Rusia, ¿otra vez superpotencia?

por Ángel Maestro, 26 de octubre de 2006

Una serie de circunstancias económicas que han hecho subir los precios de los agentes energéticos determinaron la vida económica, no sólo de Rusia, con un considerable incremento de su potencia, sino también de todos los países limítrofes. De grado o por fuerza dichos Estados han creído que ese boom iba a ser eterno. De dicho fenómeno provienen las ideas en Moscú de que sería posible marcar las reglas de juego a Europa y a otros grandes Estados.
 
Esto puede constituir un error peligroso, ya que los productores de materias primas muy difícilmente pueden imponer su voluntad a los consumidores de éstas. Puede equivaler a que Honduras aprovechase el desequilibrio en la producción de plátano en el mercado mundial para proclamarse gran superpotencia bananera. La realidad hace asomar profundas diferencias. En el plano histórico, Rusia es una superpotencia por sus aspiraciones y por las probabilidades de volver a serlo. Sin embargo, resulta sumamente difícil utilizar como única baza para recuperar su antiguo lugar el gran complejo petrolífero y gasístico.
 
Actualmente Rusia constituye un inmenso mercado para todos los productos de la CEI (Confederación de Estados Independientes), y al mismo tiempo produce mercancías que necesitan los demás países de la Comunidad. También posee un gran atractivo para la migración. Y, por último, es un colosal centro cultural: la población de las ex repúblicas soviéticas sigue viendo películas rusas y leyendo novelas rusas, hasta tal punto que es imposible subestimar este hábito.
 
Bloqueo de la CEI
 
No obstante, hoy entre los países de la CEI existen en el aspecto económico divergencias notables sobre las transformaciones de mercado. También son grandes las diferencias en los sistemas políticos que se están formando. Rusia se encuentra inmersa en el proyecto de democracia dirigida teniendo en cuenta la posición vertical del poder. Kazajstán y Azerbaiján se atienen a un modelo similar, y Armenia y Kirguizistán se encuentran propensas a implantarlo. Ucrania, Moldavia y Georgia anuncian su apego a los valores europeos proponiendo estructurar su democracia conforme a ellos, pero todavía distan mucho de conseguir la estabilidad política y, difícilmente, pueden seguir ese rumbo sin apoyo exterior.
 
Los principios distintos de organización del poder y los métodos de administración disminuyen objetivamente la compatibilidad de sus economías. En algunos de esos países se produce además el hecho de que las primeras figuras del Estado restringen los procesos integracionistas. Puede asegurarse que el actual estancamiento de la CEI parece haber alcanzado su punto máximo.
 
Carece de dinamismo la interacción económica porque se asienta en lo fundamental sobre tecnologías tradicionales. Desde la desintegración de la Unión Soviética, en la práctica totalidad de países de la CEI la estructura de la industria ha experimentado un evidente retroceso caracterizado por su atraso.
 
En el comercio entre Rusia y otros países de la CEI predominan el combustible, las materias primas y los metales, cuya parte sobrepasa el 50%. El hecho de que la exportación haya disminuido el segmento de la industria transformadora y los sectores de altas tecnologías reduce la base de la cooperación. El sector de combustible y materias primas, a pesar de su fuerza, no posee suficiente vigor para devolver la integración. La oferta al mercado mundial de la producción monotipo suscita competencia y causa perdidas a los Estados de la CEI.
 
El afán de reforzar sus posiciones en el mercado de los vecinos se realiza a costa de la oferta de mercancías a precios más bajos, en muchos casos, en detrimento de la calidad. Esto, a su vez, obliga frecuentemente a los miembros de la CEI a implantar restricciones en el comercio con sus partenaires a fin de proteger a los productores nacionales. Las dos medidas son incompatibles con la integración.
 
Otro factor desintegrador es la clasificación de los Estados según sus ingresos. Actualmente Rusia y Kazajstán se encuentran situados entre los países con nivel medio de desarrollo, mientras que Kirguizistán y Tayikistán se hallan entre los más pobres del mundo. Se agravan las diferencias sociales y regionales, que, unidas a los conflictos etno-políticos y los roces culturales, amenazan con causar desestabilización interna en algunos miembros de la CEI.
 
Dónde están los intereses de Rusia
 
El espacio geopolítico de la Comunidad es importante para Rusia desde el punto de vista del restablecimiento de sus posiciones de potencia mundial. Rusia aspira a mantener el control militar y de la política exterior en la CEI, que presenta como una zona de interés vital, hasta el punto de que se muestra celosa respecto a la actividad que terceras fuerzas desarrollan en esta área. Y, sin embargo, los principales intereses económicos de Rusia se encuentran al margen de la CEI.
 
Rusia podrá obtener mucho menor beneficio de la actividad de las asociaciones regionales post-soviéticas que otros países de la Comunidad. Hoy a los países de la CEI corresponde un 15 % del comercio exterior ruso y a la Unión Europea más del 50%. Además, las posibilidades inversoras del resto de la CEI que Rusia pueda utilizar para modernizar su economía son limitadas. La parte predominante de las inversiones extranjeras que llegan a Rusia proviene de los países de la UE. Por consiguiente, está a la vista el desequilibrio entre los intereses económicos y políticos de Rusia.
 
En el espacio post-soviético Rusia sigue siendo un factor principal que determina su existencia como ámbito geopolítico. Al desintegrarse la Unión Soviética, la política rusa con respecto a las nuevas repúblicas se desarrollaba conforme a situaciones concretas; existía el elemento de manipulación de los precios, especialmente del gas natural. En 2003 y 2004 se produjeron cambios esenciales relacionados con la toma en consideración de la conducta de los países miembros de la CEI en materia de la política exterior.
 
Rusia quisiera hacer suyas las normas vigentes en el comercio mundial, las mismas que corresponden a las exigencias que la Organización Mundial del Comercio presenta a las agrupaciones de comercio regionales. Sin embargo, el afán de Rusia de pasar de los precios preferenciales del gas a los habituales en los mercados internacionales destruye en realidad uno de los principales pilares económicos de la CEI.
 
En la actualidad, el régimen sin visados (excepto para Georgia y Turkmenistán) es el más importante y prácticamente único instrumento que consolida el espacio de la CEI en torno a Rusia. Según evaluaciones de expertos, el número de inmigrantes procedentes en lo fundamental de los países de la CEI que trabajan en Rusia oscila entre cuatro y siete millones de personas durante los períodos de mayor demanda de mano de obra. El sueldo irregular de los obreros extranjeros asciende a unos 8.000 millones de dólares, de los que no menos de la mitad son enviados por los inmigrantes a sus respectivos países.
 
Ahora Rusia, la Unión Europea, China, Japón, la India, Irán y Brasil están creando nuevos centros globales en los que late un cierto antiamericanismo con la intención de disputar el predominio de los Estados Unidos en la política mundial y, al mismo tiempo, compiten entre sí para fortalecer sus posiciones.
 
Rusia, que se encuentra entre los EEUU, la UE y el mundo islámico, se presenta tanto como un centro en desarrollo como escenario de lucha por sus recursos naturales, su potencial de innovación y su mercado interno.
 
Pero convendría preguntarse por qué la influencia de Polonia se adelanta a la de Rusia en el espacio postsoviético, particularmente en Ucrania. En nuestra opinión, desde la descomposición de la URSS los polacos han considerado como naciones las nuevas repúblicas independientes, ya fuese en proceso de formación o de desarrollo, mientras que Rusia ha mantenido con ellos los aires de gran potencia. Moscú ha tratado a los líderes de los Estados independientes en un estilo semejante a los antiguos dirigentes de las organizaciones regionales del desaparecido Partido Comunista de la Unión Soviética.
 
Diversos expertos rusos en política de Europa del Este consideran que va siendo ya la hora de renunciar a ambiciones prepotentes y añorantes de la antigua Unión Soviética.
 
Dependencia del petróleo
 
Para Rusia, y frente al triunfalismo, en parte exagerado hay que reconocer que la dependencia petrolífera está creando situaciones escabrosas, relacionadas con la calificada de droga del petróleo. No parece tomarse en suficiente consideración el peligro derivado del descenso de los precios del crudo, que se da de manera cíclica.
Las ilusiones sobre la magnitud y el valor de los recursos naturales rusos encierran un grave peligro. Dos tercios de esos recursos se encuentran en regiones de difícil acceso, y un tercio en zonas más favorables. No se dispone en 2006 de la tecnología para licuar el gas, por lo que Rusia no puede administrar libremente sus recursos dada su dependencia de los suministradores. Los oleoductos y gasoductos rusos suministran combustible a Europa, por ahora. Pero si los compradores encuentran un mercado alternativo Rusia puede convertirse en rehén de sus propios proyectos.
 
De ningún modo debe Rusia renunciar a la riqueza petrolífera donada por intervención divina, y tampoco a las investigaciones efectuadas en la época soviética. Pero sería ingenuo pensar que explotando esa riqueza se pueden desarrollar simultáneamente los sectores alternativos de la economía, la industria transformadora y muchos otros ya que no es posible abarcar absolutamente todo.
 
En eso precisamente puede consistir el error cometido por la antigua URSS: tender un oleoducto y un gasoducto de mar a mar para competir con los enormes buques petroleros que tanto tiempo emplean en alcanzar las costas extremas del país más extenso de la tierra. A la larga, esto último ha resultado más barato. La Rusia de hoy se enfrasca en grandiosos proyectos que exigen energías colosales y fondos colosales.
 
Actualmente Rusia tiene que desarrollar la ciencia y las investigaciones, ante todo en el ámbito del complejo del combustible, como garantía de que los procesos basados en éste se mantengan ininterrumpidos.
 
En conclusión, es posible que Rusia haya perdido, puede que definitivamente, una etapa de desarrollo industrial. Después de que la India y China hayan comenzado a crecer a una velocidad increíble, se han reducido mucho las posibilidades de Rusia de competir con ellas en el mercado exterior.
 
Presencia de EEUU y Europa en la CEI
 
De vuelta a la CEI, hay que destacar la disminución de forma paulatina del volumen de comercio dentro de la propia organización. También la parte que le corresponde a la CEI en el comercio exterior de Rusia se redujo del 18,2% al 15,2%. En los países altamente industrializados el comercio transfronterizo tiene importantes volúmenes. Por ejemplo a Canadá le corresponde el 19% del comercio exterior de los EEUU, y a Méjico el 12%. La parte de los países más importantes de la CEI en el comercio de Rusia, según los últimos datos de que hemos podido disponer, es la siguiente: Kazajstán, el 2,8%, Bielorrusia el 4,6% y Ucrania, el 5,9%.
 
Las causas por la que los países miembros están orientando sus vínculos  económicos a Occidente son sencillas. Las compañías estadounidenses ya han invertido en Kazajstán cerca de 6.000 millones de dólares, mientras que Rusia sólo aportó 106 millones de dólares. El hueco que podría ocupar Rusia se está llenando por otros países. Hasta 2016, las inversiones con origen en EEUU en dicha república se calculan unos 200.000 millones de dólares, de ellos un 80% en el sector de hidrocarburos. Además, en muchos Estados de la CEI existe un enérgico lobby pro-occidental que está consiguiendo que los Gobiernos locales den preferencia a las empresas occidentales respecto a las rusas. Aunque Rusia no permanece quieta en la diversificación de negocios. El consorcio aeroespacial europeo EADS, que fabrica los aviones Airbus, acaba de ceder por 1.000 millones de dólares el 5% de su capital a Vneshtorgbank, banco del Estado ruso.
 
El porvenir de Rusia como superpotencia parece jugarse en Asia Central, y consciente de ello, el equipo de Vladímir Putin negoció, entre enero y julio, con el presidente kazako N. Nazarbaiev, diversos acuerdos de cooperación nuclear. La firma RosAtom va a encargarse de explotar varias minas de uranio y de participación en la construcción de varios reactores nucleares. Según Serge Kirienko, presidente de dicha empresa, Rusia importará de Kazajstán cerca de 5.000 toneladas anuales de uranio, o sea el doble de la producción interior rusa. Kazajstán se ha convertido en el primer productor mundial de uranio, bajo la vigilancia de Moscú, en tanto que Washington presiona para que no se derive la producción hacia Irán.