¿Por qué no se interviene?

por Manuel Coma, 6 de abril de 2012

 (Publicado en La Razón, 6 de abril de 2012)


¿Por qué no se acaba con la sangría siria y su abominable régimen como se hizo en Libia? Por muchas razones. La primera y más obvia es que es mucho más difícil.  La segunda es que es mucho más peligroso. Y tres, nadie está verdaderamente dispuesto. En primer lugar Damasco posee un ejército mucho más poderoso que Gadafi. Por desconfianza respecto a sus unidades salidas de la mayoría suní, se fía sólo de una parte pequeña para reprimir la protesta pacífica y lo que es ya una rebelión, pero cuenta con suficiente potencia antiaérea para hacer excesivamente arriesgado el establecimiento de una exclusión aérea, indispensable para cualquier intervención, que no obtendría el beneplácito de la ONU por el veto de Rusia y China. 

Con Estados Unidos no se puede contar como mínimo mientras Obama tenga unas elecciones por delante. Su política marcha en dirección diametralmente opuesta. 

En segundo lugar, la Siria de los Asad no está tan aislada como la del dictador libio. Tiene el apoyo directo, en armas e instructores, de Rusia e Irán y puede contar con la eficacia terrorista de su protegido, el Hizbulá  libanés, y su capacidad de desencadenar una lluvia de misiles sobre Israel. La generalización del conflicto es, pues, una posibilidad real.

Aunque una derrota del régimen y sus aliados sería un premio gordo estratégico para los suníes, Europa y EE UU, existe el peligro real de que los sucesores fueran radicales dispuestos a socavar las monarquías árabes y a provocar una nueva guerra con Israel, amén de desencadenar una represión salvaje contra las minorías que apoyan el actual régimen, el 25% de la población, precisamente por temor a los fanáticos del otro bando.

Ciertamente, se puede argumentar en contra de estas razones para la pasividad, pero ahí están y sobre ellas se asientan los sesenta países que se reúnen en Estambul para tratar del asunto. Entre los muchos obstáculos a cualquier forma de intervenir en el conflicto está la división de los opositores de dentro y fuera, civiles y militares. Pero igual de divididos están sus valedores externos y el plan de Kofi Annan representando a la ONU es una vez más una inocente coartada para la inacción.