Los sectarios al asalto de la Unidad Nacional

por Eduardo Mackenzie, 29 de octubre de 2010

 

Como el electorado no los hizo entrar por la puerta, tratan ahora de meterse por la ventana.
 
Perdedor en las presidenciales de mayo de 2010, y al margen del gobierno de Unidad Nacional, el Partido Verde está apostándole, dos meses y medio después del comienzo del gobierno de Juan Manuel Santos, al colapso de la coalición de gobierno.
 
En esa ambición  lo acompaña, con entusiasmo evidente, el Polo Democrático (comunista),  sector minoritario que quisiera pasar, por obscuras maniobras de aparato, al campo dirigente.
 
La condición para alcanzar esa meta es quebrar la unidad del uribismo y sus vertientes liberales y conservadoras, y, sobre todo, crear una brecha entre el ex presidente Álvaro Uribe y el presidente Juan Manuel Santos. Algunos sueñan todo eso en voz alta.  Quieren ver marginado a Álvaro Uribe o convertido en opositor solitario. Imaginan un gobierno de Santos sin el respaldo del uribismo y abocado a abrirle las puertas a los verdes y al Polo. Sueñan, sobre todo,  con un cambio de políticas, de métodos y de ministros.
 
El problema es que del espejismo de un colapso de la coalición de gobierno se está pasando a un diseño de proposiciones y acciones más o menos precisas para alcanzar tal cosa.  
 
Un ejemplo: ayer en Madrid, España, Sergio Fajardo, tratando darle legitimidad a esa estrategia,  lanzó una consigna, bajo la forma de una profecía: que muy pronto, según él, se producirá una confrontación política muy grande" entre Santos y Uribe y que la alianza política denominada Unidad Nacional se va a resquebrajar.  
 
El aspirante fallido a la vicepresidencia de la República estima que la Unidad Nacional nació muerta: "En la llamada Unidad Nacional pretenden representar lo mismo y se van a estrellar tarde o temprano", advirtió. El asegura que Álvaro Uribe se opone a varias iniciativas de Juan Manuel Santos. Ojalá Santos tenga la capacidad de liderar ese proceso" (el de la supuesta ruptura), dijo Fajardo antes de afirmar que el reto del Partido Verde es convertirse en una verdadera alternativa de poder". En otras palabras: si Santos rompe con Uribe, o Uribe con Santos, el Partido Verde, segunda fuerza política del país, podría entrar a llenar el vacío dejado por el uribismo.
 
Coincidencia o no, el mismo día, León Valencia, vocero oficioso del Polo Democrático, lanzó idéntico vaticinio en su columna de El Tiempo: que no es descartable que haya muy pronto una ruptura entre Uribe y Santos y que surja un acercamiento de los verdes y de la izquierda hacia el gobierno.
 
Para reforzar tal argumento, los dos arúspices alinean las fuentes de fricción que deben llevar a la deseada explosión. Según  León Valencia éstas son los acercamientos de Santos con los gobiernos de Chávez y Correa y el anuncio de un ramo de olivo para la Corte Suprema de Justicia, así como varios puntos de la agenda legislativa. Fajardo, por su parte, propone éstos: la Ley de Víctimas y la ley de Tierras.
 
Un plan para cambiar las bases de la Unidad Nacional está, pues, en marcha y hasta cuenta ya con señales para identificar el punto culminante de la ruptura. Según León Valencia, éste será la elección del Fiscal General de la Nación, como producto de un cambio de terna aceptado por Santos y la designación de un funcionario realmente independiente y capaz (como si los ternados actuales no lo fueran).
 
Esa elección, asegura Valencia, abrirá una brecha difícil de cerrar entre Santos y Uribe. Las cosas son, pues, claras. ¿Caerá el presidente Juan Manuel Santos en esa trampa? ¿Qué papel jugará en ello la cúspide la de CSJ?
 
Para los citados adivinos, el colapso de la coalición está en marcha y hasta será mostrado como un hecho lógico, para emplear el lenguaje de León Valencia quien está convencido de que algunos parlamentarios de la U y del Partido Conservador cercanos a Uribe podrían romper la alianza y lanzarse a la oposición.
 
El trasfondo de la operación, es decir la voltereta antidemocrática que algunos preparan --la inversión completa de los derroteros políticos, no fundada en una elección libre--, es descrito así, con exactitud por Valencia: Sería una verdadera revolución ver a un gobierno elegido con banderas de derecha, abiertamente sectarias y con el apoyo decidido de Uribe, gobernar con un programa de reformas de alto contenido social y con un talante pluralista capaz de abrirles las puertas del poder a sectores políticos tradicionalmente marginados.
 
En otras palabras, una coalición mayoritaria de gobierno, mal vista por la izquierda, podría ser transformada, por un golpe palaciego,  en una coalición de grupúsculos minoritarios que sería mostrada al mundo como un gobierno progresista más acorde con el fracasado modelo del socialismo del siglo XXI.
 
Esa es la perspectiva que algunas oficinas están urdiendo y contra la cual hay que cerrar filas. Uribe y Santos deberían examinar estas cosas más de cerca y obrar en consecuencia.
 
Lo que el Polo, los verdes y otros falsos progresistas están tratando de montar contra el ex Presidente Uribe en el terreno judicial, y contra los colaboradores más cercanos de sus dos gobiernos, debe ser analizado a la luz de esa sombría perspectiva.
 
El pedido de que la comisión de acusaciones de la Cámara de representantes investigue al ex Presidente, por lo de las supuestas intercepciones telefónicas ilegales, hace parte obviamente de ese plan. Como lo es el intento de linchamiento judicial contra el ex vice presidente Francisco Santos, contra el ex asesor presidencial José Obdulio Gaviria y contra el ex ministro Andrés Felipe Arias. Sin hablar de lo que le preparan a Fabio Valencia Cossio.
 
 
Eduardo Mackenzie. Periodista, última obra publicada: Les FARC où l’échec d’un communisme de combat. Colombie 1925-2005