Merkel y el fracaso del multiculturalismo

por Ana Ortiz, 27 de octubre de 2010

 

Merkel habla
 
El intento de crear una sociedad multicultural ha fracasado por completo”. Estas son las declaraciones de Angela Merkel que ya han desencadenado ríos de tinta, en la mayoría de los casos, sin conocer el asunto de fondo. Según la BBC, la canciller alemana dijo que: “A principios de los 60, nuestro país convocaba a los trabajadores extranjeros para venir a trabajar a Alemania y ahora viven en nuestro país (…) Nos hemos engañado a nosotros mismos. Dijimos, ‘no se van a quedar, en algún momento se irán’. Esto no es así, por eso necesitamos integrar a los extranjeros en la sociedad alemana. Es vital”.
 
Sobre el Islam, Merkel dijo: “El Islam es bienvenido en Alemania siempre y cuando reconozca nuestros valores fundamentales. La percepción del Islam se caracteriza por la aplicación de la ley religiosa, la ausencia de igualdad entre hombres y mujeres y en algunos casos, los asesinatos por honor, cosas inadmisibles para un país con valores cristianos como Alemania”.
 
Más: “Los inmigrantes deben aprender alemán para competir en el mercado laboral. Cuando uno no habla en idioma del país en el que vive, no sirve para nada, ni para el país ni para la sociedad. Por eso les digo en cada ocasión que tienen que aprender a hablar el idioma alemán con soltura y sin acento”.
 
En definitiva, que lo que dice la señora Merkel es que no se puede vivir de espaldas a la realidad, que es obviar la necesidad de los inmigrantes se integren en la sociedad occidental adoptando las costumbres, derechos y deberes de ésta, dejando atrás aquellas que suponen una involución en ese campo, sin que por ello, se tenga uno que olvidar de su origen y costumbres.
 
Obviedades que ponen en pie de guerra a ciertos sectores que viven muy cómodamente instalados en la demagogia de salón, mientras miran para otro lado ante la realidad de millones de personas que se ven obligados a abandonar su país en busca de una vida mejor. Lo que estos sectores no cuentan es que en septiembre de 2010, Angela Merkel y el primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, mantuvieron una reunión en Berlín para tratar precisamente el tema de la integración de la comunidad turca que vive en Alemania. Lo hicieron porque en 2011 se cumplirá el cincuenta aniversario de recibimiento en Alemania de “trabajadores invitados” (Gastarbeiter) de origen turco.
 
Ambos mandatarios estuvieron de acuerdo que no se trata de “asimilar” sino de “integrar”. Ambos políticos afirmaron que todavía existen carencias en este aspecto. El presidente alemán, Christian Wulff, aseguró que “el Islam pertenece a Alemania”, refiriéndose al islam moderado y habló de la tolerancia hacia otras religiones.
 
El asunto es lo suficientemente importante como para que hay sido analizado en diferentes periódicos europeos desde una perspectiva más seria.
 
El periódico de izquierdas Pravda opina que este asunto debe discutirse con urgencia: “Una parte de los inmigrantes consiste en mano de obra cualificada buscada; otra es un peso para el sistema social. Todos traen consigo tradiciones que enriquecen, pero también costumbres que producen desconfianza.”
 
El periódico liberal The Independent habla de un asunto de dimensión europea: “Alemania se une ahora a Francia, Bélgica, Holanda y, en menor medida, a Gran Bretaña, en el hecho de cuestionar el enfoque multiculturalista adoptado por los Gobiernos durante muchos años. Si ahora se trata de poner el énfasis en la integración, el esfuerzo, no obstante, tendrá que ser de las dos partes. Además de exigir que los inmigrantes hagan más, los Gobiernos y la población autóctona también tendrán que esforzarse más. Y eso es algo que requerirá fondos (para la enseñanza de la lengua, para una mejor educación y hogares) en un momento en el que el dinero es un bien escaso”.
 
El periódico holandés Trouw considera que se debe hablar sobre los valores de la sociedad en el debate sobre la integración: “No hay razón para evitar la discusión sobre la integración. ¿Cuánta inmigración deseamos, qué condiciones deben cumplir los inmigrantes? ¿Y existen valores a los que no se debe renunciar? Son cuestiones que se deben tratar en un debate sobre integración.”
 
En resumen, el tema está o debería estar en las agendas de los políticos. El asunto tiene que ver con un enfoque claro hacia la integración y verlo como algo políticamente incorrecto, porque la convivencia no entiende de oportunidad política.
 
De inmigración cultural, a inmigración formal
 
Es verdad que Alemania se está planteando esta cuestión más tarde de lo que debería, y ellos mismos son conscientes de ello: “pensábamos que no se quedarían”. Mal diagnóstico para un país con una larga tradición inmigratoria: el milagro económico en la República Federal de Alemania producido hasta comienzos de los años 70, llevó a la contratación de millones de trabajadores, provenientes del sur y el sudeste de Europa, principalmente españoles, italianos y griegos, hasta que en los años 60, la balanza se inclinó a favor de yugoslavos y turcos. Desde finales de los años 50 hasta 1973, llegaron a Alemania unos catorce millones de trabajadores extranjeros, de los que se estima que once millones regresaron más tarde a sus países. Entre estos millones también hay que contar con los miles de refugiados que llegaron a Alemania tras la II Guerra Mundial (unos 440.000 hasta 1992).
 
Sin embargo, este crecimiento de población extranjera no se contempló en las decisiones políticas de entonces y por tanto, no se desarrollaron los necesarios planes de inmigración e integración. Fue en 2005, a raíz del informe de la Comisión Independiente sobre Inmigración, primero, y la Ley de Inmigración después, cuando los alemanes empezaron a tomarse este asunto con perspectiva real.
 
Antes de esto, lo que sí que hizo fue regular el derecho de asilo (1993). Desde entonces, no puede acogerse a este supuesto quien proviene de países “sin persecución” o ingresar a Alemania a través de “terceros países seguros”. Esta medida hizo descender el número de solicitudes de asilo, sumado en 2007, algo más de 19.000.
 
Pero esas medidas hicieron aumentar simultáneamente el número de estancias ilegales en el país. Paralelamente, movimientos migratorios laborales irregulares o ilegales crearon una economía sumergida en la construcción y la limpieza sobre todo.
 
Alemania se encontró con otro factor: las consecuencias de la reunificación alemana, los denominados “inmigrantes repatriados”:población de origen alemán de Europea del Este, Central y del Sudeste. Los repatriados conforman, después de los desplazados e inmigrantes laborales, el tercer mayor grupo inmigratorio. Se estima que desde 1950 ingresaron en la República Federal de Alemania unos cuatro millones y medio de “repatriados” y “repatriados tardíos. En la RDA, la inmigración de repatriados fue considerablemente menor.
 
La caída del muro de Berlín también trajo consigo la llegada de judíos de los Estados de la antigua Unión Soviética. Hasta abril de 1991, casi cinco mil judíos de la URSS solicitaron asilo en el territorio de la ex RDA, asilo que se extendió después al resto de la Alemania unida. Se estima que a finales de 2007 había ya unos doscientos mil inmigrantes judíos en Alemania a los que se dispensó un trato especial en compensación a los horrores sufridos en época de Hitler.
 
Con este panorama, el Gobierno alemán aprobó la Ley de Inmigración (en vigor desde 2005) que introdujo algunos requisitos como el conocimiento del idioma y el denominado “pronóstico de integración” para los judíos, algo parecido a un sistema de puntos, aspectos que se materializaron en cursos de idioma e integración. La Ley creó además, una nueva administración de la inmigración y la integración- Oficina Federal de Migración y Refugiados (BAMF) con sede en Núremberg- centralizada a nivel federal, puesto que la integración es competencia de los Estados Federados.
 
Del proyecto de Ley se eliminó la idea de un sistema de puntos general para regular la inmigración de acuerdo con determinados criterios inspirados en la legislación canadiense y el asesoramiento científico por parte de un Consejo de Inmigración. Fue un rotundo fracaso sobre todo en la búsqueda de los mejores cerebros, así que en 2008, se planteó de nuevo la posibilidad de crear dicho sistema de puntos y de una comisión independiente de asesoramiento en cuestiones de inmigración e integración.
 
En definitiva, la Ley de Inmigración de 2005 fue la culminación de una serie de reformas y leyes tales como la reforma del Derecho de Extranjería en 1990; la reforma del Derecho de Nacionalidad en el 2000, que introdujo la posibilidad de acceder a la nacionalidad alemana a través del nacimiento en el país, paralelamente a la aceptación de la doble nacionalidad por un tiempo determinado. Incluso, fue el detonante de una transformación hacia un país de integración, como quedó de manifiesto en la Cumbre de Inmigración y la Conferencia Alemana sobre el Islam de 2006.
 
La Ley de Extranjería de 2005, con sus luces y sombras, ha supuesto un paso importante para Alemania, puesto que ha tomado conciencia de que es un país atractivo para gente de otros países que llega para quedarse y que es algo que tiene organizar, aspecto decisivo para el futuro de la República Federal de Alemania como Estado de Bienestar.
 
El Plan de Integración de Merkel
 
Con todo este camino recorrido, en 2007, el Gobierno de la canciller Angela Merkel pone en marcha el denominado Plan Nacional de Integración en cuyo diseño también participan las asociaciones de inmigrantes. Dicho Plan recoge cuatrocientas medidas destinadas a la integración de quince millones de inmigrantes. Se trata de un instrumento mediante el que el Gobierno de Merkel pretende ofrecer a todos las mismas posibilidades de vida, con independencia de su origen. Se basa en cuatro aspectos: fomento del conocimiento del alemán, mejoría en la educación en los colegios, avance en la formación adulta y ayuda de cara a la integración en el mercado laboral. Además, se trabaja en la integración a nivel local, especialmente en mujeres y niñas, mediante el fomento de sus derechos, el fortalecimiento del compromiso ciudadano y la inclusión de los medios de comunicación en el proceso de integración.
 
La Ministra Adjunta en la Cancillería Federal, María Böhmer, asegura entonces que 2008 es el año de la integración y que el Plan constituye un tema central en casi todos los ámbitos políticos y sociales de Alemania: “la integración exitosa supone posibilidades de participación en igualdad de condiciones en todos los ámbitos de la vida, en la escuela, en la cultura, el deporte, en la ciencia.”
 
La señora Böhmer dice algo muy interesante: que la sociedad alemana estará dispuesta a acoger, aceptar y comprometerse con los inmigrantes siempre y cuando ellos también recorran ese camino, reconociendo y asumiendo los derechos, deberes y valores de la sociedad alemana, obteniendo al final la nacionalidad alemana, entendida como la culminación de ese proceso.
 
Con todo esto, ¿cómo es posible que la canciller alemana asegure que el multiculturalismo ha sido un fracaso?
 
Basta de complejos
 
Precisamente por eso, porque no se trata ni de asimilación ni de multiculturalismo. Se trata de integración en serio. La asimilación como tal es imposible porque no se puede- ni se debe- eliminar la cultura de base para adoptar otra nueva. El multiculturalismo es ineficaz porque una sociedad abierta y libre no es compatible con otras que niegan valores fundamentales, como es la libertad de opinión y expresión la igualdad del hombre y la mujer, la igualdad ante la ley, la libertad de Credo.
 
Por un complejo de inferioridad de las sociedades occidentales, se ha permitido que se formen islas multiculturales que han perjudicado la estructura social. Hay que fabricar la diversidad dentro de un fondo común, que incluya las leyes, su conocimiento, el origen las mismas, así como la identidad de los valores occidentales. No se trata de un fracaso a nivel local en Alemania. Se trata de un fracaso a nivel europeo, aunque el caso alemán sirve como muestra.
 
La canciller alemana no puede revertir en tan poco tiempo lo que se ha obviado durante décadas (como ha pasado en todos los países receptores de inmigrantes) puesto que esta labor de integración- camino que deben andar unos y otros- comporta un cambio cultural importante y sin complejos. 
 
Si este Plan Nacional de Integración – o cualquier otro- se toma en serio probablemente se noten los cambios, aunque poco a poco y dentro de unos años. La integración es lo suficientemente importante como para lo valoren tanto los inmigrantes, como los nativos. Redundará en una convivencia mejor.
 
Y lo es, además, por el factor crisis que no ayuda a mejorar la situación, en un momento en que los países europeos deben afrontar serenamente el Estado del Bienestar tal y como lo conocemos hoy, donde seguramente habrá que ajustar el gasto en la prestación de servicios, subvenciones, etc. No se puede culpar a los inmigrantes de la utilización de dichos servicios a los también tienen derecho como contribuyentes, como tampoco se les puede demonizar porque ahora ocupen puestos de trabajo que los nativos hemos desechado en época de bonanza. Lo que hay que hacer es entender que forman parte de nuestra sociedad, como ellos también deben asumirlo, con derechos y obligaciones.
 
La visión paternalista del Estado frente a los inmigrantes solo ha traído fracaso. No son víctimas de nuestro sistema de valores. Son víctima- somos víctimas todos- de nuestros complejos como sociedad occidental. Las sociedades avanzadas están creciendo por los flujos migratorios. Las viejas naciones occidentales están cambiando su estructura social a un ritmo vertiginoso, por la afluencia de nuevos vecinos que traen consigo su cultura, sus valores y su visión del mundo. Pero no podemos exigir que los que llegan de fuera asuman un modelo de convivencia que hasta ahora ha resultado ser el menos malo, si nosotros tampoco lo reconocemos, lo impulsamos y lo defendemos. No hay que tener miedo a un cambio de pigmentación, sino a perder la libertad que tanto ha costado conquistar. 
 
La integración de los recién llegados necesita una política que conecte con otras muchas, cuyo común denominador sea la integración basada en valores democráticos, en la libertad del individuo como protagonista de su propio proyecto vital y no, como un colectivo menor de edad. Los caminos del Plan Nacional de Integración de Alemania son acertados: conocimiento del idioma, integración desde la escuela, mejoría de la formación adulta y posterior integración en el mercado laboral, que vendrá solo si los pasos anteriores se han hecho bien.
 
Tenemos la receta. Es cuestión de ponerla en valor y en práctica.


 

 
 
Ana Ortiz es Licenciada en Ciencias de la Información, Periodismo, Universidad Complutense de Madrid. Master en Radiodifusión por RNE y períto grafólogo por la Facultad de Medicina Legal de la Universidad Complutense de Madrid. Asesora política, experta en relaciones institucionales para Iberoamérica, en protocolo empresarial y liderazgo. Asesora en campañas electorales sobre comunicación en Internet y redes sociales. En el Grupo, es Analista en Inmigración y Seguridad interior y Analista de Medios de Comunicación. Ha participado en debates y entrevistas en Libertad Digital TV, Telemadrid, Radio Intereconomía, Intereconomía TV, Veo7 y Periodista Digital en temas y cuestiones de inmigración, y de política en general.