Mauritania en la nueva encrucijada magrebí

por Marcos R. Pérez González, 8 de junio de 2005

Los recientes intentos de golpe de Estado sucedidos en Mauritania, en concreto en el año 2003 así como los dos acontecidos en el año 2004, han vuelto a poner de actualidad, si es que alguna vez la tuvo en España, un país en exceso olvidado, percibido bastante lejano y en cierto modo carente de interés o al menos con un interés relativo en el complejo ámbito regional constituido por el Magreb. Nada más lejos de la realidad, Mauritania posee unos potenciales recursos naturales, en particular gas y petróleo, además de grandes recursos pesqueros que podrían haber sido muy atractivos para la denostada flota española, siempre a merced de los caprichos y veleidades de la monarquía marroquí. Sin ocupar un espacio geográfico central en el seno de la UMA, su ubicación periférica limitando al Sahara Occidental adquiere una importancia capital, no siempre tenida en cuenta bajo una perspectiva geoestratégica en la Política Exterior española,  carente por lo general de ciertas dosis de imaginación, no habiendo sabido rentabilizar en determinados momentos de la historia de aquel país su implicación en la posible resolución de diversos conflictos que han afectado a España. Los últimos sucesos acaecidos en Mauritania ponen de relieve que parte de sus problemas internos y externos, se inscribirían dentro de la propia lógica en la que se desenvuelve el desarrollo del Magreb en la actualidad en sus múltiples facetas, la encrucijada magrebí, caracterizada por un difícil proceso de transición a la Democracia, escaso crecimiento económico, débiles índices de desarrollo social, persistencia y auge del islamismo así como existencia de conflictos intrazonales que de algún modo lastran la cooperación intrarregional.

La difícil coyuntura política de Mauritania tras su independencia

Cuando Mauritania accede a su independencia en octubre de 1960 todo hacía presagiar que el desarrollo del nuevo país no iba a ser nada fácil dadas las condiciones sociales, políticas y económicas en las que estaba sumido, tanto en su interior como en  relación con el entorno más cercano, constituido entonces y al igual que ahora, por el Magreb. Así, los rasgos más relevantes del nuevo Estado serían su escaso poblamiento, bajo nivel de instrucción y formación de la sociedad, ausencia de una elite bien preparada para gobernar, abundancia de recursos naturales, la mayoría aún por descubrir y explotar a excepción de las minas de mineral férrico, sociedad poco cohesionada y dotada de estructuras todavía tribales y lo más importante, dificultad para ser reconocido como actor regional relevante, tanto en el Magreb como en al África subsahariana, además de sufrir el acoso de un país, Marruecos, que reivindicaba la soberanía sobre todo el territorio del nuevo Estado.  Nótese que muchas de estas características aún perduran y que la mayoría eran coincidentes o muy parecidas a las de otro territorio cercano, entonces aún controlado por la metrópoli como era el Sahara Occidental español.
 
En efecto, Francia tuvo que hacer frente a dos problemas acuciantes como eran las reivindicaciones del territorio por Marruecos así como la formación de una elite política que pudiera regir los designios del país tras la independencia. Lo primero lo consiguió al convertir a Mauritania en un nuevo Estado y mantener una presencia militar en territorios cercanos como Senegal. Lo segundo a través de la negociación de la independencia con quienes ya habían ocupado algunos puestos en la Administración francesa y que, de algún modo, habían sido educados y socializados en un ámbito cultural europeo, como era el caso de Mojtar Uld Daddah, diputado por la Asamblea territorial en 1957, vicepresidente del Consejo de Gobierno y reelegido diputado en 1959, tras haber constituido el que será su primer partido político y sucedido a sí mismo en el cargo de primer Ministro[i]. Sin saberlo aún, Mauritania había descubierto dos de los grandes problemas a los que deberá hacer frente en innumerables ocasiones a lo largo de su corta historia como Estado independiente. Así, la consideración de Uld Daddah como interlocutor válido por la metrópoli escondía un grave problema de índole étnica y tribal pues tal elección arrastraba tras de sí una preferencia, en este caso de Francia con relación a la etnia arabo-bereber sobre la negroide en un país salpicado por indudables conflictos étnicos de toda índole. No es de extrañar que desde un principio, la religión fuera utilizada al igual que hoy en día como elemento identificador y aglutinador de la población de Mauritania además de perseguir una indudable función integradora como era el logro de una mayor y mejor cohesión de toda la sociedad mauritana. Pese a que el Islam en este país no ha sido inmune a la penetración del radicalismo oriental encarnado en doctrinas islamistas de toda índole, lo cierto es que el Estado se sigue calificando como una República islámica. De hecho, el Islam llegará a ser determinante en algunas fases de la política interna de Mauritania así como en su política exterior.
 
La creación de un sentimiento y conciencia nacional no se hará apelando tan sólo a esos elementos culturales propios del país y la sociedad mauritana, algunos de ellos, como por ejemplo la lengua, de dudosa raigambre en el paisaje social del nuevo Estado, pues se entenderá que el árabe debería ser la lengua oficial en el país, circunstancia que creará innumerables problemas y conflictos en el seno de la población. Junto a este elemento aglutinador se intentará crear para Mauritania un rol o papel en el ámbito internacional, que le permitiera ocupar una posición relevante en el ámbito geográfico donde estaba incardinado además de servir para dotar de mayor legitimidad al Estado y su futura acción exterior y todo ello sin desdeñar el principal objetivo perseguido como era la obtención de un reconocimiento internacional por parte, tanto de Naciones Unidas como de sus vecinos inmediatos que, como Marruecos, no escondían sus veleidades anexionistas sobre el país del Chingueti. De este modo, Mauritania creará un discurso en torno a la singularidad del nuevo Estado, discurso basado en el teórico papel de puente que habría cumplido inmemorialmente entre culturas y áreas geográficas diversas, en concreto el Magreb y el Sahel, con alguna conexión hacia el África negra subsahariana. Junto a ello, Mauritania orienta su política claramente hacia el Magreb con el interés puesto en su reconocimiento por la Liga Árabe. De éste modo, la ambigüedad de la política exterior mauritana, no lo olvidemos, fuertemente influida por la diversidad y conflictividad social reinante en el país entre etnias negroides y arabo-bereberes, tendió con el tiempo a girar hacia un solo polo, en la actualidad, el mundo arabo-islámico.
 
En el plano interno, si bien Mauritania aprueba en 1959 una Constitución de tipo parlamentario, reconociendo el pluripartidismo, dos años más tarde, Uld Daddah promueve la aprobación de un nuevo texto de corte presidencial, proclamando el partido único en 1963, recibiendo respaldo constitucional en 1965 y declarando su supremacía sobre el Estado en 1966[ii]. Definitivamente el intento de desarrollar la democracia pluripartidista en Mauritania había fracasado, tal vez influida de nuevo por los conflictos étnicos, en especial el lingüístico, que salpicaba intermitentemente a la política del Estado. De hecho, en 1966 hubo que declarar oficial el bilingüismo en Mauritania. La consecuencia de la creación del partido único fue la radicalización del campo político en el país, generación de multitud de partidos clandestinos, de corte étnico algunos de ellos y finalmente el surgimiento de corrientes políticas en exceso influidas por movimientos e ideologías provenientes de extremo oriente como el naserismo o el baasismo iraquí eso sin descontar los movimientos políticos de corte marxista o maoísta. Todos ellos generarán sus círculos de influencia en el seno del ejército, elemento esencial que explicará el inicio del movimiento golpista en Mauritania. El último movimiento radical en penetrar en Mauritania será el islamismo, pero éste en épocas más tardías, ideología que explicaría en parte los últimos acontecimientos, junto a una fuerte oposición tanto hacia Estados Unidos como al Estado de Israel con el que estaría cooperando Mauritania en la actualidad.
 
El inicio del golpismo en Mauritania comienza tras la errónea decisión de Uld Daddah de apoyar a Marruecos en la reivindicación del Sahara Occidental español por razones aún no bien estudiadas. En éste sentido, el ingreso de Mauritania en Naciones Unidas en 1961, cambió en cierta medida la Política Exterior marroquí hacia el nuevo Estado. Así, los anhelos anexionistas sobre el Sahara Occidental encontraron un apoyo en el país del Chingueti que acabó aceptando el reparto del territorio con el reino alauita. La guerra será mortal de necesidad para Mauritania, el eslabón débil y objetivo de los ataques del Frente Polisario. Así, en 1978 un golpe de Estado militar desaloja del poder a quien fuera considerado padre de la independencia de Mauritania, Mohtar Uld Daddah. El ejército se convierte en pieza esencial para comprender el cambio político en el país. En cualquier caso, la misma institución castrense será presa de sus propias incoherencias, en particular a través de sus divisiones internas, la mayor parte de carácter ideológico pues habrá sectores pro Polisarios, pro marroquíes, pro argelinos así como sectores fuertemente influidos por países como Libia, Irak, o Arabia Saudí. Ello explicaría los sucesivos golpes de Estado de 1978,1979, 1981, 1984 y 1987, todos perpetrados por facciones diversas del estamento militar. El golpe de Estado más destacado quizás sea el de 1984 pues permitió el acceso al poder del actual presidente de Mauritania, Muawiya Uld Sid Ahmed Taya siendo la coyuntura política exterior la que marque de nuevo el cambio político en Mauritania, de ahí la importancia de su análisis. En 1991, Uld Taya restableció el pluripartidismo en el país, habiendo ganado todos los comicios electorales desde entonces, sufriendo en el año 2003 y 2004 sendos golpes de Estado.
 
Las complejas relaciones exteriores de Mauritania
 
La Política Exterior mauritana ha constituido desde el acceso a la independencia del país uno de los elementos explicativos no sólo de las distorsiones continuas del proceso de desarrollo político mauritano, sino también de los distintos movimientos de corte golpista acaecidos en Mauritania. De hecho, la actual acción exterior mauritana con una aproximación evidente tanto hacia Estados Unidos como Israel, explicaría en parte la radicalización de un sector de la oposición al Gobierno así como los últimos intentos de desalojar de la presidencia de la República, por la fuerza, al actual presidente Uld Taya.
 
Así, si bien en un principio, Uld Daddah intentó erigir una Política Exterior basada en la idea de la consideración de Mauritania como un país puente o nexo de unión entre el Magreb y el África negra, muy pronto se hicieron evidentes las discrepancias en numerosos sectores políticos pertenecientes a un sector poblacional de cultura arabo-bereber. De hecho, las tribus morabitas, excesivamente tradicionales y rigoristas en la interpretación del Islam y favorables a la instauración de un teocracia, criticarán abiertamente el intento modernizador de Uld Daddah. Junto a ellos, el movimiento de la Nahda, se mostrará partidario de una integración definitiva en el Magreb. Pese a ello, Mauritania se mostrará muy activa en los primeros años de independencia, participando en la creación, en 1961 de la “Union Africaine et Malgache”, en la OUA en 1963 e incluso en la fundación de la “Organisation des Etats Riverains du fleuve Senegal” junto a Guinea, Mali y Senegal, en 1968[iii].
 
Pero sin lugar a dudas, el mayor éxito del país sería su ingreso en las Naciones Unidas en el año 1961 tras superar las presiones de Marruecos en su contra, la de la Unión Soviética e incluso la Liga Árabe si exceptuamos a Túnez y Argelia. La Política Exterior Mauritana fue presa, tanto de las propias incoherencias de sus fundamentos como de las presiones ejercidas en su contra desde el exterior y el interior de la nación. La consecuencia sería el abandono progresivo de uno de los polos en los que se sustentaba, en concreto la idea de nexo con el África negra, orientándose definitivamente hacia el mundo arabo-islámico, opción apoyada sin duda por el peso específico de la población arabo-bereber sobre las etnias negras del sur del país y confirmada tras el ingreso en la Liga Árabe en el año 1973.
 
Sin lugar a dudas, un capítulo aparte merecen las relaciones exteriores con un país cercano como Marruecos pues este ejerció y sigue ejerciendo una influencia demasiado pesada sobre la política mauritana. En efecto, cuando Marruecos accede a su independencia en 1956, el nacionalismo marroquí había elaborado ya la teoría del gran Magreb, en particular de la mano de Allal El Fassi, verdadero ideólogo del expansionismo marroquí. Las veleidades soberanistas del reino alauita se extendían sobre el Sahara Occidental español, Mauritania, norte de Mali y parte de Argelia. Con ciertas cautelas iniciales y con el fin de no entrar en competición con el nacionalismo marroquí, verdadero artífice de la lucha por la independencia de Marruecos, el Majzén acabará aceptando algunas reivindicaciones territoriales intentando rentabilizar políticamente las mismas frente a la sociedad marroquí. Así, en el primer órgano representativo creado en el país, una Asamblea consultiva de carácter corporativo, se permitió la inclusión de un Ulema procedente del desierto del Chingueti y algo más tarde, el presidente de las “juventudes mauritanas”[iv]. La presión marroquí se incrementará al acceder Mauritania a la independencia y pretender su reconocimiento e integración en las Naciones Unidas, acción bloqueada desde el reino alauita con el apoyo de la Unión Soviética y la Liga Árabe, favorable a las tesis marroquíes. La acción marroquí fracasará en el primer caso pues Mauritania accede a la ONU en 1961, no así a la Liga Árabe pues aún tendrá que esperar al año 1973. A pesar del reconocimiento internacional de Mauritania, Marruecos no establecerá relaciones diplomáticas con el país saheliano hasta 1969, año en que Uld Daddah fue invitado por Hassan II a la cumbre islámica celebrada en Marruecos, suprimiendo ese mismo año el Ministerio de Asuntos mauritanos y del Sahara.
 
Parece evidente que la Política Exterior marroquí cambió su estrategia con relación a Mauritania, quizás condicionado por el enfrentamiento existente entre Marruecos y Argelia además de las veleidades expansionistas de Hassan II sobre el Sahara Occidental español. Teniendo en cuenta que el reconocimiento de Mauritania en el Magreb y la Liga Árabe dependía inexcusablemente del entendimiento del país con Marruecos,  es fácilmente comprensible el hecho de que finalmente Uld Daddah acabara aceptando la reivindicación conjunta de la colonia española junto a Hassan II. La guerra contra el Frente Polisario tendrá nefastas consecuencias en el país pues, aparte de sumirlo en una crisis económica sin precedentes, permitirá al ejército adquirir un papel político predominante y permitirá a Marruecos ejercer una presión excesiva sobre Mauritania, interviniendo en el proceso político del país. En cualquier caso, el golpe de Estado de 1978 que acabó con el gobierno de Uld Daddah, permitió el surgimiento de una Junta militar, creada para ejercer el poder político,  mostrándose decidida a terminar con la guerra contra el Frente Polisario. Descontrolada la situación y sirviendo Mauritania de base para los ataques polisarios contra Marruecos, Hassan II enviará 8.000 efectivos militares al territorio mauritano en lo que sin duda suponía una intervención intolerable para un sector del ejército mauritano. Así, en 1979 un nuevo golpe de Estado por parte de militares hostiles a Marruecos cambiará la Junta militar. Marruecos decidirá intervenir de nuevo, a sabiendas de que un gobierno favorable al Frente Polisario podría complicarle las operaciones militares en el Sahara. En abril, un grupo de militares promarroquíes consiguen derrocar al presidente mauritano, Uld Salek, intentando recomponer las relaciones con Marruecos, operación fallida y que obligará a numerosos oficiales a refugiarse en el reino alauita creando un movimiento de “oficiales libres”. Por su parte, el coronel Uld Buceif, artífice del golpe de estado, morirá en accidente sucediéndole el teniente coronel Uld Hedalla. De nuevo se decidirá poner fin a la guerra contra el Polisario, firmando un acuerdo de paz en Argel y restableciendo relaciones diplomáticas con la República Árabe saharaui así como Argelia. Definitivamente, Marruecos parecía haber perdido la partida a pesar de apoyar un nuevo golpe de estado en Mauritania en el año 1981 lo que motivó la ruptura de relaciones diplomáticas entre los dos países durante unos meses. Finalmente, Mauritania pondrá todo su empeño en el logro de un objetivo siempre deseado como era su total integración en un área regional considerada esencial en su proyección estratégica como era el Magreb. Nadie se acordaba ya del África negra de modo que en 1983, Mauritania se adhiere al tratado de fraternidad y concordia con Argelia y Túnez y en 1989 ingresará en la UMA. En este tiempo aún se producirán dos nuevos golpes de estado, uno de ellos, en 1984, permitirá el acceso a la presidencia del país a Uld Taya, aún en el poder y en 1987, se producirá un golpe de Estado por parte de un grupo de militares pertenecientes a  etnias negroides, iniciándose una represión sobre parte de la población negroafricana que acabará generando un nuevo conflicto, éste con el vecino del sur, Senegal.
 
El acceso de Uld Taya al Gobierno de Mauritania, a través de un golpe de Estado, no impidió que se iniciaran una serie de reformas en la política mauritana, tanto interior como exterior que acabarían solidificando un régimen y una presidencia que aún perdura, pues Uld Taya sigue siendo presidente de Mauritania a día de hoy. En este sentido, los cambios que pueden apreciarse se podrían desglosar en varios frentes, uno interior y otro exterior. Así, en el interior del país, Uld Taya conseguirá apaciguar las disensiones en el seno del ejército, en parte gracias a la política exterior desarrollada. Ello no evitó la generación de intentonas golpistas como la de 1987 o las más recientes del 2003 y 2004.  Junto a ello, también se han controlado los intentos por instaurar un régimen político excesivamente apegado a las tradiciones religiosas pues, si bien Mauritania se considera  una República islámica, los intentos por instaurar la sharia o ley islámica como forma de controlar y estructurar la sociedad mauritana fracasaron, como sucedió en 1982, circunstancia alentada entonces por el Irán jomeinista a cambio de la donación de cierta ayuda financiera para la depauperada Mauritania. En la actualidad, el país se considera confesional, posee un “ Consejo Islámico” y exige ser musulmán a cualquier candidato que pretenda presentarse a la presidencia de la Nación, aspecto recogido en la Constitución. Sin duda elementos más que suficientes para controlar la islamización de la sociedad y que no ha impedido la aparición de ideologías islamistas extremas en la década de los noventa. Pero sin duda, la reforma más importante de Uld Taya será la instauración del multipartidismo en 1991 tras la aprobación de una Constitución democrática.
 
En el ámbito exterior Uld Taya ha intentado mantener una política de ambigüedades calculadas pues si bien ha reconocido a la RASD, también es cierto que siempre ha preconizado una solución negociada al conflicto saharaui. Así, también recobró las relaciones diplomáticas con Marruecos y Libia, firmando un acuerdo de reconocimiento de fronteras con Argelia en 1985 y habiendo apostado abiertamente por una política orientada a la construcción y fortalecimiento del Magreb, situación que provocará de nuevo el malestar en la población negroide del país que sentirá amenazada su cultura y su lengua y que, como tantas otras veces a lo largo de su corta historia, acabará generando una nueva intentona golpista, esta en el año 1990. La integración de Mauritania en la UMA en 1989 no hizo sino generar más recelos entre la población negroide del país así como en el Senegal que no desaprovechó la ocasión para acusar al Gobierno mauritano de favorecer a las etnias árabo-bereberes en detrimento de las negroides situación que provocó una ruptura de relaciones diplomáticas entre los dos Estados, favorecidas por los ataques racistas generados en ambos países contra sus ciudadanos y la petición del Senegal de revisar las fronteras entre ambos Estados. Durante el año 1989 y 1990 Mauritania tendría que hacer frente al conflicto con el Senegal, la lucha contra una guerrilla, el FLAM(frente de liberación de los africanos de Mauritania), formado por población de color y por si no fuera poco, Marruecos volvería a jugar sus cartas en el escenario saheliano, posicionándose en favor de Senegal y acusando a Mauritania de dar facilidades al Frente Polisario en sus ataques contra el reino alauita. Nadie diría en este contexto que tan sólo hacía un año que Marruecos y Mauritania habían firmado el tratado constitutivo de la UMA.
 
En 1991 se producirá el cambio político inevitable en Mauritania, pues se aprobó una Constitución permitiendo el multipartidismo, elecciones libres y fin de la Junta militar, proceso no exento de polémica y como no de inestabilidad y conflictos pues de nuevo una corriente en el seno del ejército de corte baasista proiraquí presionará sobre el Gobierno en contra de su política excesivamente prooccidental. La corriente islamista hará lo propio, reclamando de nuevo la aplicación de la sharia o ley islámica y todo ello enmarcado en el contexto de la primera guerra del Golfo en la que Mauritania adoptó una postura ambigua pues condenó la invasión de Kuwait pero siguió cooperando con el Iraq de Sadam Hussein. La solución la encontró Uld Taya en 1992 con la celebración de elecciones libres al estilo magrebí, es decir, incurriendo en fraude electoral, intervenciones injustificadas y represión de la oposición en lo que podríamos calificar como un sistema electoral “no competitivo”, característico de la encrucijada magrebí ya comentada.
 
Mauritania, siglo XXI
  
El tránsito de Mauritania hacia el siglo XXI se produjo finalmente bajo lo que parecía un régimen de transición que se ha alargado excesivamente pues Uld Taya sigue siendo a día de hoy presidente del Estado y si bien algunos de los elementos utilizados para realizar el breve análisis histórico de los avatares de Mauritania desde su independencia han variado a lo largo de cuatro décadas, también es cierto que otros persisten y siguen anclados en la conciencia colectiva de la sociedad y clase política mauritana además de constatar la aparición de nuevos aspectos hasta entonces desconocidos y que han acabado generando de nuevo una cierta inestabilidad en el país. De este modo, los principales condicionantes de la inestabilidad mauritana tras la independencia podríamos desglosarlos en los siguientes, a saber:
 
  • Difícil proceso de transición a la democracia. Ello ha sido escenificado a través de la supresión del régimen constitucional en 1961, creación de una Junta militar desde 1979 e instauración de un nuevo régimen constitucional, multipartidista en 1991 con celebración de procesos electorales sin las suficientes garantías de transparencia.
  • Inestabilidad social interna caracterizada por los conflictos raciales entre la población arabo-bereber y las etnias negroides.
  • Excesiva conflictividad en el ámbito regional cercano, en especial con Marruecos, Senegal y el Sahara Occidental.
  • Imposibilidad de controlar las disensiones políticas en el seno del ejército, situación que habría generado una actitud golpista en el mismo, favorecido por la inexistencia de un régimen político democrático.
  • Política intervencionista sobre Mauritania desde el exterior, en particular por parte de Marruecos, Libia y algunos países del Golfo como Arabia Saudí e Irán a través de los movimientos islamistas implantados o Iraq y de nuevo Irán mediante proyectos de cooperación económica y militar con el Gobierno.
  • Presencia del islamismo que no ha dudado en presionar al Gobierno en sucesivas ocasiones con el fin de aplicar la sharia o ley islámica en el país, sometiendo al Gobierno a una continua negociación para la materialización de sus peticiones.
 
De los elementos propuestos, unos han desaparecido, como las tensiones étnicas, otros, como la vulnerabilidad exterior se han perpetuado y otros simplemente se han camuflado bajo nuevas formas de intervención, en particular Marruecos, que no ceja en su empeño por intentar controlar los pasos mauritanos en el seno de la UMA así como su posición frente al referéndum de autodeterminación del Sahara Occidental. Finalmente, algún elemento se ha recrudecido, como el auge islamista y otros nuevos han aparecido en escena, a saber, la nueva coyuntura internacional tras los atentados islamistas del 11 de septiembre del 2001 en Nueva York, la nueva política norteamericana plasmada en un acercamiento a ciertos países árabo-islámicos a través de la iniciativa del gran medio oriente, la radicalización del islamismo fundamentalista y en menor medida, el descubrimiento y explotación de grandes riquezas en el subsuelo mauritano, en especial hidrocarburos. Como constante en esta nueva aproximación no  debe olvidarse la imposibilidad de materializar un cambio político en Mauritania pues Uld Taya lleva más de dos décadas en el poder, con o sin elecciones, situación que ha generado reticencias y tensiones en el seno de la oposición política que ve difícil un cambio en la presidencia.
 
En efecto, tras la aprobación de una nueva Constitución y la celebración de elecciones en el año 1992, Uld Taya se ha perpetuado en el poder de forma indefinida. En este sentido, la última década del siglo XX se caracterizó por la realización de procesos electorales no competitivos, fraude electoral, intervención del Estado sobre los partidos, ilegalización de algunos de ellos, en concreto el comandado por el hermano de Uld Daddah, “Unión de fuerzas democráticas”. Junto a ello también se producirá una censura sobre algunos medios de comunicación así como determinadas presiones sobre las asociaciones de defensa de los derechos humanos, circunstancias que han impedido un correcto funcionamiento de las instituciones democráticas así como del propio sistema político. El ámbito religioso no va a ser inmune a las presiones del Gobierno pues va a convertirse en otro foco de oposición a Uld Taya, por motivos distintos, como por ejemplo la occidentalización del país, las nuevas relaciones con Estados Unidos, la lucha contra el terrorismo islamista, el reconocimiento del Estado de Israel por Mauritania o la reforma de alguna legislación civil sin seguir lo preceptuado por la sharia. El auge del islamismo y la represión contra el mismo dentro del país servirá, como ha sucedido en otros países del Magreb, en lo que ya es una constante, para justificar una intervención en el ámbito político contra partidos y asociaciones que no tienen ninguna relación con estos grupos radicales.  Así, habiendo ganado Uld Taya los comicios del año 1992 con un 62,65% de los sufragios y los del año 1997 con un 90,25%[v], el año 2003 parecía la última oportunidad de desbancar del poder a Uld Taya. Pese a ello, la represión en aquel año, en especial contra grupos islamistas así como la oposición política, aduciendo para ello la lucha contra el terrorismo, fue una constante durante los meses previos a las elecciones y al golpe de Estado efectuado en junio, tal y como constató Human Rights Watch. En cualquier caso, del fallido golpe de Estado del 8 y 9 de junio del 2003 se pueden extraer lecciones importantes en la medida en que algunas características de los golpistas son reveladoras de la perpetuación de una serie de problemas políticos, sociales e ideológicos que comienzan a ser crónicos en Mauritania.
 
Así, todos los golpistas eran originarios de la misma tribu, los cabecillas había sido formados en escuelas militares de Arabia saudí, el resto de oficiales, jóvenes la mayoría, estaban formados en escuelas militares marroquíes, Kenitra y Meknés. Todos los militares en su conjunto defendían ideologías islamistas y nacionalistas árabes como el baasismo y el naserismo. Finalmente, todos eran críticos con la política exterior mauritana, en particular el acercamiento que Uld Taya había realizado a Estados Unidos e Israel, pretendiendo tras el golpe, la ruptura unilateral de relaciones diplomáticas con el Estado hebreo. Estos rasgos nos permiten descubrir algunas constantes como el hecho de la fuerte presencia islamista en el ejército y por descontado en parte de la sociedad mauritana, la centralidad de la política exterior mauritana en la explicación de la inestabilidad política y como no, las presiones ejercidas contra Mauritania desde el exterior, en este caso desde Arabia saudí, que nunca toleró el cierre en el año 2003 de su centro cultural en la capital, Nouackchott o las novedosas veleidades de la política marroquí, aún por descifrar[vi]. La incardinación de Mauritania en la política occidental es visible pues Estados Unidos apoyó incondicionalmente a Uld Taya, en especial en un momento en el que Mauritania se ha convertido en pieza clave para el control del terrorismo en la región saheliana. De hecho, Uld Taya se habría refugiado en la embajada norteamericana durante los dos días que duraron los enfrentamientos. Por su parte, también recibió el tibio apoyo de Argelia, Senegal, Francia e incluso España, pues Ana de Palacio viajó durante unas horas para apoyar a Uld Taya, lo que motivó el desplazamiento de Dominique de Villepin, entonces ministro de Asuntos Exteriores en Francia. Pero sin lugar a dudas, el apoyo más incondicional para el presidente de Mauritania provendría de Marruecos. En este sentido, todo indica que el reino alauita habría intervenido aquellos aciagos días con algunos efectivos militares a favor del restablecimiento del orden y apoyo a Uld Taya[vii].
 
En efecto, Marruecos sería en la actualidad el más interesado en la permanencia de Uld Taya en el poder, en especial debido a la neutralidad manifestada por el presidente en el conflicto del Sahara Occidental. Así, uno de los temores escenificados por Mohamed VI es la posibilidad de que un golpe militar favorable a las tesis polisarias acabara desequilibrando la balanza en favor de estos. Así, Mohamed VI fue el primer mandatario extranjero que se acercó a Mauritania tras el golpe de Estado, en concreto el 23 y el 24 de junio de ese mismo año, incrementando la cooperación entre los dos Estados, como manifestó el último viaje de Mohamed VI a Mauritania en junio del 2005, firmando algunos acuerdos de carácter sanitario, económico, agrícola y de transportes. En cualquier caso, Marruecos sigue sin esconder las veleidades expansionistas y las ansias de control sobre el Estado saheliano, circunstancia manifestada en las declaraciones sobre dicho país realizadas por el órgano de prensa oficial del Majzén, al calificar a las relaciones entre los dos Estados de “interdependencia ancestral” y al propio Estado mauritano de “prolongación cuasiorgánica de nuestro flanco sudoeste” o la no menos ambigua de “reflejo de una parte de nuestra identidad” [viii].
 
Finalmente, Mauritania celebraría elecciones en septiembre del 2003, ganadas de nuevo por Uld Taya. En agosto del 2004  se lograría abortar una nueva tentativa de golpe de Estado aprovechando un viaje de Uld Taya al extranjero y un nuevo complot sería desmantelado en septiembre de ese mismo año tras el robo de diverso armamento en diversos recintos militares de la capital. Todo parece indicar que las dos últimas intentonas se habrían realizado por militares de nuevo pertenecientes a la misma tribu a la que pertenecían los golpistas del año 2003, la tribu de los Oulad Nasser, tal vez con el fin de vengar su apresamiento. En cualquier caso, en el macrojuicio organizado en noviembre del 2004 no sólo comparecieron los militares de las tres intentonas golpistas sino que también se juzgó a algunos islamistas, presuntamente relacionados con aquellos militares. Y es que el islamismo habría sido uno de los instigadores de la reciente inestabilidad mauritana como pusieron de manifiesto las apariciones en algunas páginas webs, durante la celebración del juicio, de fotografías de presuntos islamistas torturados, sin duda una forma de presionar al Gobierno, a los jueces y un intento de ganar algo de apoyo social, tanto dentro como fuera del país, con el fin de justificar las acciones cometidas. Durante el juicio también se pudo visionar en una cadena de televisión iraní a uno de los golpistas del año 2003 rodeado de guerrilleros y clamando de nuevo en favor de la salida de Uld Taya del poder, manifestándose de nuevo el apoyo exterior que mantienen los golpistas[ix].
 
La encrucijada en la que se encuentra Mauritania es perceptible a la luz de los hechos reseñados, en particular aquellos hechos compartidos, en forma de contradicciones, con sus vecinos magrebíes. La difícil coexistencia entre la necesidad de cambio y modernización política del país y la permanencia de viejas prácticas autoritarias no deja mucho espacio para las transformaciones aunque sí para la disidencia, capitaneada en todo el Magreb esencialmente por el islamismo. En este sentido, Mauritania no es una excepción. Así, las dificultades para introducir medidas que rompan con las tradiciones más ancestrales, ancladas en una interpretación rigurosa de la religión, plantean más inconvenientes que ventajas además del posible riesgo de provocar levantamientos populares, instigados por las corrientes islamistas, bien estructuradas y organizadas. Quizás ello explique la tardanza en la reforma, por ejemplo, del código de estatuto personal, elaborado en el 2001 y aprobado finalmente en el 2005, tras cuatro años de evidente convulsión social y política. Y todo ello para conseguir que la mujer ampliara sus derechos, como está sucediendo en otras reformas efectuadas en algunos países del Magreb. Por otro lado, la capacidad de movilización de la sociedad mauritana también está incrementándose y no sólo auspiciada por el islamismo. De hecho, en enero del 2005 se producirían algunas manifestaciones de apoyo a los golpistas, algo novedoso en la historia mauritana  demostrando que aún quedan espacios para la protesta social.
 
La estabilidad de Mauritania, condicionada sin duda por la nueva coyuntura internacional, en particular la lucha contra el terrorismo islamista y las iniciativas emprendidas por Estados Unidos en favor del cambio político y el desarrollo social en los países arabo-islámicos, ha evidenciado sus carencias más elementales, en concreto la gran vulnerabilidad del país frente a ideologías fundamentalistas como el nacionalismo o el islamismo además de las incoherencias e incapacidad de sus lideres políticos para asentar un proyecto real de Democracia. De la compatibilidad de estos elementos dependerá por tanto el futuro inmediato de Mauritania.


[i] Balta. P. “El gran Magreb: desde la independencia hasta el año 2000”. Editorial Siglo XXI
[ii] Opus cit
[iii] Martínez Núñez. M. A. “Mauritania: nexo de unión entre el Magreb y el África negra.¿Un proyecto fracasado?” en Pérez Beltrán. C/ Ruiz Almodóvar. C. “El Magreb: coordenadas socioculturales”. Grupo de investigación estudios árabes contemporáneos. Universidad de Granada, 1995.
[iv] López García. B. “Marruecos político. Cuarenta años de procesos electorales 1960-2000”. Ediciones del Centro de Investigaciones Sociológicas, 2001.
[v] Jeune Afrique L’intelligent, nª2304, 6-12 marzo de 2005
[vi] Jeune Afrique L’intelligent, nª2216, 29 junio-5 julio de 2005
[vii] Le Journal, 28 de Junio-4 de Julio, 2003
[viii] Le Matin, 8 de Marzo del 2005
[ix] Jeuna Afrique L’intelligent, nº2291, 5-11 diciembre de 2004