McCain: digna campaña

por Charles Krauthammer, 12 de noviembre de 2008

(Publicado en The Washington Post, 7 de noviembre de 2008)
 
En mi etapa anterior, fui testigo de autopsias mucho más difíciles. Esta es fácil. El paciente recibió un golpe mortal el 15 de septiembre -atrapado entre los escombros al ceder el techo (de Lehman Brothers, según el informe policial)- aunque la muerte sí se retrasó hasta su fallecimiento definitivo, y bastante tranquilo, el 4 de noviembre.
 
Entre el entusiasmo y la contundencia de la victoria de Barack Obama, olvidamos que durante las primeras semanas de septiembre, John McCain era realmente el favorito. Entonces se derrumbó Lehman, y el sistema financiero empezó a hacer aguas. No fue solamente un derrumbe sino un estado de pánico. Durante unos cuantos dolorosos días, tuvo lugar el colapso de la confianza en el sistema financiero entero -retirada masiva de depósitos bancarios, liquidaciones de fondos en el mercado presa del pánico, el impulso de esconder los ahorros de uno bajo el colchón.
 
Esto no sólo tuvo el efecto obvio de volver a la gente contra el partido en el poder, al margen de lo firme o lo tenue de su responsabilidad en la crisis. Tuvo el efecto más profundo de hacer que la gente buscara refugio en el gobierno. Después de todo, si hasta Goldman Sachs recibía el amparo gubernamental, ¿por qué no usted? Y ofrecer la comodidad y la seguridad del gobierno es la vocación del Partido Demócrata. Con una Casa Blanca Republicana que ha nacionalizado parcialmente los bancos y casi todo lo demás, la maniobra final anti-Obama de McCain -- acusaciones de socialismo y distribuir la riqueza Joe el fontanero -- se hicieron casi cómicas.
 
No apreciamos aún lo faltos de precedentes de los sucesos acaecidos en septiembre y octubre. Nunca hemos sufrido un episodio de pánico financiero hecho y derecho en mitad de una campaña presidencial. Piénsenlo. Si el S&P llega a cerrar el año en donde se encontraba el día de las elecciones, habrá sufrido su caída más acusada desde 1937. Eso son 71 años.
 
Al mismo tiempo, la economía había sufrido nueve meses consecutivos de pérdida de empleo. En vista de las pérdidas masivas tanto de capital como de empleo (lo cual afecta a todo hijo de vecino), ni siquiera Ronald Reagan habría podido sobrevivir. El hecho de que John McCain se ganara al 46% del electorado cuando el 75% decía que el país se encaminaba en la dirección equivocada es absolutamente notable.
 
Esto no equivale a decir que McCain no cometió ningún error. Su suspensión de la campaña durante la debacle económica fue una apuesta disparatada que no sólo fracasó, generó la imagen de McCain, líder errático, que socavó profundamente su enorme ventaja sobre Obama en la percepción de liderazgo. La elección de Sarah Palin también fue un error. Hablo aquí de sus efectos políticos, no del psicodrama secundario de enfado feminista y repugnancia elitista que no tuvo nada que ver con política y todo que ver con prejuicios culturales, resentimientos y melindrería.
 
Palin fue un error ('casi suicida,' escribía yo el día de su selección) porque socavó totalmente el principal argumento de McCain contra Obama: su inexperiencia y falta de preparación para liderar. Y su nominación no sólo minó intelectualmente el argumento de la preparación. Alteró la dinámica de las elecciones desplazando la atención, hasta el último día, a la preparación de Palin, su aptitud y experiencia -- y alejándola de Obama.
 
McCain pensó poder robar a Obama el tema del 'cambio' encabezando una campaña de dos rebeldes. Una empresa descabellada desde el principio mismo. Desafía a la lógica en el caso del candidato del partido en el poder intentar arrebatar el 'cambio' a la oposición. Las encuestas a pie de urna del día de las elecciones sustentaron esa verdad con gran energía. Los votantes para los que el cambio era el tema más importante se decantaron 89 a 9 por Obama.
 
Lo que no equivale a decir que Obama no protagonizara una campaña brillante de elecciones generales. Lo hizo. En su minimalismo tácticamente perfecto, estaba tan bien concebida y bien ejecutada como el inusual y electrizante espectáculo elaborado de su victoria en las primarias. Antes de su convención de Denver, Obama entendió que tenía que prescindir de la magia y hacerse mundano, cercano, y por encima de todo dar confianza, con los motivos cotidianos de preocupación. Eso hizo. Y cuando se presentó el tsunami económico, entendió que todo lo que tenía que hacer era quitarse de en medio. Hizo eso también.
 
Con él, tendremos un presidente con la inteligencia política de Bill Clinton equipado con la férrea autodisciplina de Vladimir Putin. (Digo esto con admiración.) Con estos rasgos, Obama franquea ahora la escena política a idéntica escala que Reagan.
 
Pero antes de que nuestro héroe de guerra pase al olvido, hay que reconocer que McCain protagonizó una carrera valiente contra obstáculos imposibles. Será recordado -- debe serlo -- como el candidato presidencial más digno de la historia a quien se ha negado el premio.

 

Charles Krauthammer fue Premio Pulitzer en  1987, también ganador del National Magazine Award en 1984. Es columnista del  Washington Post desde 1985.
 
 
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