en los medios oficiales y denunciar públicamente bombas homicidas. Las naciones que realmente estén comprometidas con la paz detendrán el flujo de dinero, equipamiento, y reclutamiento a grupos terroristas interesados en la destrucción de Israel, incluyendo Hamás, la Jihad Islámica y Hezbollah.

Si Bush se parece a Truman, Obama se parece a Nixon

Podhoretz compara esta guerra con la Fría que habría sido la Tercera Guerra Mundial, siendo por tanto la presente la Cuarta. Siguiendo la analogía, comparaba a George W. Bush con Harry Truman. ¿Qué semejanza le correspondería a Obama? La forma en que se enfrenta al peligro presente le acerca a un presidente que trató de organizar la retirada ordenada de los avances de otros: Richard Nixon.

La Guerra Fría empieza en 1947, cuando los Estados Unidos, tras varios años de admitir la expansión soviética, decidieron resistir sus avances.
El Plan Marshall se concibió como el modo más seguro de garantizar la prosperidad económica que impidiera caer en la tentación comunista. La estrategia de protección se cerraba con el compromiso de los Estados Unidos a través de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte). Esta actitud se llamaría contención. Partía de la idea del statu quo. No se debía permitir el avance expansionista de la URSS, ni se buscaba hacer retroceder las fronteras del comunismo.

Recibió su respaldo intelectual más destacado de George Kennan, un diplomático americano destinado en Moscú en Las fuentes del comportamiento soviético de 1947. Este texto es a la Tercera Guerra Mundial, lo que el recientemente glosado Las raíces de la furia musulmana es a la Cuarta.

Decía así Kennan:

La presión soviética en contra de las instituciones libres del mundo occidental es algo que puede contenerse con la aplicación adecuada y vigilante de contra-fuerzas en una serie de puntos geográficos y políticos constantemente cambiantes, que se corresponden con los cambios y maniobras de la política soviética, que no puede ser seducida ni convencida de dejar de existir.

Lo que empezó como una política de parte de los Estados Unidos, iba a convertirse en el consenso. A pesar de las diferencias entre Dwight Eisenhower y Truman, y del carácter aislacionista de los Republicanos de entonces, la Doctrina Truman y la contención se transformaron en la política, no de un partido, ni un sector, sino de la nación americana.

Los americanos entendían que tenían que aceptar, en palabras de Kennan:

Las responsabilidades políticas y morales que la historia sencillamente les llevaba a soportar.

De modo que, cuando John F. Kennedy llegó a la Presidencia siguió espontáneamente esta doctrina. Así, cuando se planteó la necesidad de ayudar a Vietnam del Sur a contener fuerzas comunistas del Norte.

El único pero puesto a la operación vietnamita vino de Hans J. Morgenthau, no por discrepar de la contención, sino por considerar las posibilidades de éxito limitadas. Lo que parece ahora un análisispreclaro no lo era entonces para Washington, donde nadie tenía que hacer un esfuerzo para seguir el consenso, hasta que Walter Cronkite decidió darle la vuelta a la cuestión años más tarde, transformando la ofensiva victoriosa del Têt en una debacle moral.

El caso es que los Estados Unidos perdieron Vietnam. La consecuencia fue una merma de su poder, a manos del ejército de la opinión, que después de haber aprobado con un anodino asentimiento todo lo que desencadenó la guerra, pasó a oponerse por razones tácticas, a considerarla un error, y, por fin, a tenerla por inmoral.
 
¿Qué había sido de las palabras de Kennedy?:

Que toda nación sepa, nos quiera bien o mal, que pagaremos cualquier precio, soportaremos cualquier carga, nos enfrentaremos a cualquier dificultad, apoyaremos a todo amigo y nos opondremos a todo enemigo, para garantizar la supervivencia y el éxito de la libertad.

Su retórica idealista, que había seguido con naturalidad la política inventada por otro demócrata, continuada por el republicano Eisenhower, llegaba a su fin.

La idea de Nixon y Kissinger era mantener la resistencia por ejército interpuesto, mientras que los americanos iniciaban una retirada ordenada. Esta nueva estrategia -cuando los americanos quieren innovar con algo que desafíe las leyes de su lógica, desempolvan una palabra francesa- se llamaba détente.

De la détente a la nonchalance

Bush, como Truman, formuló su doctrina, que sigue siendo de actualidad.

Pero hoy Obama, como Nixon, ha puesto en marcha una nueva política sofisticada. Si a esta no se le puede llamar détente o distensión, se la puede bautizar como nonchalance o dejadez, indolencia.

Se dirá que la política americana apenas ha cambiado la aplicada en el segundo mandato de Bush. Que allí donde se mantuvo firme, Obama copió sus movimientos con calculado pragmatismo.
 
Ciertamente es así. Pero, como no cesa de repetir el mismo Obama, las palabras importan.

Aquí, su elocuencia no ha emitido señales. Ya no se trata, directiva del Pentágono de por medio, de una guerra contra el terrorismo, sino de operaciones de contingencia exterior. Morir por la Libertad Duradera es una cosa; por la contingencia exterior, otra distinta.

Es decir, Obama está lejos de comprometerse explícitamente con la expansión de la libertad, y de convertirla así en política consensuada nacionalmente, dándole la solidez de las estrategias victoriosas del pasado.

Los hechos tampoco son prometedores. En tiempo de desmesurados gastos, Schmitt y Donnelly afirman que, en materia militar:
Los recortes presupuestarios…no son una medida temporal para sacarnos de un apuro financiero (…). Más bien son una apuesta clara, (…), de un ejército americano del futuro más pequeño y menos fuerte. Pero lo que es cierto para las guerras en las que estamos -que los números sí importan- también lo es para las guerras en las que no estamos todavía y para las que pretendemos disuadir.

Todo ello en un instante delicado para la creación de riqueza. Dice F. Cianfranca:

…los Estados Unidos con (…) Obama pueden estar cargándose (…) uno de los pilares del contrato social americano (…): que los americanos deben estar libres de impedimentos en su aspiración a la riqueza. Aspirar a la prosperidad hizo de los Estados Unidos la nación más próspera de la tierra. La excesiva búsqueda de la igualdad a expensas de la creación de riqueza no hará a América más justa. La hará, (…) más pobre, y menos libre.

Un mundo maravilloso, pero por Amstrong, no Cooke, refleja lo que ve Obama:

The colors of a rainbow, so pretty in the sky/Are there on the faces of people going by/I see friends shaking hands, saying how do you do/Theyre really saying: I love you.

Pero la puesta en práctica de esa encantadora nonchalance, tan atractiva y seductora, hará sufrir las consecuencias de la ignorancia vestida de buenas intenciones.

Los judíos que primero llegaron a los Estados Unidos contaban que era una goldene mediná. Cuando otros les seguían, del Viejo Mundo al Nuevo, descubrían que las calles no estaban pavimentadas de oro y que sus vidas seguían siendo duras; pero el oro existía, en forma de oportunidad y libertad. No era un regalo sino una aspiración a la que ellos, también, tenían acceso. ¿Acaso no puedan otros anhelar hoy lo mismo?

Es preocupante advertir los síntomas de una América aparentemente en retirada. Hace falta más goldene medina, no menos. La búsqueda de la complacencia en palabras y hechos, a expensas de la defensa de los valores americanos y occidentales no hará al mundo más justo y más pacífico. Lo hará más peligroso y menos libre.

¿Maravilloso?
 
 

Juan F. Carmona y Choussat es Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid.