Excusas: ¿Dónde se han ido los Demócratas?

por David Horowitz, 30 de septiembre de 2004

De todos los comentarios de la película propagandística de Michael Moore Farenheit 9/11, el más certero es el de David Brooks, del New York Times. Brooks comienza su graciosa columna titulada, 'Todos saludan a Moore', con esta observación de lengua afilada: 'En el pasado, los liberales norteamericanos tenían que aceptar el liderazgo moral e intelectual de John Dewey, Reinhold Niebuhr, Martin Luther King Jr. y similares. Pero hoy, ha aparecido un faro más magnífico en la cumbre de la montaña, y, a un lado y otro del mar, decenas de miles se han unido en adulación'. El 'documental' de Moore se encuentra en la cima de la cartelera, sobrepasando en su primer día (viernes) a 'White Chicks', 'Dodgeball', el nuevo trabajo de Stephen Spielberg 'Terminal', y 'Shrek 2'. 
 
La fuente de esta impresionante recepción descansa en el éxito de su fabricante en capturar la imaginación del núcleo activista del Partido Demócrata, por no mencionar su corazón y alma. Esta es la dimensión verdaderamente significativa del momento de Michael Moore. Otros se han centrado en el hecho de que el Flautista de Flint es un cínico manipulador de las emociones de la audiencia, un autorucho irresponsable y un mentiroso compulsivo. Más allá de eso - como Christopher Hitchens ha demostrado en la revista liberal Slate, en una revisión que levanta ampollas - Moore es también un camelo de talla mundial, atacando la invasión de Iraq de la Administración Bush para hacer descarrilar la Guerra contra el terror, a pesar del hecho de que hay constancia de que se opuso al ataque contra los talibanes tan ferozmente como lo hace en la guerra contra Saddam. 
 
Lo que es momentáneo en el fenómeno Moore es que el Partido Demócrata - o al menos su núcleo político - haya abrazado parte de la parafernalia marxista y la haya convertido en anuncio de la campaña electoral. David Brooks proporciona a los lectores no familiarizados con la Weltanschauung de Moore algunas citas llamativamente precisas. Según Moore: 'los iraquíes que se han revuelto contra la ocupación no son 'insurrectos' o 'terroristas' o 'El Enemigo'. Son la REVOLUCIÓN, los hombres del momento, y sus cifras crecerán - y ganarán'. En otras palabras, Abu Musab al-Zarqawi, el decapitador de Nicholas Berg, no es realmente el enemigo de Norteamérica (a menos que estés engañado por el embustero de la Casa Blanca); él es de hecho una reencarnación islámica de Ethan Allen o Paul Venera, un heraldo de una nueva libertad global que sólo puede lograrse derrocando al Gran Satán Norteamericano. Esta fantasía obscena es tan sólo una versión excesivamente vulgar de la misma fantasía marxista que radicales como Moore (y Kerry) balbucearon en los años 70, acerca de totalitarios como Ho Chi Minh, antes de entregar a sus aliados vietnamitas al gulag comunista del que aún no han escapado. 
 
No sorprende, el 'análisis' de Moore de la razón de la guerra es un vulgar leninismo (si no es una redundancia). En una entrevista con un diario japonés, citado por Brooks, Moore explicó: 'La motivación para la guerra es simple. El gobierno norteamericano comenzó la guerra de Iraq para facilitar que corporaciones norteamericanas hicieran negocios con otros países. Se proponen utilizar la mano de obra barata en aquellos países, lo que hará ricos a los norteamericanos'. En otras palabras, la guerra de Iraq es 'sangre por petróleo', del eslogan hecho popular por el Partido Mundial de Trabajadores alineado con Corea del Norte, que - como es el caso - fue responsable de todas las primeras manifestaciones contra la guerra de Iraq.
 
Lo que es preocupantemente nuevo en esta caza política no es que exista una gran cultura radical que no ha aprendido nada de la caída del comunismo y que identifica a los norteamericanos con agentes del mal y a George Bush como su Fuehrer en jefe. Lo que es nuevo es que se haya unido en esta campaña electoral con la clase dirigente del Partido Demócrata, junto con veteranos anticomunistas sensatos de la era de la Guerra Fría como Arthur Schlesinger y el redactor de los discursos de Kennedy, Ted Sorensen, asistiendo ambos a la presentación de Moore en Washington junto con los senadores Tom Harkin y Barbara Boxer y el presidente de DNC, Terry McAuliffe. 
 
Es justo preguntarse cuánto ha progresado este grupo cogido por los pelos. Bien, Salon.com, un diario de Internet que, al contrario que Moore, apoyó la guerra contra los talibanes, hoy compara a Moore con Solzhenitsyn, Dickens y (por supuesto) Bruce Springsteen. 
 
Estos sucesos que duelen a la vista llevan progresando con molesta velocidad desde el momento en que tropas norteamericanas entraron en Bagdad tras una guerra de tres semanas, y desde que la líder de la minoría en la Cámara, Nancy Pelosi, se quejara de que la liberación de 25 millones de iraquíes era ya 'demasiado costosa'. Ha avanzado a velocidad alarmante desde esta plataforma hasta acusaciones imprudentes - por no decir peligrosas - de que el presidente ha traicionado a su país, inventado mentiras para llevar a los americanos a la guerra para beneficio de las corporaciones tejanas, y ha malgastando las vidas de la juventud americana en uninforme, al tiempo que mataba y abusaba de inocentes iraquíes sin razón concreta - un punto que Moore hace sonar en casa con la delicadeza de una bomba de racimo. 
 
El impacto de estos ataques irresponsables y venenosos no solamente en el tono del discurso político de América, sino contra la guerra en sí misma ha sido profundo. Como resultado de la guerra de propaganda de la izquierda en contra de la guerra, el gobierno Norteamericano está hoy tan paralizado como lo estuvo durante la era post - Vietnam (cuando no pudo enviar tropas a Afganistán para bloquear la invasión soviética) - y hasta la Guerra contra el terror. La Administración Bush, hablando de modo realista, no puede enviar otras 100.000 tropas incluso si fuera necesario para pacificar Iraq o para tratar con otras amenazas terroristas sin arriesgar el estamento político de la nación. La nación más poderosa del mundo no puede amenazar, ya no invadir, a Siria o a Irán - incluso si se demostrara que estos regímenes terroristas escondieron las armas de Saddam, o que estaban vinculados planeando un ataque terrorista contra Estados Unidos. ¿Si el comandante en jefe se pusiera delante del pueblo norteamericano para reclamar tal autoridad, quien le creería hoy?. Estados Unidos tampoco puede rescatar a cientos de miles de negros africanos masacrados por el gobierno árabe musulmán de Sudán. Eso sería un ejercicio indeseable de poder imperial e indudablemente 'demasiado costoso' también. Michael Moore y sus amigos 'liberales' y su campaña de distorsión imprudente e insinuación fóbica se han asegurado de ello. 
 
En este año de elecciones, es improbable que el 'frente popular' entre los una vez sensatos liberales y los izquierdistas socarrones pueda romperse mediante alguna disputa. Las esferas del poder sencillamente son demasiado altas. Pero si hay algún modo de inducir algún segundo pensamiento es confrontando a aquellos de la audiencia de Moore que aún posean la plenitud de sus facultades con lo absurdo de la premisa fundamental de su argumentación. Esta premisa se resume sucintamente en una revisión inteligente pero en última instancia torturada de la película de Moore por David Edelstein, que también apareció en Slate.com. Edelstein muestra que entiende la duplicidad miserable de Moore, pero no obstante no puede librarse de la seducción de la idea de que el fin de esta película - sabotear el esfuerzo de la guerra actual / destronar al Príncipe de los Embusteros - justifica los medios cuestionables: '[La película de Moore] me encantó. Me disgustó. La celebro. La lamento'. 
 
El quid de la excavación de Edelstein en el poco juicio está encapsulado en esta oración: 'Farenheit 911 debe verse en el contexto de la ocupación de Iraq y el flujo de afirmaciones engañosas que nos llevó allí'. 
 
Los ataques contra lo racional de la guerra son lo que es realmente de mala fe en el debate acerca de Iraq - no algo que se presume que George Bush o Dick Cheney han afirmado. Primero, porque ninguna de las presuntamente engañosas afirmaciones identificadas por la izquierda son afirmaciones que de hecho nos 'metieran' en la guerra. Concretamente, el motivo de la guerra no fueron las armas de destrucción masiva, un vínculo con al-Qaeda, o una amenaza inminente (Bush dijo de hecho que confrontar a Saddam era necesario para prevenir el avance de una amenaza inminente). El motivo de la guerra fue una resolución del Consejo de Seguridad (1441), que fue elaborada en la forma de un ultimátum que fue aprobado el 8 de noviembre del 2002 y que ordenaba al régimen de Iraq proporcionar pruebas a la ONU hasta el 7 de diciembre de que había destruido sus armas de destrucción masiva 'o lo que sea'. No hay la más ligera duda de que Sadam no acató este ultimátum, y de hecho intentó engañar al Consejo de Seguridad proporcionando un informe falso de su arsenal de armas de destrucción masiva. Incluso Hans Blix, el principal inspector de armas de la ONU, reconoce esto en sus últimas memorias Desarmando a Iraq
 
De hecho, sabemos que hubo armas de destrucción masiva (y encontramos algunas). Incluso si no hubiera ninguna, esto no sería un 'engaño' de la Administración Bush, sino una contingencia de las agencias de inteligencia del mundo occidental, del equipo de inspectores de la ONU, de la Administración Clinton y del candidato del Partido Demócrata, John Kerry, también. Tampoco se inició la guerra por una administración determinada para perseguir una política unilateral. El plazo de la Guerra fue impuesto por una coalición multilateral de países actuando a través del Consejo de Seguridad de la ONU. Ésta fue una guerra sancionada en su legalidad por la comunidad internacional, que demostró ser demasiado cobarde y demasiado corrupta para llevarlo a cabo. Es verdad que el Consejo de Seguridad de la ONU fracasó en cumplir su propio plazo, pero también sabemos hoy que 10 billones de dólares robados por Sadam del Petróleo por Alimentos con la complicidad de funcionarios de la ONU fueron utilizados para sobornar a las naciones que aplazaron sus votaciones finales.
 
Sabemos y hemos establecido que hay de hecho un vínculo entre Sadam y la Guerra contra el terror, aunque la izquierda preferiría discutir sobre vínculos 'operativos' entre Saddam y al-Qaeda, un ejercicio de escolástica inapropiado en año de elecciones acerca de un tema tan serio como la guerra y la paz. La cuestión de los vínculos de Sadam con al-Qaeda a cualquier nivel es en gran medida irrelevante para la cuestión de si Iraq era parte de un Eje del Mal tras la guerra contra el terror, porque al-Qaeda es solamente una dimensión de la organización de esta guerra. No obstante, además de diez años de vínculos demostrados entre el régimen de Sadam y al-Qaeda y el testimonio de la Administración Clinton, que identificó a ambas como parte del atentado contra dos embajadas norteamericanas en 1998, está la presencia de Abu Musad al-Zarqawi como comandante de las fuerzas terroristas de Iraq. Si Zarqawi - un terrorista internacional vinculado a al-Qaeda pero más relevantemente a la Jihad Islámica - está dirigiendo la resistencia de Iraq, entonces Iraq es el frente central de la guerra contra el terror, justo como insiste Bush. ¿Hay alguien sensato en la oposición al que le gustaría discutir que es una mala idea que Estados Unidos tenga una base militar y una sede de la CIA muy grande en Iraq, que se localiza centralmente en el corazón del terror, el lugar del régimen de Saddam Hussein?. Si es así, argumente su defensa. 
 
A pesar del vacío de los argumentos de la izquierda contra las motivaciones de la Administración Bush para la guerra de Iraq, éstos son irrelevantes para la cuestión de si apoyar la guerra (ahora que estamos en guerra) y a la Administración que la inició. Para dejar esto absolutamente claro: la razón de la guerra (que es el foco de toda la discusión política) es irrelevante si la guerra es justa. 
 
¿Quiere David Edelstein y todos aquellos que hoy están enfrascados en este baile mal visto con la panda leninista discutir que la guerra propiamente fue injustificable e injusta?. ¿Quieren que Saddam vuelva al poder?. ¿Piensan que es algo malo que América tenga hoy una plataforma militar y una instalación de inteligencia muy grande lindando con Siria, Afganistán e Irán?. ¿Quieren que el presidente saque todas las fuerzas norteamericanas de este frente?. Si es así, déjenles decirlo, y sabremos con quien estamos tratando. De otro modo, necesita dejar de hablar de la 'justificación' de la guerra aunque sea un tema sustancial e incluso algo que importaba. 
 
Franklin Roosevelt afirmó que Pearl Harbor era un 'ataque furtivo'. Con todo, los Estados Unidos habían roto el código japonés y por lo tanto debían saber que el ataque se avecinaba. ¿Supondría para alguien una diferencia si Roosevelt lo hubiera sabido?. ¿Habría eso justificado un asalto masivo contra Roosevelt como un mentiroso y traidor en medio de una guerra, por emplear el lenguaje que Al Gore ha utilizado contra George Bush?. Supongamos que Lincoln había enviado clandestinamente una fuerza especial de soldados de la Unión a atacar Fort Sumter y culpar a la Confederación. ¿Cambiaría eso la opinión de los liberales de que la Guerra Civil liberó a 4 millones de esclavos?. ¿Celebrarían los revisionistas como David Edelstein (al tiempo que también lamentarían) un esfuerzo propagandístico difamatorio de un bribón pro esclavitud como Michael Moore, que difamara a Lincoln e intentara poner a los estados libres contra la guerra?. Pero eso es exactamente lo que está sucediendo aquí.