Nuestro Pearl Harbor

por Victor Davis Hanson, 20 de diciembre de 2006

El 7 de diciembre de 1941 - hace 65 años - Pearl Harbor fue bombardeado por pilotos desde una flota de portaaviones japoneses. Mataron a 2403 americanos, la mayor parte de ellos personal de servicio, al tiempo que destrozaron mucho de la flota americana y de las fuerzas aéreas estacionadas en Hawaii.
 
A la mañana siguiente, un Estados Unidos enfurecido declaró la guerra que acabó algo menos de 4 años después con la destrucción de la mayor parte del imperio japonés y sus fuerzas militares.
 
60 años después de Pearl Harbor llegó otro ataque sorpresa en territorio americano, uno que fue, de cierta forma, aún peor que el “Día de la Infamia”.
 
Casi 3.000 personas murieron en los ataques del 11-S - civiles, la amplia mayoría de ellos - el objetivo de al Qaeda no era una base americana lejana y distante del territorio continental. Más bien, con sus ataques suicidas atentaron contra los centros financiero y militar de Estados Unidos.
 
5 años han pasado desde el 11-S. Después de tan terrible provocación, ¿por qué  no podemos llevar a buen término la actual “guerra global contra el terrorismo”—sea en Afganistán, Irak o en cualquier otro sitio - tal y como nuestros predecesores que lucharon en la Segunda Guerra Mundial sí pudieron?
 
¿Será que nuestra generación es menos competente?
 
En realidad no. Estados Unidos demolió a los talibanes de Afganistán a principios de diciembre de 2001. La primera victoria clara de Estados Unidos contra los japoneses, en Midway, llegó 6 meses después de Pearl Harbor.
 
¿Será que nos falta la unión del pasado?
 
Quizá. Pero por lo menos deberíamos recordar que después de Pearl Harbor, hubo un furor nacional inmediato por el fracaso de los servicios de inteligencia que habían permitido que una enorme flota japonesa se acercara a las islas hawaianas sin ser detectados. Los extremistas fueron más lejos, desgañitándose en su afirmación de que la administración Roosevelt había bajado la guardia deliberadamente como parte de una conspiración para allanar el camino a la entrada de Estados Unidos en la guerra.
 
¿Será que estamos por encima de nuestras posibilidades luchando al mismo tiempo en Afganistán e Irak?
 
Ni de lejos. A los pocos días de Pearl Harbor, Estados Unidos se encontró inmerso en una guerra de 3 frentes contra Alemania, Italia y Japón, un Eje que había ganado una serie de batallas recientemente contra los británicos, chinos y rusos.
 
Pero hay 3 diferencias significativas entre la “guerra global contra el terrorismo” y la Segunda Guerra Mundial que sí explica por qué esta vez la victoria está tardando mucho más tiempo en llegar.
 
Lo más obvio es que, contra Japón y Alemania, nos enfrentamos a estados nación fácilmente identificables, con ejércitos convencionales. Los terroristas de hoy se entremezclan con los civiles y es difícil vincularlos con los gobiernos que los patrocinan o los habilitan en Irán, Arabia Saudí, Siria y Pakistán, y que encima niegan toda culpabilidad. También vamos dando pasos cuidadosamente en una era de omnipresentes armas aterrorizadoras cuando cualquier guerra en cualquier momento podría atraer sin mucho aviso previo a un beligerante nuclear no democrático. 
 
Las limitaciones de nuestra forma de hacer la guerra por lo general no son más que autoimpuestas. Sí, nosotros derrotamos a los poderes del Eje en menos de 4 años, pero fue a un precio espantoso. Para derrotar a Japón y Alemania, perdimos un promedio de 8.000 americanos cada mes de la guerra, comparado con unos 50 al mes desde el 11-S.
 
Hasta ahora, Estados Unidos ha alentado a sus ciudadanos a hacer compras en vez de pedir sacrificio. Lo que se lee entre líneas es que podemos derrotar a los terroristas y sus autocráticos patrocinadores con solamente una fracción de nuestros recursos humanos disponibles, asegurándonos que no haya una verdadera interferencia en nuestros estilos de vida. Desde luego, ése no fue el caso con la generación que vivió la era de la Depresión y que libró la Segunda Guerra Mundial.
 
Y en esos días, paz y reconstrucción era lo que venía a continuación de la victoria, no lo que la precedía. De forma tenaz e inflexible, ofrecíamos amplia ayuda e imponíamos la democracia a las naciones rotas por la guerra, sólo después de que el enemigo había sido absolutamente derrotado y humillado. Hoy para evitar la carnicería, tratamos de ayudar y reformar países antes de que nuestros enemigos hayan sido vencidos, ponemos el carrito de la ayuda por delante del caballo de la victoria.
 
Nuestros esfuerzos hoy son más complicados debido a conflictivas fatwas via Internet, milicias terroristas y volubles alianzas tribales; en pocas palabras, no siempre estamos seguros de cuál es - o será - el cuadro que conforma el enemigo.
 
Por tanto, a continuación vendrán las paradojas:
 
Un Estados Unidos mucho más rico cree que puede emplear su poder con menos contundencia contra los terroristas que un Estados Unidos mucho más pobre que se tuvo que enfrentar contra los imponentes japoneses y alemanes.
 
La Segunda Guerra Mundial, que vio morir a más de 400.000 americanos asesinados, no fue tan controvertida o frustrante como una que hasta ahora sólo ha costado una centésima de ese terrible precio.
 
Y después de Pearl Harbor, los americanos creían que no tenían ningún margen de error en una guerra básica por la supervivencia. Hoy, parece que estamos convencidos de que podemos ceder terreno, sea en Afganistán o Irak, y seguir adelante sin perder ni la guerra ni nuestra civilización.
 
Claro que en 1945, los americanos ya no temían otro Pearl Harbor. Y sin embargo, hoy, en un Estados Unidos mucho más grande y fuerte, seguimos sin estar seguros de que no veremos otro 11-S.

 
 
Victor Davis Hanson es historiador militar y ensayista político. Actualmente es miembro permanente de la Hoover Institution tras haber impartido clases en la California State University desde 1984 al frente de su propio programa de cultura clásica. Entre otros medios, sus artículos aparecen en The Washington Post, The Washington Times, Frontpage Magazine, National Review Online, Time o JWR.
 
 
©2006 Victor Davis Hanson
©2006 Traducido por Miryam Lindberg