Política del Gobierno para lucha internacional contra el terrorismo

por Congreso, 2 de marzo de 2005

Las intervenciones completas de los portavoces de las distintas formaciones políticas, con réplicas y contra réplicas, pueden consultarse en el PDF adjunto.
 
(...)
 
Comparecencia del Señor Secretario de Estado de Asuntos Exteriores y para Iberoamérica (León Gross) para informar sobre: — los esfuerzos que pretende hacer el Gobierno para desarrollar la lucha internacional contra el terrorismo. a solicitud del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso.
(número de expediente 212/000059.)
 
 
El señor PRESIDENTE:
 
Señoras y señores diputados, siguiendo con el orden del día previsto, vamos a celebrar a continuación la comparecencia del secretario de Estado de Asuntos Exteriores para sustanciar dos puntos distintos del orden del día. En primer lugar, de acuerdo con la petición formulada en su día por el Grupo Parlamentario Popular en el Congreso, se efectuará la relativa a los esfuerzos que pretende hacer el Gobierno para desarrollar la lucha internacional contra el terrorismo. Agradeciéndole su presencia en esta Comisión, doy  la palabra al secretario de Estado de Asuntos Exteriores y para Iberoamérica.
 
El señor SECRETARIO DE ESTADO DE ASUNTOS EXTERIORES Y PARA IBEROAMÉRICA (León Gross): Señorías, al abordar la acción exterior del Gobierno desde la perspectiva de la contribución que la política exterior debe hacer a la lucha internacional contra el terrorismo, permítanme primero hacer algunas consideraciones sobre el contexto en el que se debe desarrollar y sobre los principios que la inspiran. La primera consideración es la necesidad urgente de reaccionar a las implicaciones de toda índole que han suscitado los terribles atentados del 11 de marzo en Madrid. El terrorismo, señorías, es un problema de Estado. Combatir el terrorismo es una tarea que compete a toda la Administración del Estado, en la que ministerios como el de Interior tienen un papel más que destacado. Por ello, mi intervención se va a centrar en la contribución que desde el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación queremos hacer en la lucha contra el terrorismo, que entiendo es la solicitud que había realizado el Grupo Parlamentario Popular. El terrorismo, repito, es un problema de Estado y una de las mayores preocupaciones de los ciudadanos. Esto hace imposible desarrollar en profundidad todas las cuestiones relevantes en el escaso tiempo de que disponemos. Espero por ello que esta primera intervención sea el inicio de un proceso de diálogo y reflexión conjunto, que sin duda nos ha de llevar algún tiempo. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 inauguraron sin lugar a dudas una nueva era en el modo de entender nuestra seguridad colectiva y el orden internacional. El terrorismo, que nos había venido acompañando a lo largo del último siglo, nos mostraba su cara más letal e indiscriminada. La vieja estrategia del terror dio entonces un salto exponencial de violencia ciega, superando todos los tabúes morales de respeto a la vida y a la dignidad humana. Sin embargo, a pesar de este cambio cualitativo, el terrorismo no era, desgraciadamente, un desconocido para nosotros. En España sabemos muy bien lo que significa, hemos padecido esta lacra durante 30 años y hemos sacado valiosas lecciones. Con todo, el 11 de marzo nos mueve a una reflexión en profundidad sobre la naturaleza de este nuevo terrorismo, evaluando entre todas las medidas y actuaciones desarrolladas en los últimos años cuáles son suficientes y cuáles deben ser mejoradas, y sobre esta reflexión articular nuevos consensos y respuestas, desde una perspectiva y una visión política de conjunto en España con nuestros socios europeos, con nuestros vecinos árabes y musulmanes y en el marco de Naciones Unidas. Este es el objetivo político prioritario que se ha marcado, señorías, este Gobierno. Decía anteriormente que los años de lucha contra el terrorismo etarra nos han enseñado valiosas lecciones. Nos han enseñado que la unidad y el consenso de todas las fuerzas políticas y de todas las fuerzas sociales y la participación activa de la ciudadanía son nuestra primera y mejor arma para combatir y deslegitimar a los violentos. Los años de lucha contra el terrorismo se han asentado en la leal colaboración y unidad de todas las fuerzas democráticas como principio rector de la acción del Gobierno. Esta unidad es nuestra fuerza, que debemos preservar a toda costa. Nos ha enseñado que el terrorismo, cualquiera que sea su forma y manifestación, quienquiera que lo cometa y cualquiera que sea la causa que enarbole como coartada, no tiene ni puede tener justificación alguna. Nos ha enseñado que ningún Estado democrático puede ceder ni cederá al chantaje terrorista. Nos ha enseñado que al terrorismo sólo se le puede vencer desde el más estricto respeto de la legalidad y de los derechos humanos, dentro del marco estricto del Estado de derecho. Nos ha enseñado que la mayor victoria de los terroristas se produce cuando la democracia, en aras de la seguridad, sacrifica la libertad, los derechos y libertades irrenunciables de sus ciudadanos. Nos ha enseñado que al terrorismo sólo se le puede vencer con la abnegada y constante actuación de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y de los servicios de inteligencia; sólo con más y mejor información e inteligencia podremos actuar de modo eficaz para detectar, perseguir y desarticular la acción de los terroristas. Nos ha enseñado que al terrorismo sólo se le puede vencer mediante una estrecha y leal cooperación y colaboración internacional con nuestros socios bilateralmente y en todos los foros y organismos internacionales. El terrorismo es una amenaza a nuestra seguridad y a la seguridad de todos. Ningún país puede por sí sólo hacer frente a esta amenaza, que requiere un esfuerzo concertado de la comunidad internacional, con más cooperación y más diálogo. Los anteriormente citados son los grandes parámetros irrenunciables desde los que todo Estado, toda democracia, debe entender y emprender la lucha contra el terrorismo, desde la legitimidad y la legalidad de sus acciones. Por otra parte, a partir del 11 de septiembre, la comunidad internacional ha ido desarrollando y mejorando los instrumentos para luchar contra el terrorismo, en un esfuerzo en el que España ha participado activamente y en el que el Gobierno anterior contó con la lealtad y el apoyo del Partido Socialista, entonces en la oposición, desde la convicción de que la lucha contra el terrorismo es nuestra prioridad compartida y política de Estado por encima de las diferencias partidistas. Así lo fue entonces y es nuestro compromiso que lo siga siendo ahora. No es este el momento ni tenemos el tiempo suficiente para repasar más que de un modo somero las medidas que se han ido adoptando para luchar contra el terrorismo en Naciones Unidas, en el Consejo de Europa y en especial en nuestro ámbito de referencia, la Unión Europea. En el marco multilateral, a título de ejemplo, se ha desarrollado y reforzado el marco jurídico internacional vinculante en relación con el terrorismo, con la adopción de la resolución 1373 del Consejo de Seguridad, que insta a la ratificación y aplicación de todas las convenciones internacionales en materia de terrorismo; se han reforzado los marcos penales nacionales; se ha reforzado, asimismo, el marco jurídico para dotar de mayor transparencia y control a los flujos financieros de nuestros sistemas bancarios y evitar su uso abusivo por las redes terroristas; se han creado mecanismos e instrumentos para fomentar el mejor flujo de información y cooperación internacional, especialmente por medio del Comité contra el Terrorismo en el Consejo de Seguridad y el grupo de acción contra el terrorismo del G-8, con el mandato de promover y coordinar la provisión de asistencia técnica a los países con mayores vulnerabilidades en la lucha contra el terrorismo; se está desarrollando el marco jurídico y operativo para impedir el eventual acceso de los terroristas a las armas de destrucción masiva desde los foros de desarme y no proliferación, con la reciente adopción de la resolución 1540 por el Consejo de Seguridad; se están desarrollando iniciativas para mejorar la seguridad de los transportes, de los documentos de viaje, del control de fronteras y protección civil. En el marco de la Unión Europea, la definición de nuevos instrumentos para la lucha contra el terrorismo, desde la aprobación del primer plan de acción de la Unión para combatir el terrorismo, de diciembre de 2001, ha ido a la par con la creación y consolidación del espacio de libertad, seguridad y justicia. Es posible destacar, en primer lugar, la decisión-marco de lucha contra el terrorismo, que sienta las bases de una armonización de nuestros marcos penales con la definición y tipificación del delito de terrorismo; la creación de la lista terrorista europea; la decisión-marco de la orden europea de detención y entrega, la euroorden, que supera el marco tradicional del procedimiento de extradición para los delitos de terrorismo sobre el principio de la confianza mutua y cooperación entre los poderes judiciales; la creación de instrumentos de cooperación reforzada para mejorar el flujo de información y cooperación entre los poderes judiciales de los Estados miembros con la creación de Eurojust y entre nuestros Cuerpos y Fuerzas de Seguridad con la creación de Europol y la reactivación de su unidad operativa de lucha antiterrorista; la mayor coordinación e información entre nuestros servicios de inteligencia para un mejor análisis compartido de las amenazas terroristas; se ha desarrollado un marco conceptual desde el que comprender y articular respuestas ante las nuevas amenazas a nuestra seguridad y de modo prioritario la amenaza terrorista, con la adopción de la estrategia europea de seguridad. Este es el balance somero, y sin ánimo exhaustivo, de la situación en la que nos encontrábamos cuando nos enfrentamos al 11 de marzo y las medidas con las que hemos pretendido mejorar nuestras capacidades legislativas y operativas frente a la amenaza terrorista para disminuir nuestras vulnerabilidades mediante una mejor actuación de los cuerpos y servicios de seguridad y de inteligencia y del Poder Judicial, un mejor flujo de información y mecanismos de cooperación. Es este un acervo fundamental para luchar contra el terrorismo, cuya consolidación y desarrollo constituyen un eje fundamental de la acción del Gobierno. Pero no son suficientes, tenemos que seguir avanzando y desarrollando nuevos instrumentos a la altura de la gravedad y urgencia de la amenaza terrorista, tal como la conocimos el 11 de marzo.   Señorías, España ha estado y estará siempre en la vanguardia de la lucha contra el terrorismo. La lucha contra el terrorismo ha sido y es una prioridad de este Gobierno y de todos los gobiernos democráticos que le han precedido. Nuestros ciudadanos, nuestra historia más reciente y la realidad cotidiana de la violencia terrorista nos lo exige. A las pocas semanas de los ataques terroristas del 11 de septiembre, la comunidad internacional se movilizó, con el aval del Consejo de Seguridad, que aprobó por unanimidad la Resolución 1368, para asestar un golpe militar a los terroristas de Al Qaeda y al régimen político talibán que les daba cobijo, bases de entrenamiento y apoyos logísticos desde los que preparar y ejecutar sus atentados terroristas. España dio su pleno apoyo a esta operación de lucha contra el terrorismo, en la que participamos y en la que seguimos comprometidos con la presencia de efectivos militares en Afganistán bajo el mandato de Naciones Unidas y la dirección de la OTAN. Sin embargo, estamos convencidos de que la amenaza terrorista no es una amenaza de naturaleza militar que pueda ser vencida militarmente mediante el uso de la fuerza o ejércitos convencionales. Hemos rechazado y seguiremos rechazando con convicción el recurso a las guerras preventivas. Nuestro rechazo de la guerra en Irak estaba y está fundada en esta convicción de que no era útil sino contraproducente en los esfuerzos para luchar contra el terrorismo. Así lo manifestamos entonces y por ello hemos actuado en consecuencia ahora, sin merma alguna de nuestro compromiso absoluto, de nuestra determinación de luchar contra el terrorismo, contra cualquier terrorismo, con todos los medios a nuestro alcance. Señorías, decía hace un momento que las medidas de tipo defensivo destinadas a mejorar nuestra capacidad operativa o reducir nuestras vulnerabilidades, aun siendo fundamentales, no son suficientes. Es necesario ir más allá, abordar los factores estructurales, los conflictos y desigualdades que sirven de alimento al terrorismo, que lo facilitan, que lo potencian. Es ilusorio y falso pensar que del terrorismo sólo deben interesarnos sus efectos y que cualquier análisis de sus causas, de los factores que lo alimentan y propician nos incorpora en la dialéctica de los terroristas de trasladar la atención de la vileza indudable del acto terrorista, de cualquier acto terrorista, a la supuesta nobleza de la causa y a la justificación del autor. Como decía anteriormente, el terrorismo, ningún terrorismo, quienquiera que lo cometa o cualquiera que sea la causa que enarbole como coartada tiene justificación alguna. Sin embargo, los terroristas no nacen, se hacen, se convierten en máquinas de matar en un contexto. Si en esencia el terrorismo es siempre la misma sinrazón política, los grupos terroristas, los terrorismos, surgen y elaboran sus visiones mesiánicas y sus pretendidos discursos legitimadores en contextos culturales, religiosos, sociales y políticos diferentes. Estos contextos proporcionan las categorías con las que definen sus proyectos y modulan e influyen poderosamente en las razones por las que algunos de estos grupos llegan a obtener un apoyo social que les permite reclutar a sus miembros y obtener apoyos logísticos de todo tipo. Es nuestra obligación y nuestro interés conocer el contexto en el que los terroristas surgen y del que se alimentan, cómo funcionan, cómo construyen y difunden sus mensajes, y es nuestra obligación actuar sobre estos contextos con energía y determinación. De poco vale que nuestros servicios de seguridad y de inteligencia detengan a cientos de terroristas si las redes terroristas mantienen intactas sus capacidades de reclutamiento dentro o fuera de nuestro país. El terrorismo ha colocado a Nueva York, Madrid, Bali, Casablanca y Moscú en el mismo punto de mira. Ha sido capaz de plantear una amenaza global, un problema estratégico que ha transformado radicalmente las nociones tradicionales sobre las que se asentaba nuestra concepción de la seguridad. Por un lado, ha puesto de manifiesto la capacidad de los terroristas de utilizar las ventajas sobre las que estamos construyendo nuestra prosperidad y nuestro desarrollo, un mundo de mercados globales, de difusión global de la información, que no sólo se ha demostrado vulnerable sino que todavía incorpora multitud de contradicciones y desequilibrios. Por otro lado, estamos ante unos grupos terroristas cuyo objetivo declarado es secuestrar la bandera del islam y plantear su violencia criminal como la expresión última de un conflicto cultural insoslayable; unos terroristas que se hacen pasar por portavoces de la fe de cientos de millones de ciudadanos de multitud de países, al tiempo que pretenden propagar la imagen distorsionada de un Occidente agresor e injusto. Todo ello configura un fenómeno nuevo, una amenaza estratégica por su magnitud, por su ferocidad, por su urgencia. Estas características específicas del nuevo terrorismo, el mal llamado terrorismo islámico, por mucho que los terroristas quieran apropiarse de las señas de identidad de esa religión, nos exigen nuevos enfoques y nuevas ambiciones. Como tal amenaza estratégica, requiere una respuesta estratégica colectiva, utilizando todos los medios a su alcance y abordando todos los problemas que subyacen y contribuyen a facilitar la acción de los terroristas. Como amenaza global, nos exige una respuesta global profundizando en un multilateralismo auténticamente eficaz que reclama acciones internacionales concertadas. Junto a la imprescindible acción en el plano de la seguridad, la lucha contra el terrorismo debe incorporar y abordar todas sus múltiples dimensiones políticas, económicas, sociales o culturales desde la definición de una estrategia global. Señorías, la amenaza terrorista rompe los conceptos tradicionales de seguridad interior y seguridad exterior. Estamos ante una amenaza que proviene del exterior y que se concreta dentro de nuestras fronteras y frente a la cual la acción interior debe ir de la mano de la acción exterior. Estamos ante una amenaza compleja, con múltiples dimensiones que afectan a la casi totalidad de las  competencias del Estado y que requiere la mayor coordinación y unidad de todas las instituciones del Estado, de las fuerzas políticas y de los ciudadanos. Por ello, nos parece fundamental integrar todos estos elementos en una visión de conjunto, un plano marco de la acción exterior del Estado para la lucha contra el terrorismo que nos permita mejorar la eficacia de la contribución de nuestra política exterior a este esfuerzo colectivo. Para ello es necesario abordar los siguientes aspectos. Es necesario consolidar los esfuerzos desarrollados hasta ahora. Nos corresponde seguir avanzando en la consolidación de los marcos jurídicos, en el reforzamiento de las capacidades policiales, judiciales, de inteligencia, en los mecanismos de intercambio de información y de cooperación en la lucha contra la financiación del terrorismo, en las políticas de cooperación y de asistencia técnica. En los últimos meses, desde el 11 de marzo, se han puesto en marcha nuevas medidas y nuevas mecánicas que debemos reforzar. Desde el fortalecimiento del Comité contra el terrorismo del Consejo de Seguridad, reforma que España impulsó de modo decidido y al frente de cuyo director y ejecutivo se encuentra el embajador Rupérez, hasta la adopción de un marco normativo para luchar contra la proliferación de las armas de destrucción masiva y su eventual uso por los terroristas con la muy reciente aprobación de la Resolución 1540 del Consejo de Seguridad. España impulsará de modo decidido la labor de estos órganos. El Gobierno de España hará todos los esfuerzos para preservar y reforzar el papel central y motor de Naciones Unidas en la lucha contra el terrorismo. Naciones Unidas, como órgano dotado de la legalidad y legitimidad internacionales, debe ser capaz de definir los marcos y los consensos de la lucha contra el terrorismo, garantizando el máximo respeto de los derechos humanos y propugnando un multilateralismo que se apoye en la eficacia y credibilidad de las instituciones internacionales. En el ámbito de la Unión Europea hemos asistido a la reciente creación del primer equipo conjunto de investigación en la lucha contra el terrorismo de ETA entre Francia y España, mecanismos que utilizaremos también para otras formas de terrorismo, y la creación del cargo del coordinador antiterrorista en la persona del holandés señor Gijs de Vries, con quien este Gobierno ha mantenido ya varios encuentros. Asimismo, hemos empezado a lanzar una reflexión sobre la necesidad urgente de desarrollar una visión estratégica global, integrada, a largo plazo, que incluye las dimensiones internas y externas de seguridad, la coordinación interna y la visibilidad de exterior integrando la lucha contra el terrorismo en la política europea de seguridad y defensa, en el marco conceptual que nos ofrece la estrategia europea de seguridad e impulsando el desarrollo de políticas a largo plazos con las que abordar todos los factores que influyen en el terrorismo. Es una agenda ambiciosa a la que este Gobierno pretende dar un impulso decidido: la declaración sobre la lucha contra el terrorismo adoptada el 25 de marzo pasado, la reforma del plan de acción de lucha contra el terrorismo, al que hemos incorporado nuevos objetivos estratégicos, el proceso de profundización del espacio de libertad, seguridad y justicia con el nuevo Plan Tampere II y el calendario de medidas contra el terrorismo marcado por el Consejo Europeo de junio pasado, cuya primera evaluación realizaremos en diciembre. Sin embargo, la especificidad de la naturaleza del nuevo terrorismo nos exige dar un paso más allá y articular una respuesta estratégica política más ambiciosa apoyada en la generación de un nuevo consenso. Debemos luchar contra los asideros de legitimación del terrorismo. Colectivamente debemos despojar a los terroristas de toda excusa ideológica y religiosa. El terrorismo es un problema estratégico y también un problema político, pero no un problema cultural o una supuesta guerra de religiones. Es necesario un mejor conocimiento del mundo islámico, con la creación de un espacio común de comprensión mutua entre el mundo árabe musulmán, una nueva alianza estratégica con los países que lo forman, que se sienten tan amenazados como nosotros o más y que están resueltos a luchar contra esta amenaza. Debemos abordar de forma decidida la resolución de los gravísimos conflictos regionales que impiden o dificultan la normalización de la convivencia regional y generan tensión e inestabilidad y hay que hacerlo sobre la base de los esfuerzos multilaterales basados en el respeto de la legalidad y legitimidad internacionales, sin exclusión, en la aplicación uniforme de las resoluciones del Consejo de Seguridad y apoyando la voluntad política de las partes, desde el conflicto de Oriente Próximo, que debe recibir un nuevo impulso, al alumbramiento de un Irak estable, soberano y democrático y a la pacificación y democratización de Afganistán, entre otros. Es un imperativo de nuestra seguridad colectiva encontrar soluciones a estos conflictos que envenenan la convivencia internacional y, además, dan alas a los grupos terroristas que buscan instrumentalizarlos a su favor. Insisto, no hay que buscar justificación alguna a los terroristas por la existencia de estos conflictos; ellos son los más interesados en que no se solucionen, pues de la violencia existente extraen pretextos, coartadas y nutrientes. Debemos abordar también en marcos cooperativos compartidos los grandes problemas estructurales que aquejan a numerosos Estados a través de políticas de asistencia y cooperación con las que generemos intereses compartidos, que son la mejor manera de crear legitimidad internacional. Debemos fomentar la creación de una cultura de los derechos humanos y del respeto estricto de la ley y la legalidad internacionales en la lucha contra el terrorismo. Más que un límite, los derechos humanos deben ser el fundamento de toda acción contra el terrorismo. Son estas convicciones las que animan la iniciativa que ha lanzado el presidente del Gobierno en su discurso  ante la Asamblea General de Naciones Unidas de crear una alianza estratégica de civilizaciones. Con esta iniciativa se pretende despertar la conciencia internacional, desde la posición central de las Naciones Unidas y con la participación activa de los gobiernos y de la sociedad civil, sobre los riesgos de que se pueda empezar a levantar un nuevo muro de incomprensión y de desencuentro entre Occidente y el mundo árabe musulmán. Se trata de negar la inevitabilidad de un pretendido choque de civilizaciones poniendo en valor los numerosos aspectos positivos de nuestra relación mutua y evitar que la deriva actual entre los mundos occidental y árabe islámico se consolide, afectando a la paz y estabilidad mundiales. Se trata de potenciar respuestas desde el multilateralismo, abandonando las recetas unilaterales, para la resolución de los graves conflictos que nos asolan y fomentando la cooperación de todos los actores a través de acciones que incidan en los contextos que alimentan los radicalismos y la violencia. Se trata de que los gobiernos y las sociedades civiles adopten modelos de convivencia sobre la diversidad, el respeto de la identidad cultural, las políticas de integración de los inmigrantes y la adopción de nuevos patrones educativos y de comunicación. Con esta visión, el presidente del Gobierno ha propuesto al secretario general de Naciones Unidas la posibilidad de constituir un grupo de alto nivel formado por personalidades eminentes de los gobiernos y de la sociedad civil que desarrollarían su trabajo en dos ámbitos fundamentales: en el ámbito de política o seguridad y en el ámbito cultural. En los últimos días este Gobierno ha realizado las primeras gestiones con el secretario general de Naciones Unidas, el señor Kofi Annan, que ha acogido la iniciativa con gran interés, con varios Estados árabes musulmanes y de la comunidad internacional, entre quienes ha encontrado un respaldo positivo. A esta convicción de la necesidad de articular una respuesta estratégica política de fondo responde la voluntad del ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación de impulsar una reflexión y debate de fondo en el seno de la Unión Europea que abarque las causas del terrorismo y que impulse las políticas de cooperación y de solución de conflictos. La dimensión mediterránea es esencial en nuestra política exterior. La construcción en el Mediterráneo de un espacio de prosperidad y de estabilidad compartidos requiere prestar a la lucha contra el terrorismo una mayor atención en este ámbito. Ya hemos empezado a trabajar, señorías, generando un nuevo clima de diálogo con nuestros vecinos saneando nuestras relaciones, con una intensa actividad diplomática a todos los niveles de la Administración del Estado, con las visitas del presidente del Gobierno, del ministro y las que yo mismo realicé a Rabat, a Argelia, a Túnez y Trípoli, restableciendo la confianza política, presentando a nuestros interlocutores una visión política global de la zona e identificando áreas de cooperación mutua, particularmente en la lucha contra el terrorismo. España está avanzando en nuevas iniciativas con nuestros vecinos del sur en el marco de los foros de diálogo mediterráneos dirigidos en primer lugar a mejorar el flujo de información y de inteligencia entre los cuerpos de seguridad. En este sentido, está prevista la reunión de los directores de Policía y de Fuerzas de Seguridad competentes en la lucha contra el terrorismo de los países del Mediterráneo occidental, propuesta lanzada por el ministro del Interior en Túnez en el pasado mes de junio. España fue pionera en el lanzamiento del proceso de Barcelona en 1995 como un espacio común que uniese a los países de la Unión Europea y los Estados ribereños del Mediterráneo y desde el que hay impulsar conjuntamente un espacio de prosperidad, estabilidad y seguridad compartidas. Diez años después de su creación, el Gobierno de España se propone como objetivo revitalizar y reforzar el proceso de Barcelona, cuyo décimo aniversario celebraremos en noviembre de 2005 y en el que deberemos abordar también el fenómeno terrorista para articular juntos nuevas respuestas. Por último, deseo también poner de manifiesto la importancia que este Gobierno otorga a las relaciones con los Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo. Estamos en la misma lucha, hemos desarrollado una intensa relación de colaboración con ellos y la seguiremos manteniendo en el futuro. Señorías, como decía anteriormente, la amenaza terrorista rompe los conceptos tradicionales de seguridad interior y seguridad exterior, en la que la acción interior debe de ir de la mano de la acción exterior, en la que, junto con las acciones de los cuerpos de seguridad, se requieren actuaciones en el campo diplomático, económico, político y cultural para articular una respuesta estructurada y global a la altura de la amenaza. Todos estos elementos que acabo de apuntar someramente y sin voluntad de ser exhaustivo constituyen las líneas maestras que deben articular una visión de conjunto de la acción exterior del Estado en esta materia y son objeto de una reflexión en el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación para la elaboración de un marco o plan de acción exterior; un plan que debe responder, señorías, a tres objetivos: debe ser el marco conceptual para la acción exterior del Gobierno en la lucha contra este nuevo terrorismo; debe incorporar un análisis continuado de la amenaza, tanto inmediata para España como en un sentido más amplio, como nuevo dato estratégico de las relaciones internacionales, y clarificar los términos del debate sobre la naturaleza e implicaciones de este nuevo terrorismo; debe mejorar el marco de coordinación para la acción del Estado con la creación de mecanismos específicos de coordinación institucional para dar una respuesta unificada y concertada de la Administración del Estado en la lucha internacional contra el terrorismo, sin perjuicio de las competencias propias de cada ministerio; debe ser el marco que defina las grandes líneas de la política de actuación exterior del Estado en la lucha contra el terrorismo en el plano internacional, que comprende la elaboración de un discurso coherente dirigido no sólo a la opinión pública española, sino también a ser comprensible por las comunidades musulmanas —a ellos va dirigida la propaganda de Bin Laden y Al Qaeda—, el desarrollo de una política de comunicación más estrecha con el mundo árabe musulmán, la promoción de una política de cooperación y asistencia técnica, el desarrollo de una política comprometida con la promoción y protección de los derechos humanos, el desarrollo de políticas que aborden la dimensión estratégica del fenómeno terrorista como los conflictos regionales y los problemas estructurales que afectan a numerosos países; un plan que no olvida la prioridad que para este Gobierno tiene la lucha sin cuartel contra el terrorismo de ETA, con todos los instrumentos que también en política exterior hemos ido desarrollando en los últimos años y que han probado su valía; un plan que no olvida la centralidad que en la lucha contra el terrorismo ocupa la solidaridad con las víctimas del terrorismo —de todo tipo de terrorismos—: ellas son quienes directamente sufren las consecuencias del fanatismo y de la intolerancia, y todo cuanto hagamos por ellas es poco. Con independencia de esta reflexión, en este Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación ya hemos adoptado algunas medidas urgentes para mejorar nuestra capacidad de respuesta institucional. En primer lugar, la Dirección General de Coordinación del Consejo de Seguridad se dedica exclusivamente a todos los temas relacionados con los asuntos internacionales de terrorismo, para lo que la estamos dotando con un nuevo equipo que incluya especialistas. Hemos encargado a nuestras representaciones en el extranjero y a la Dirección de Comunicación Exterior nuevas tareas de seguimiento de las publicaciones en prensa, medios de comunicación, en internet, en sus contactos, de las cuestiones relacionadas con el terrorismo como una de sus prioridades. Se están poniendo en marcha programas de formación que versen sobre el islam y el mundo árabe, en particular en la Escuela Diplomática, dirigidos a la Administración del Estado, con el objetivo de mejorar nuestro conocimiento y corregir las distorsiones en la percepción que a menudo se producen. Se está trabajando con un nuevo modelo de relación, de apoyo y colaboración con instituciones y foros de reflexión de la sociedad civil a través de los cuales se puedan canalizar nuevas aportaciones y contribuciones de ideas sobre esta cuestión. En definitiva, pretendemos poner la política exterior en su conjunto al servicio de la lucha contra el terrorismo desde la nueva perspectiva que se nos impuso el 11 de marzo y que debe contribuir a que ningún ataque terrorista vuelva a producirse en nuestro suelo ni contra nuestros ciudadanos. Estamos convencidos de que con este enfoque, centrado en el multilateralismo, la cooperación y el respeto a la legalidad internacional, seremos más eficaces. Este es un esfuerzo que sólo se puede desarrollar mediante la unidad y el consenso de todas las fuerzas políticas; así ha sido hasta hora y confiamos en contar con el apoyo y la ayuda de todos los grupos parlamentarios.
 
El señor PRESIDENTE: Tiene la palabra el portavoz del Grupo Parlamentario Popular, señor De Arístegui.
 
El señor DE ARÍSTEGUI Y SAN ROMÁN: Gracias por su comparecencia, señor secretario de Estado. He de reconocer que su intervención me ha satisfecho mucho más de lo que yo esperaba, sobre todo porque a mi grupo le había preocupado enormemente el simplismo del análisis del Gobierno en torno a estos fenómenos. Usted ha mencionado varias veces a largo de su intervención que este es un fenómeno complejo, multidimensional. Bienvenido al club, señor secretario de Estado; algunos hay en España y en el mundo que llevamos diciéndolo muchos años. Hasta ahora, ustedes habían hecho un análisis fundamentado en dos o, como mucho, tres factores o tres dimensiones, proponiendo una o dos soluciones, y eso, francamente, a mi grupo, el mayoritario de la oposición en esta Cámara y que ha tenido el Gobierno de España durante ocho años, le preocupaba enormemente. La alianza de civilizaciones, en lo que entraremos en profundidad más adelante, y la igualdad entre sexos son cosas muy importantes, pero manifiestamente insuficientes, por ponerlo en términos muy suaves, señor secretario de Estado. El terrorismo moderno —y usted ha dicho algo parecido— es globalizado, no tiene fronteras, funciona en red, convierte en excusa ideologías y religiones para transformarlas verdaderamente en una nueva ideología totalitaria, opresiva, fanática, casi diría que apocalíptica, y seguramente una de las más destructivas de cuantas vayamos a encontrarnos en el siglo XXI. Es el nuevo nazismo, es el nuevo fascismo, es el nuevo estalinismo y, en muchos casos, hasta peor, porque antes sabíamos dónde estaban los enemigos, podíamos luchar contra ellos con claridad; hoy son difusos, es mucho más difícil localizarlos e identificarlos. Sí, señoría, hablamos del islamismo radical como ideología frente al islamismo moderado o frente al islam político, que, a mi juicio, es como debe llamarse más correctamente, para no confundir a los monstruos con las personas decentes, con las personas que creen en la paz, que tienen puntos de vista distintos, que creen en la discrepancia, en el pluralismo. Nosotros, como sociedades avanzadas y democráticas, tenemos que analizar el fenómeno y las razones, usted lo decía. Nunca nos hemos opuesto a ello, señor secretario de Estado, pero no estamos de acuerdo con algunas de las cosas que ustedes han dicho, una vez más centrando su debate exclusivamente en el análisis de las causas del terrorismo que ustedes llaman internacional, no sé muy bien por qué, porque, a esos efectos, visto desde Argentina o desde Venezuela, el terrorismo de ETA es internacional; no es porque se produzca fuera de nuestras   21 fronteras o porque su alcance sea global por lo que deba llamársele así, creo que hay que identificarlo claramente. La pobreza y las desigualdades, que ustedes tantas veces insisten en señalar como la causa principal, sí es una y muy importante, pero no es la única. El conflicto árabe-israelí —lo volvió a mencionar el presidente del Gobierno en la Asamblea General, usted, aquí y el ministro Moratinos, en muchas ocasiones— es muy importante, pero si usted se centra en ese conflicto, está olvidando que está haciendo referencia casi exclusivamente al 20 ó 25 por ciento del islam, que es el mundo árabe musulmán —como usted sabe mejor que yo, señor secretario de Estado, no todos los árabes son musulmanes y, desde luego, no todos los musulmanes son árabes, más bien al contrario, la inmensa mayoría no lo son—, pero el terrorismo yihadista, que es la excrecencia peor de este siglo XXI, alimentado por la ideología islamista radical, es, como otros fenómenos de la criminalidad grave, un fenómeno mutante, complejo y mortíferamente eficaz, señor secretario de Estado, y el primer paso para luchar con eficacia contra este fenómeno es, sin duda, hacer un buen diagnóstico. Sinceramente, creo que Occidente, en estos últimos años, ha errado el tiro claramente y que todos tenemos que hacer un análisis de autocrítica, y no digo los españoles o los europeos, sino los demócratas del mundo. Empezamos a vivir una peligrosa, irresponsable y temeraria siesta con la caída del muro de Berlín en 1989 y el desfondamiento de la dictadura soviética en 1991 y fíjese usted que desde entonces hasta la mañana trágica del 11 de septiembre de 2001, Occidente, las democracias, pensaron que habían ganado, se relajaron, se tranquilizaron y algunas voces, de forma incomprensible, irresponsable y desde luego temeraria, como dije antes, empezaron a clamar por, por ejemplo, fíjese usted qué disparate, la disolución de los servicios de inteligencia; otros servicios de inteligencia dejaron de confiar en las fuentes humanas y se centraron exclusivamente en las de captación mecánica, electrónica o por medio de satélites, y otros, simple y llanamente, incluso empezaron a decir que se estaban inventando nuevos enemigos que no existían, que hablábamos de fantasmas, que nunca llegarían a golpear con fuerza; hasta recuerdo a algún responsable político decir ya está Fulanito con sus ocurrencias, cuando se hablaba del futuro riesgo que podía suponer el terrorismo islamista radical, al que me gusta más llamar yihadista. Fíjese, tantos años de irresponsabilidad, de errar en el diagnóstico, nos despertaron de golpe esa mañana del 11 de septiembre. Otros países estábamos despiertos y en España, desde los años ochenta y tantos —Gobierno socialista anterior, Gobierno del Partido Popular desde luego—, intensificamos nuestra acción en ciertos marcos internacionales para hacer más eficaz la lucha contra el terrorismo en muchos frentes, señor secretario de Estado. Eso lo hicimos, por ejemplo, en el ámbito europeo, e iré a ello más tarde. Si hasta el juez Brouguière, el juez antiterrorista francés, lo califica de fenómeno polimorfo, lo que sea eso. Yo lo llamo multidimensional, y como fenómeno multidimensional tiene que ser afrontado, y para que cualquier sociedad democrática pueda luchar con eficacia contra un fenómeno de estas características tiene que hacer un análisis muy profundo, sin caer en los tópicos, en los lugares comunes, en la coyuntura política, en la corrección política, teniendo valor, afrontando los retos que tiene nuestra sociedad en el siglo XXI, que son, obviamente, el terrorismo, pero también el crimen organizado, la proliferación de armas de destrucción masiva; cuidado, no lo olvidemos, que, como hemos tenido un desencuentro o una discrepancia profunda en el seno de sociedades democráticas en torno a armas de destrucción masiva, ya nadie se atreve a volver a hablar de eso, y esa proliferación es un mal que existe, y países que han sido referencia y referente político para ustedes, como Francia y Alemania, tienen este problema al mismo nivel que el terrorismo en la escala de sus preocupaciones, porque la combinación de esos tres factores, secretario de Estado, puede ser extraordinariamente mortífera. Fíjese usted que, simple y llanamente, una bomba potente en un contenedor en cualquier puerto del mundo podría dar al traste con el comercio mundial como lo conocemos hoy. Cualquier tipo de arma sucia, de arma nuclear o de gran capacidad destructiva en una ciudad poblada o en un aeropuerto impondría tales restricciones al tráfico comercial, al flujo normal de turismo o de viajes de negocios que desaparecería el mundo económico o los fundamentos de nuestra economía tal y como la conocemos hoy. Por eso estoy de acuerdo con usted en que legalidad y Estado de derecho son el punto principal, indudablemente, pero también dimensión de reformas legales: reformas legales internas —España ha sido un ejemplo muy claro en esto; hemos reformado nuestras leyes para hacerlas más eficaces en la lucha contra el terror, porque en un Estado de derecho el arma más eficaz, casi la única diría yo, debe ser la ley—, pero también en el ámbito europeo —usted ha mencionado algunos casos— y en el ámbito multilateral. Reconozcamos nuestro fracaso porque hasta el año 2001 las convenciones en el ámbito de Naciones Unidas para luchar contra el terrorismo o no eran ratificadas o simple y llanamente no veían la luz; sólo vio la luz y ha sido ratificada la de la lucha contra los atentados con explosivos. Fíjese usted hasta qué punto llega la mezquindad de la humanidad que no hemos sido capaces de definir terrorismo, terrorista o acto terrorista. Tiene que llegar el 11 de septiembre para que el día 12 se adopte ya la resolución 1368, que usted ha mencionado, y la 1373, por cierto hecha de retales de muchas de las convenciones que nunca vieron la luz. Tuvo que ocurrir aquello. Lucha contra la financiación del terrorismo. Yo tuve responsabilidades en la primera legislatura como director de gabinete del ministro del Interior y le puedo garantizar que estuvimos estudiando los sistemas en otros países para coordinar internamente una lucha más eficaz contra la financiación ilegal. Y hemos pedido durante años desde el Partido Popular, y cuando estábamos en el Gobierno también, mayores medios para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado del mundo y para los servicios de inteligencia, porque a partir de la segunda fase del blanqueo de dinero es prácticamente imposible detectar la procedencia ilegal de esos fondos, y las grandes organizaciones terroristas tienen negocios legales, ilegales y alegales; sus beneficios se mezclan y recurren a la comisión de los delitos más graves porque son los más lucrativos: tráfico de seres humanos, tráfico de drogas, tráfico de armas y explosivos, fraude a gran escala y muchos más. Hay que señalar, y en el debate anterior hablamos sobre los medios de comunicación y el heroísmo de los periodistas en la lucha por la verdad y la libertad de expresión y de información, que el compromiso de los medios de comunicación ha de ser fundamental en la lucha contra el terror. España ha dado buen ejemplo y yo diría que es el paradigma de ello en el mundo occidental. Pero liderazgo político, señor secretario de Estado, es fundamental; liderazgo político inequívoco, además de escuchar, como decía el señor presidente del Gobierno en Time. Está muy bien eso de escuchar, pero un líder político tiene que liderar y tiene que dar la sensación al país de que está al frente del problema, que lo entiende y que es referente, y yo espero que acabe siéndolo porque hoy no lo veo, señor secretario de Estado. La movilización y la conciencia de nuestras sociedades democráticas es fundamental. No son actos inútiles las manifestaciones en las que nos reafirmamos en nuestras convicciones y en el respeto a nuestros principios: la educación en libertad, en tolerancia, en pluralismo; el fomento y no imposición de la democracia; la cooperación internacional… Usted ha mencionado los casos de la Unión Europea y el caso multilateral en el sistema de Naciones Unidas. Eso está muy bien, pero no hay que olvidar la cooperación bilateral, que usted ha mencionado de pasada. Yo le puedo garantizar que en mis cuatro años en el Ministerio del Interior dedicábamos mucho tiempo y esfuerzo a nuestros contactos y cooperación bilateral con Francia, Reino Unido, Italia, Egipto, México, Estados Unidos, Argentina, e incluso, fallidamente, he de decirlo, con Venezuela. Ustedes dicen alianza de civilizaciones, y yo le digo alianza de democracias, yo le digo diálogo de civilizaciones, que es lo que ya está establecido. Lo que ustedes nos presenten como novedad lleva décadas debatiéndose en diferentes foros, en la Unesco, en España, en universidades, usted mismo dirigía una fundación dedicada a eso mismo. No era por tanto una novedad, señor secretario de Estado.   
 
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