El día D

por Rafael L. Bardají, 23 de abril de 2019

En una semana, todos ganadores. No habrá líder de partido que no corra a asegurar antes las cámaras de televisión que su partido ha ganado. Da igual si ha perdido votos y escaños; da igual si puede formar o no gobierno; da igual si ha caído en la más absoluta irrelevancia. Tal es el grado de mendacidad que ha alcanzado nuestra política. Pero lo españoles saben muy bien lo que es verdad y lo que es mero postureo.

Yo no se cuales serán finalmente los resultados del 28A, pero no creo equivocarme si digo que Pablo Casado saldrá sonriente al balcón de Génova aunque se quede muy lejos de esa barrera psicológica de los 100 escaños. Si el PP sufre un descalabro respecto a los pésimos resultados de su antecesor, con echar la culpa a la fragmentación del voto en la derecha y al empecinamiento de Vox, más que suficiente. Ya sabemos que la culpa siempre es de otro.

Si Ciudadanos se vuelve a quedar muy por debajo de sus expectativas, la responsabilidad no caerá en sus ambigüedades ni en sus giros tácticos, sino en un electorado que ha sucumbido a la pinza de PP-Vox, poco importa quien ésta sea inexistente.

Si Podemos se estrella, como pronostican todas las encuestas, no será por el chalet en Galapagar ni en esa hipoteca concedida por ser vos quien sois, sino por una campaña de desprestigio montada desde las famosas a cloacas del Estado a partir del robo de un simple móvil. Ya sabemos que todos los secretos de la formación de Iglesias caben en un IPhone.

En realidad, el único que podrá decir con autenticidad que ha ganado será Santiago Abascal. Primero, por una mera razón matemática: hace tres años yo escribía, junto con Oscar Elía, que habría que votar a Vox para así lograr tener a Abascal en el Congreso. Quiero decir, que nuestro objetivo de entonces eras alcanzar uno o dos escaños. Ahora, tirando a lo bajo, Vox lograría 20 diputados. No es sólo un crecimiento espectacular, sino que es un salto cualitativo. Millones de españoles están ya empujando la formación.

Pero hay más, independientemente del número de votantes y de escaños conseguidos, Vox ha logrado algo que nadie más ha logrado: dominar la campaña e imponer en gran medida los temas a discutir. De no ser por Vox, las sucesiones segurísimo gravadas, los cazadores marginados, los taurinos insultados y los hombres en general, vilipendiados, convertidos en malhechores genéticos. De no ser por Vox, el estado de las autonomías, auténtica fábrica de despilfarro y corrupción, se daría por hecho como el estado natural de las cosas y no como lo que en realidad es, la consecuencia de decisiones políticas e intereses concretos. de no ser por Vox, Europa sería la panacea a todos nuestros problemas, cuando en realidad es un freno a que España adopte las políticas autóctonas que garanticen nuestras fronteras, por ejemplo. De no ser por Vox, no se hablaría de recobrar capacidades militares propias, sino que se seguiría con el espejismo de que nos defiendan otros.

Ahora bien, una cosa es romper el muro del silencio de lo políticamente correcto y otra levantar su alternativa. He titulado esta columna el día D, porque eso, en realidad es lo que va a ser el 28A: el arranque de la contraofensiva y el punto de inflexión en esta guerra donde lo que se juega es el sentido común. Al igual que ocurrió tras el desembarco de Normandía, los adversarios no se darán por vencidos y opondrán resistencia, pero con una buena estrategia enfrente, su destino está sellado. Es cuestión de tiempo.

Porque lo que el partido de Santiago Abascal ha logrado ha sido rescatar la fe de que la victoria sobre las mentiras de la izquierda es posible; rescatar la fe de que una política de confrontación es más apropiada que la claudicación constante de una derecha cobarde, atemorizada y devenida  una derechita acomplejada y apaciguadora; rescatar la fe en el orgullo patrio, en el pueblo español, en su historia, costumbres y tradiciones.

Para muchos, 2019 tenía que ser el año que celebráramos en 50 aniversario de la llegada del hombre a la Luna. Pero 2019 va a ser el año de Abascal y Vox: sus victorias son un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto contra la hegemonía cultural de la izquierda y la tibieza de las derechas acobardadas. Enhorabuena.