Siria. Paz fantasma

por Manuel Coma, 10 de abril de 2012

 

(Publicado en La Razón, 10 de abril de 2012)
 
Esta madrugada se habrá producido la muy previsible no-noticia de que en Siria todo sigue igual, y se habrá perdido la muy improbable oportunidad de que las tropas gubernamentales comenzaran a retirarse de las ciudades, para que, a su vez, dentro de otras 48 horas, se iniciase al alto el fuego, según el plan Annán.

Nadie que conozca a los contendientes podía haberse hecho la más mínima ilusión, pero la pantomima había que representarla. Pertenece a un guión que sitúa cualquier medida enérgica por parte de esos 60 países que se proclaman «Amigos de Siria» en un futuro lejano. Aunque a Obama le incomode, Estados Unidos sigue siendo la potencia indispensable y sin ella nada se mueve, pero el presidente no quiere oler pólvora, y menos en el Oriente Medio, como mínimo hasta que hayan pasado las elecciones para su segundo mandato. Mientras tanto, el régimen sirio sigue contando con Rusia e Irán, que ayudan de verdad y posibilitan que se intensifique la represión bajo fantasmagóricos compromisos de paz, mientras que los opositores recibirán un goteo de armas y dinero que se espera que les permita continuar su resistencia hasta que los tiempos sean más propicios. La clave está mucho más en su determinación, al parecer inconmovible, que en la magra ayuda que reciben.

El consenso entre los analistas es que la sanguinaria pelea va para largo, pero a esa distancia quien peor lo tiene es el régimen de los alauíes y la familia Asad, apoyado por todos los que sienten pavor por el extremo radicalismo de los Hermanos Musulmanes, desde luego las otras minorías, pero también el mundo de los profesionales y de los negocios suníes en las dos principales ciudades, Alepo y Damasco. Entre los argumentos de una intervención rápida y decisiva está el de que la prolongación del conflicto acentúa el extremismo de los radicales. En efecto, lo que éstos alegan es que no están sacrificando las vidas de los suyos para tener luego un régimen a la occidental, islámicamente menos que tibio, en el que la ley coránica no sea la fuente del derecho nacional. Es cierto que entre las fracturas que dividen a los opositores se cuentan las diferencias de intensidad en el rigor islámico y la apertura hacia valores democráticos. Occidente debería condicionar su ayuda en esa dirección.