Anti-anti terroristas

por Manuel Coma, 8 de diciembre de 2008

En la Guerra Fría, el principal activo político de Moscú en Occidente no eran los comunistas sino los anti-anti-comunistas. No es que el bolchevismo los encandilara, pero refrenaban y hasta ocultaban su crítica ante el apremiante peligro que residía en los anticomunistas, gente en verdad perversa de corazón y mente, a la que había que aplastar costara lo que costase en términos de simpatías a contrapelo y alianzas de facto con discípulos de Lenin, después de todo pensador genial, y hasta de Stalin, al que se profesaba aborrecer, pero no tanto como para embotar la correcta percepción de lo urgente y prioritario. Lo mismo ahora con los anti-anti-terroristas.
 
No gustan de Bin Laden y los suyos, cuyo comportamiento llegan a condenar con la boca pequeña alguna que otra vez, en los peores momentos, sin dejar ante todo de ser compresivos con las simpatías que los guerrasanteros encuentran en millones de correligionarios, víctimas de pobreza y opresión de la que los occidentales somos causantes, muy en especial la imperialista política americana que intenta apoderarse de su petróleo, como ha quedado de manifiesto en Irak, donde se ha hecho con riquezas sin cuento con un costo próximo a cero. El terrorismo es malo pero el anti-terrorismo, abyecto. ¿De ahí la guerra contra la guerra sucia contra el terrorismo? Es el trasfondo justificativo, pero no pasa de ser una coartada moral para el autoconsumo. El adjetivo «sucio» es bomba radioactiva en la guerra sin cuartel contra la derecha liberal y conservadora, sin el menor respeto a cualquier convención ginebrina, onusiana o madrileña que establezca normas de decencia política. Explota el bien asentado antiamericanismo y ahonda en la muy rentable demonización de Aznar, culpable de haber pasado página ante los miles de enriquecimientos a lo Roldán que le habían precedido.