Mali y la alargada sombra del Wahabismo

por César Pintado, 12 de marzo de 2017

 
 
Introducción
 
La asistencia humanitaria que Qatar y Arabia saudí prestan en Mali es bien conocida en la zona. Menos conocido, aunque bien documentado, es el apoyo a grupos armados en el norte del país.  Al margen de su compromiso confesional, ambos países tienen la vista puesta en los abundantes recursos naturales del subsuelo saheliano. Francia, que ha mantenido en Mali y Níger una posición privilegiada en lo referente a concesiones, no puede mantener una situación que ha estado más cerca del monopolio que del libre mercado. Pero eso no es todo. Está surgiendo en Mali (y en otros países del Sahel) una élite arabo-parlante formada en universidades islámicas, principalmente saudíes. Su influencia cultural, económica y social tiene ya la capacidad de cambiar la esencia espiritual de Mali, que tradicionalmente ha practicado un Islam moderado con elementos sincréticos.
 
 
Apoyo a los grupos armados
 
El apoyo de Qatar a yihadistas y separatistas en el Sahel está bien documentado y se remonta a al menos 2012. Así lo describe Mehdi Lazar, redactor de L´Express. “Qatar tiene establecida una red de instituciones que financia en Mali desde los 80, incluyendo madrassas, escuelas y obras benéficas”. “Mali tiene un enorme potencial gasístico y petrolífero y necesita desarrollar su infraestructura. Qatar está en situación de ayudar y podría también, en base a buenas relaciones con un gobierno islamista en el norte, explotar depósitos de oro y uranio”.
 
El gobierno de Bamako es consciente de ello y un alto cargo no identificado de Defensa ya ha pedido formalmente a Qatar que deje de financiar a los grupos islamistas del Norte. Las primeras acusaciones del apoyo qatarí a los rebeldes malienses llegaron en junio de 2012 con el artículo del Canard Enchaîné titulado “Nuestro amigo Qatar está financiando a los islamistas de Mali”. Dicho artículo afirmaba que Total ya habría negociado con Qatar la explotación futura de los yacimientos petrolíferos que quedasen bajo su control en el Sahel. Los recientes descubrimientos de riquezas mineras en la cuenca de Taudéni (1,5 millones de Kms2 compartidos entre Argelia, Mauritania, Mali y Níger) son objeto de interés de la petrolera francesa, que ya anunció en 2012 la firma de dos permisos de exploración en la parte mauritana[i].
 
Siete meses más tarde, Marine Le Pen (líder del Frente Nacional) y Michel Demessine (senadora del Partido Comunista) apoyaban públicamente las acusaciones de apoyo a los rebeldes. En ese artículo, una fuente no identificada de la DRM[ii] francesa afirmaba que “el MNLA, Ansar Dine y MUYAO han recibido fondos en efectivo de Qatar”[iii]. Sadou Diallo, alcalde de Gao, declaró a RTL un mes más tarde que “el gobierno francés conoce perfectamente quien apoya a los terroristas. Qatar, por ejemplo, manda ayuda y comida cada día a los aeropuertos de Gao y Tombuctú”. De hecho, en el verano de 2012 la Medialuna Roja Qatarí era la única organización humanitaria con acceso al norte de Mali.
 
La DGSE[iv], según el artículo del Canard Enchaîné, alertó al Elíseo sobre la financiación qatarí de los rebeldes, pero que el entonces presidente Sarkozy prefirió ignorar esas informaciones “para no incomodar al jeque Hamad Ben Kalifa Al Thani”. El artículo de Le Figaro publicado el 27 de mayo de 2012 titulado “Mali: los Rebeldes Tuaregs proclaman un Estado Islámico” muestra como la derrota electoral de Sarkozy llevó a Qatar a desdecirse de algunas de las promesas financieras hechas al MNLA. Privado de ese apoyo finaciero, el MNLA decidió unirse a Ansar Dine con el resultado ya conocido.
 
Por otra parte, Samir Amghar (autor de El Salafismo de Hoy) afirma que hay abundancia de pruebas de que Arabia Saudí financia los diversos grupos salafistas. Pese a ello, el gobierno saudí anunció el 2 de febrero de 2016 que 34 países habían acordado formar una alianza militar islámica contra el terrorismo[v].
 
A pesar de la extensión del wahabismo, la población local no parece inclinada a abrazar las tesis de los yihadistas salvo raros casos. Por otra parte, muchos partidarios de los movimientos salafistas ven en la cooperación internacional contra el terrorismo una vía de acceso a los recursos locales, y para el gobierno una excusa para acallar la disidencia y reafirmar su poder. Uno de estos movimientos es Yan Izala, cuyas protestas en enero de 2015 acabaron en disturbios en varias ciudades con demostraciones anti-cristianas y anti-francesas. Iniciativas como el G-5 para el Sahel reciben poca atención sobre el terreno y son consideradas por los actores locales e internacionales como poco más que declaraciones bienintencionadas[vi].
 
 
Influencia religiosa y educativa
 
Antoine Basbous, director del Observatorio de los Países Árabes, confirma que el salafismo que vemos hoy en Mali y Norte de África es la versión saudí para exportación del wahabismo. “Tradicionalmente, el dinero es entregado por miembros de la familia real, hombres de negocios o líderes religiosos a través de obras benéficas y organizaciones humanitarias”. Esos canales (generalmente fuera de los países de destino) permiten a los saudíes puentear a las autoridades que luchan contra los islamistas. Amghar confirma asimismo que la mayoría de los estudiantes de la Universidad de Medina son extranjeros que se benefician de generosas becas saudíes, incluyendo alojamiento y viajes. Los mejores son contratados por la familia real, el resto vuelve a sus países. La prioridad de este esfuerzo no es “salafizar” el mundo musulmán, sino más bien consolidar su influencia política e ideológica a través de una red de partidarios situados para defender sus intereses[vii].
 
Qatar sigue una estrategia parecida, aunque tiende más a concentrarse en los núcleos urbanos, mientras que los saudíes creen que la columna vertebral del salafismo está en áreas rurales y pobres fuera de su territorio. La política exterior qatarí está también motivada por la religión y su éxito en Mali puede, en palabras de Mehdi Lazar, “incrementar notablemente la influencia del emirato en el Sahel y África Occidental”. “La influencia qatarí en Mali debe verse en el contexto de dos ramas de una competición global […] con Arabia Saudí por ser centro de la fe sunní, y entre chiíes y sunníes. Es una extensión del esfuerzo que Qatar ya está realizando en Egipto, Libia y Túnez”. Lazar, por otra parte, no cree que Qatar vaya a intervenir directamente en el conflicto, sino que se ofrecerá como mediador entre los rebeldes, Argelia, Francia y el gobierno de Bamako.
 
Un nuevo grupo  de líderes sufíes, el Grupo de Líderes Espitituales Musulmanes de Mali, ya está reaccionando a través de una campaña para atraer a los musulmanes jóvenes cortejados por la ola de predicadores financiados por Arabia Saudí y Qatar. Entre ellos, Cherif Ousmane Madani Haidara, que ejerce su ministerio en una mezquita del barrio de Bakoni a las afueras de Bamako[viii]. Haidara (presidente de la asociación Ansar Dine, no confundir con el grupo islamista) también realiza obras benéficas con las donaciones de sus feligreses y se lamenta de que los proselitistas wahabíes de Arabia Saudí y Qatar están minando las tradiciones sufíes, así como financiando a los rebeldes[ix]. El método es principalmente establecer sus propias madrassas, financiar clínicas y proyectos de impacto rápido como torres de agua, tomar el control de asociaciones islámicas locales y comprar influencia política. Este proselitismo combinado con acción social se ha ganado el apoyo de las comunidades frustradas por la falta de apoyo del gobierno a este tipo de proyectos. El vicepresidente del GLEMM Thierno Hady Oumar Thiam coincide en que los wahabíes están comprando su influencia aprovechándose de la pobreza de Mali. No obstante, admite que “predican mejor […] lo hacen en bambara, nosotros en árabe. Los sufíes no han podido conectar con los jóvenes y muchos de ellos mandan a sus hijos a madrassas wahabíes porque apenas las hay sufíes”. Después de la escuela secundaria, también hay universidades financiadas por el Golfo como la Universidad del Sahel. Desde 2007, los estudiantes malienses pueden hacer el examen de bachillerato en árabe. El presidente Alpha Oumar Konaré aprobó hace una década que se pudiese obtener un diploma estatal a través de una madrassa. Los wahabíes ya pueden ofrecer todo el itinerario educativo. Se requiere de sus escuelas arabo-parlantes que también enseñen francés, pero a menudo no lo hacen.
 
Macky Bah, presidente de la Unión de Jóvenes Musulmanes de Mali, afirma que se trata de una “conquista de Mali en nombre de la religión por parte de Qatar y […] en esas mezquitas y madrassas están los futuros yihadistas”.
 
A esta reacción se ha sumado al menos parte del gobierno de Bamako. El ministro de Asuntos Religiosos Thierno Diallo también apunta a la compra de influencia por parte wahabí y afirma que “no ha habido control de la financiación por parte de organizaciones religiosas”. Por ejemplo, la Asamblea Mundial de Juventud Musulmana ha construido un gran centro de educación islámica en Bamako.
 
Los lazos entre Mali y Arabia Saudí se intensificaron durante el gobierno de Moussa Traoré (1968-1991), pero se han mantenido.  Fue el gobierno saudí quien pagó el segundo puente sobre el Níger en Bamako. En los últimos 20 años, decenas de miles de malienses han viajado a Arabia Saudí y otros países del Golfo, principalmente para trabajar y estudiar. Uno de ellos, Harber Kounta, confirma que esos estudiantes regresaron con doctrinas wahabíes y financiaron mezquitas con dinero saudí. En Ségou (a orillas del Níger, a unos 200 Kms al este de Bamako) tiene su madrassa dentro de una mezquita wahabí. El principal imam de dicha mezquita es Ibrahim Dembele, que admite que su padre aprendió teología en Arabia Saudí. “El wahabismo no es nuevo”, afirma, “pero la gente no lo practicaba tanto antes”.
 
Los comerciantes en Bamako declararon a Africa Report que los wahabíes compran tiendas para convertirlas en mezquitas y que están cerrando muchos maquis (restaurantes al aire libre donde se sirve alcohol). En marzo de 2015, milicianos de Al Murabitun atentaron contra uno de ellos conocido como La Terrasse, causando la muerte a 5 personas.
 
El alcance de esa influencia religiosa llega al Alto Consejo Islámico, que representa a cientos de organizaciones islámicas de Mali. Su presidente es Mahmoud Dicko, un wahabí formado en Arabia Saudí y Mauritania[x]. Tiene el apoyo del presidente Keïta y de ex primer ministro Moussa Mara (también wahabí). Haidara ofreció 16.600 USD para la lucha contra los yihadistas y Nioro Bouyé dobló esa cantidad, pero Dicko se negó. Dicko (que dirige la mezquita de Badalabougou) también ha estado bajo presión para emitir alguna condena sobre el ataque al Radisson Blu del 20 de noviembre de 2015, a pesar de que cuenta con el apoyo de medios afines como el panafricain.com. El 25 de noviembre de 2015 declaró finalmente a Voice of America que “la cólera de Dios se había desatado por la presencia de homosexuales y bares en su pais [y que] los terroristas habían sido enviados por Dios para castigarles por promover la homosexualidad importada de Occidente”. También se pronunció el 12 de diciembre de 2015 contra la “ocupación del país por los cascos azules de la MINUSMA y de las fuerzas francesas”, así como contra los yihadistas “creados por Occidente para recolonizar Mali”[xi].
 
El procurador del Tribunal de Apelaciones de Bamako, Daniel Tessougué, calificó sus declaraciones como apología del terrorismo[xii].
 
 
Conclusiones
 
Está surgiendo en Mali (y en otros países del Sahel) una élite arabo-parlante formada en universidades islámicas principalmente saudíes. Esa élite pretende acabar con la hegemonía de los líderes francófilos a los que hacen responsables del fracaso del actual modelo de Estado. El mito de la “conciencia islámica” está calando en todas las esferas a través de una cuidada estrategia de influencia religiosa y cultural wahabí que llega hasta el Alto Consejo Islámico.
 
El gobierno maliense ya es consciente de la desproporcionada influencia que ejercen Qatar y Arabia Saudí y son varios los cargos que ya la ponen en evidencia. Sin embargo, el presidente Keita no parece resuelto a ponerle coto. Los líderes religiosos sufíes parecen más decididos a contrarrestar la influencia wahabí, pero no pueden competir en recursos, implantación o habilidad.
 
La iniciativa G5 para el Sahel no recibe mucha atención en la zona. Y desde luego no entra en la agenda de Qatar ni de Arabia Saudí. Prueba de ello es que la cooperación militar con los países de la zona brilla por su ausencia, mientras que proliferan las evidencias de financiación a los grupos armados.
 
En varias zonas del Sahel se observa la progresiva islamización de la protesta, especialmente contra el gobierno o las corporaciones extranjeras, pero también en la de apoyo a causas internacionales como la Palestina. Es de esperar que desde esa base también se intensifiquen las protestas contra la presencia militar extranjera.
 
 
 
 - César Pintado es escritor y profesor de seguridad y defensa, autor de numerosos libros y articulos
 
 
 
 
 
NOTAS
 
[ii] Direction du Renseignement Militaire.
[iv] Dirección General de Seguridad Exterior.