Obama, ciudadano del mundo

por Victor Davis Hanson, 6 de agosto de 2008

(Publicado en Private Papers, 25 de julio de 2008)
 
Lo que me molestó del discurso de Barack Obama en Berlín fueron algunas reiteradas presunciones utópicas sobre la causa-efecto, a saber, de que las cosas malas suceden casi como por accidente y deben ser enfrentadas por las fuerzas anónimas y universales de la buena voluntad.
 
A diferencia de Obama, yo no hablaría de cualquier persona como “conciudadano del mundo,” sino solamente como un americano de a pie que desea hacerlo lo mejor posible en beneficio del mundo, pero que disfruta de su muy apreciada identidad americana y que prefiere ser menos identificado con esa indistinguible concordancia de esas pobres almas atrapadas en Sudán, Corea del Norte, Cuba, o Irán. Quite toda la identidad nacional especial de cada uno y somos como cáscaras vacías articulando meras perogrulladas, de esos que creen en poco y se comprometen aún menos. En ese sentido, la Europa posmoderna, posnacional no es necesariamente el ideal, sino una advertencia de cómo las buenas intenciones pueden irse de las manos. Pregúntele a los muertos de Srebrenica, o los dibujantes daneses condenados al ostracismo, o al arzobispo de Canterbury con su supuesta preocupación por los trascendentes derechos humanos universales.
 
Y con todo el debido respeto, tampoco creo que el mundo hiciera nada para salvar a Berlín, al igual que no hizo nada para salvar a la gente de Ruanda o a los iraquíes bajo la bota de Sadam - ni tampoco hará nada por los de Darfur; fue solamente la fuerza aérea de Estados Unidos la que se arriesgó a una guerra para alimentar a los desamparados de Berlín, al igual que salvó a los musulmanes de los Balcanes. Y tampoco creo que Estados Unidos tenga mucho que ver con la creación de un mundo en el que “el hambre se extienda y tormentas terribles devasten nuestras tierras”. Son malos gobiernos autocráticos, a menudo malvados, los que provocan hambrunas, pese a contar frecuentemente con fértiles paisajes naturales. Así mismo, es la naturaleza - y no “el carbono que enviamos a la atmósfera”—la que trágicamente provoca “tormentas terribles” como lo ha hecho y lo seguirá haciendo durante milenios.
 
Quizás la conflictología postule que no hay villanos, sólo malentendidos; pero yo creo que la historia militar preconiza que la culpabilidad existe - y que no es algo mera y perdidamente relativo o que dependa del cristal con que se mire. Pese a la sublime retórica moral de Obama, me preocupa su revisionismo histórico: “Las dos superpotencias que se enfrentaron a lo largo del Muro de esta ciudad estuvieron demasiado cerca, en demasiadas ocasiones de destruir todo lo que hemos construido y todo lo que amamos”.
 
Siento tener que disentir nuevamente y más bien afirmo que la genocida tiranía soviética estuvo cerca de destruir el continente europeo (como en realidad hizo liquidando a millones de sus propios ciudadanos) y mucho más allá también - y que sólo fue detenida por una superpotencia a menudo solitaria y caricaturizada como la de Estados Unidos y su disuasión nuclear. Cuando se derrumbó la Unión Soviética, no hubo peligro alguno para el mundo de que las armas nucleares americanas “destruyeran todo lo que hemos construido” - mientras que lo contrario no habría sido cierto si el comunismo nuclear y totalitario hubiese prevalecido. Dormimos algo inquietos en las noches no porque un Israel democrático tenga armas nucleares, sino porque un atemorizante Irán podría conseguirlas.
 
Cuando Obama grita:
 
¿Rechazaremos la tortura y defenderemos el Estado de Derecho? ¿Daremos la bienvenida a inmigrantes de diversas naciones y eludiremos la discriminación contra aquellos que no se parecen a nosotros o que no tienen nuestro mismo credo y mantendremos la promesa de igualdad y oportunidad para todo nuestro pueblo?
 
Es el mundo y no Estados Unidos quien necesita ponerle más atención a ese tema. En ese sentido, habría preferido que el senador Obama, de ascendencia mixta, hubiese comenzado con “Siguiendo la contemporánea tradición de tener secretarios de Estado negros como Colin Powell y Condoleezza Rice” en lugar del menos fáctico “Físicamente no me parezco a los americanos que han hablado anteriormente en esta gran ciudad”.
 
Yo también quiero gritar como respuesta que Estados Unidos sí representa el Estado de Derecho, como hasta los asesinos de Guantánamo entienden, con su derecho de petición actual, acceso al uso de intricada jurisprudencia y de recibir un tratamiento humano - todo en una medida que va más allá de la que esos terroristas recibirían en cualquier otro lugar. Estados Unidos es el país que admiten a más inmigrantes que cualquier otro país en el mundo y es el primer destino de aquellos que huyen de las miserias de este frecuentemente desgraciado planeta.
 
La política americana en materia de inmigración es humana, no sólo comparándola fácilmente con el salvajismo demostrado a “otros” en África u Oriente Próximo, sino que es justa y compasiva respecto a lo que vemos que se otorga a los extranjeros actualmente en México, Francia, y, sí, en Alemania. Nuevamente, en toda esta ambigüedad - ese sermonear de forma condescendiente que recuerda los días de las protestas de Pensilvania - hay un tufo a culpabilidad americana, pero ciertamente le falta un guiño al excepcionalismo americano. Suele ser característico que los políticos digan al público que los ovaciona en el extranjero lo que éste desea oír. Con frecuencia, los verdaderos estadistas no hacen eso.
 
En términos de política exterior, creo que los americanos finalmente votarán por un candidato que, con buena voluntad, mucha humildad y algo de elegancia, pueda persuadir al mundo de que los principios universales de progreso moral, libertad y prosperidad material son mejor promovidos bajo la égida del libre mercado, del gobierno constitucional y de la libertad individual, y no según aquel que parece pensar ingenuamente que estos principios son necesariamente compartidos, o que pertenecen a la naturaleza humana, o que actualmente se practican fuera de Occidente, o que surgirán a través del diálogo o las buenas intenciones internacionales.

 
 
Victor Davis Hanson es historiador militar y ensayista político. Actualmente es miembro permanente de la Hoover Institution tras haber impartido clases en la California State University desde 1984 al frente de su propio programa de cultura clásica. Entre otros medios, sus artículos aparecen en The Washington Post, The Washington Times, Frontpage Magazine, National Review Online, Time o JWR.
 
 
©2008 Victor Davis Hanson
©2008 Traducido por Miryam Lindberg