Tralala

por Rafael L. Bardají, 16 de junio de 2022

Decía el otro día Juanma Moreno, que Vox no puede gobernar porque sus miembros carecen de experiencia y cualificación. Lo dice el que era cadáver político en 2018, enfrentado a Casado, y que fue resucitado gracias a la responsabilidad de los 12 diputados autonómicos de Vox, que le permitieron generosamente sacar su candidatura como presidente regional adelante. Pero no sólo, Moreno Bonilla debería ser un poco más prudente en sus afirmaciones/ataques. Que sepamos, él es diplomado en protocolo, grado del que muchos dicen que le fue regalado además mientras que Macarena Olona, su rival en Vox, es abogado del Estado, uno de los cuerpos de la administración de mayor prestigio, y ha ejercido su profesión con dignidad incluso después de que Rajoy la quitara como jefe de la abogacía del Estado en el País Vasco en pago al PNV. Si se les exigiese a todos los candidatos experiencia previa en lo público, estaríamos afianzado un mandarinato. Otra cosa bien distinta es que se le requiriera experiencia laboral y una cierta edad a fin de garantizar algo tan simple pero sensato como no depender de un salario del Estado y un mínimo de vivencias en lo personal, que hay muchos cargos públicos que no han sido nada antes y que no saben ser nada más en la vida.

 

Y es que, desgraciadamente, en España se ha decidido que vamos a contar mentiras, una tras otra, sin parar y que el español es un pueblo dispuesto a tragarse cualquier cosa sin reaccionar. Ya lo dijo Goebbels: “repite una mentira con frecuencia y se convierte en verdad”. Y no quiero insinuar que Moreno Bonilla sea un heredero de Goebbels, que no lo es. Pero si forma parte de un entramado político, el del bipartidismo PP/PSOE, instalado en la mentira como pieza para conservar el poder.

 

Pero hay más, por desgracia.  A la vieja política, se le ha venido a sumar el asalto de la nueva izquierda, basado en gran medida en la manipulación lingüística como método de control. Por ejemplo, ahora que estanos en plena ola de calor, porque calor hace, se nos presenta el cambio climático como un apocalipsis cercano al que hay que evitar con todo tipo de sacrificios personales, desde pagar la gasolina a 5 euros o el kilo de ternera a 50, no viajar, pagar el consumo de electricidad a precio de caviar y otras muchas lindeces. Esto es, que la lucha contra el cambio climático la paguemos las clases medias y bajas, porque a los ricos la inflación apenas les afecta. De eso va la cacareada agenda 2030. Y con todo desparpajo, la alcaldesa Colau vende que en Barcelona se han creado “refugios climáticos” para que los más desfavorecidos puedan lidiar con la caló. Y lo ilustra con un paseo por un parque de los de toda la vida, que estaba ahí antes de que ella se quitara el disfraz de abeja maya y que, con suerte, seguirá ahí cuando los barceloneses le den puerta. Pero eso es lo que hacen los políticos actuales: renombrar y crear nuevas categorías mentales, no actuar. Salvo en la recaudación de impuestos y en el reparto de prebendas a sus amiguetes.  La política no busca ya el bien común, sino castigar a los adversarios y premiar a los propios. (Quien crea en el alarmismo medioambiental, que recurra a la hemeroteca: según los expertos en 2001, hoy La Manga y buena parte del litoral español estaría sumergido que es lo que se dice ahora para dentro de otros 20 años; o lea el Hoy de Badajoz y cuente cuántos veranos por encima de los 42 grados se han vivido en las últimas 6 décadas).

 

No es asunto de risa, ni aislado. Hay una ofensiva contra todos nuestros valores que usa el clima, la raza, el sexo para acabar con nuestra forma de vida, con la familia, la convivencia y todo cuanto se arrastra desde la tradición judeo-cristiana, el humanismo del renacimiento y la igualdad y libertad de la Ilustración.  Esto es, un asalto a nuestra educación, historia, valores y, para quien crea, la religión cristiana. Porque no nos engañemos, esta guerra cultural se lucha no en nombre del secularismo, sino contra nuestras raíces. El islam ni tocarlo.

 

Dice Daniel Pipes, famoso experto en islamismo, que Vox es un partido “civilizacional”, porque lo que defiende es la civilización occidental frente a quienes quieren acabar con ella. Y yo estoy básicamente de acuerdo. Es un partido del que se espera venga a cambiar las cosas y no sumarse a las componendas. El bipartidismo al que tanto se apega el PP ha sido la mayor causa de corrupción económica, perversión moral e inversión de las instituciones e ideales democráticos en nuestra historia reciente. Y hay que acabar con él, aunque sea a cachitos.

 

Por eso no hay que extrañarse de que sea ésta una lucha sólo de Vox y de todos contra Vox. No hay más que ver las encuestas de todo tipo que se han ido haciendo públicas en estos días: todas coincidían en apuntalar el voto al PP, porque menos PP era más Vox, lo inadmisible. De ahí que si Vox logra el resultado que se espera, entrará en el gobierno a la fuerza, si es que el PP y PSOE no se entienden. Y estoy seguro de que a nivel regional acabarían por entenderse, pero las repercusiones para las elecciones generales serían muy negativas para ambos partidos por lo que ellos quisieran no parece realizable. Vox es la única fuerza que puede aspirar a limpiar España y regenerar nuestra vida. Basta ya de contar mentiras.