De votantes y votados

por Rafael L. Bardají, 2 de abril de 2019

Las campañas varias para desacreditar a Vox en tanto que alternativa política real, siguen propagándose a lo largo y ancho de nuestra geografía política y mediática. Hasta Ebole ha echado mano del sumo pontífice para rebatir la política de control de los inmigrantes que defiende la formación de Abascal. Quizá en otro momento me tenga que centrar en el discurso de Francisco, una fusión de montonero y peronismo, que le lleva a defender el suicidio de Occidente. Baste hoy decir que, con motivo de su elevación al papado, yo siempre bromeaba con mis amigos que, además de argentino, el papa era jesuita. Y los jesuitas tendían a producir históricamente dos tipos de personajes: santos y comunistas. Y me preguntaba, burlonamente, a cuál de las dos categorías se adscribiría el entonces nuevo Papa. Por desgracia, mi pregunta ha dejado de ser una broma. Pero ahí lo dejo, de momento.

 

El segundo apunte de la semana es que continúan las encuestas de cara al 28A. No hace falta que recuerde que todas hay que cogerlas con sumo cuidado pues los resultados están tan vinculados a los intereses de quienes las encargan que más que una radiografía del momento parecen un cuadro surrealista. Pero, en fin, ahí siguen. Teóricamente con un Sánchez al alza y un PP que nunca alcanza la barrera psicológica de los 100 diputados. Yo no sé, pero diría que una vez que los responsables de la campaña popular constaten que los votantes de Vox son altamente correosos y que no se dejan atraer por el canto de sirena del voto útil, o buscan apoyos en otros sitios o se tendrán que encomendar a que Iglesias y los suyos suban un poquito para que no se produzca el anunciado trasvase de votos de Podemos al PSOE. A partir de ahora, lo que hagan con Podemos los medios más afines al PP nos dirá cuánto de sorayismo encierra la táctica del nuevo PP.

 

Tercero, una nota sobre la “derecha valiente”. Me refiero a las personas que ven en el separatismo una amenaza existencial para la España que conocemos y que están dispuestas a asumir los riesgos de plantar cara a los enemigos internos, a la anti-España. Porque, ahora, hablar en contra de los separatismos es fácil, pero actuar contra ellos ha recaído últimamente en los hombros de unos pocos. Y esos pocos se llaman los hombres y mujeres de Vox. No sólo con sus querellas -algo que la otra derecha ni se planteó- sino llevando la confrontación al terreno del enemigo. De los líderes del PP, presentes y pasados, pueden salir cuantos exabruptos quieran contra Vox, pero la realidad es que escondieron la cabeza, cual avestruz, ante el mayor desafío al que se enfrenta nuestra nación. Y no sólo.

 

España se movía entre la tibieza de unos y la disolución a la que nos llevaban otros. Ese era el panorama en verdad. Pero el aguante de unos pocos -casi 300 me atrevería a bromear- ha roto el guión en el que la política estaba instalada. Vox no sólo representa aire nuevo, sino una alternativa drástica a la forma de hacer política en España. Radical, en el sentido que se plantea ir a la raíz de los problemas, no a sus manifestaciones visibles. Y lo hace consciente de que hay algo mucho más profundo que el régimen del 78, ese tabú y mito del que nadie debe hablar. Lo hace desde la historia de España, sus tradiciones y, sobre todo, de su pueblo, el español. Por mucho que la manera de interpretar la caridad cristiana de Francisco nos equipare en todo a senegaleses, sirios, ecuatorianos, etíopes, kosovares y chinos.

 

El PP, que siempre fue más clintoniano que bushista, piensa que “es la economía, estúpido” lo que mueve a la gente en una dirección electoral u otra. Yo creo que se equivoca. Los tiempos han cambiado y las amenazas al bolsillo vienen desde muchos lados. Para empezar, desde un pasado de Montoro y un presente de Montero, ambos insaciables en estrujar al sufrido contribuyente y a las empresas. O sea, desde el Estado tanto controlado por el centro-derecha, como la izquierda. Pero también desde el lado de los emigrantes, por el coste asociado que conllevan, como por la competencia desleal que hacen a muchos trabajadores legales. España debe ser el único país donde se enriende que Francia defienda a los franceses, Inglaterra -si logran aclararse- a los ingleses, Italia a los italianos y así todos. Todos menos nosotros, que debemos relegar la categoría de español al último mono y al final de la fila. Si n tener en cuenta los problemas a asociados a la identidad, el discurso economicista tiene poca cabida, me temo. Salvo que se haga cual jeremía, anunciando la más que probable recesión que nos aguarda a la vuelta de la esquina. Pero que llegará tanto con el PSOE como con el PP si ambos se empecinan en más gasto social y nada de recortes en el presupuesto del Estado.

 

En fin, nos esperan unos días llenos de tremendismo, vandalismo, insultos y muchas mentiras. Gracias Dios tenemos la Semana Santa de por medio. Con un poco más de fe en nosotros mismos, haríamos que le saliera el tiro por la culata a Sánchez. Es su conciencia, es su voto. Deposítelo en quienes más confíe. El más de lo mismo o taparse la nariz ya son sólo dos opciones entre muchas otras.