Las consecuencias estratégicas de la liberación de Irak

por Walid Phares, 2 de mayo de 2006

En un análisis previo de la Guerra de Irak, argumenté que en medio de un conflicto uno no puede pronunciar aún el veredicto final, pero puede detectar las tendencias de éxitos y fracasos.
 
Entre el 2003 y el 2006, la coalición liderada por Estados Unidos ganaba por puntos al tiempo que al Qaida no era capaz aún de invertir el proceso. La finalización del régimen de Saddam, la llegada de un consenso político, el despliegue de las nuevas fuerzas iraquíes y las tres elecciones populares son una cadena de victorias de la coalición. Los salafíes y los jomeinistas no eran capaces aún de sacudir el consenso iraquí respaldado por Sistani.
 
Por tanto, en el propio Irak, y a pesar de la guerra total por parte de los jihadistas y la omnipresencia de la fuerte influencia iraní, el hecho es que la ecuación no se había invertido aún. Solamente eso ya es revelador: hasta que el gobierno iraquí no sea forzado a caer, el ejército iraquí a dividirse y dispersarse, y las fuerzas salafistas y jomeinistas tomen el control en sus áreas de influencia, el Irak apoyado por la Coalición aún está vivo y coleando.
 
Juzgaremos el resultado a largo plazo al tiempo que vemos evolucionar el contexto regional. Porque no vamos a negar la posibilidad de un colapso general de los esfuerzos liderados por Estados Unidos en Oriente Medio si se cambian los actuales objetivos estratégicos de Washington o si no se persiguen adecuadamente. Pero hasta que esto ocurra, América y las fuerzas de la democracia están ganando, punto por punto.
 
Sin embargo, estas oleadas de cambio geopolítico han desbordado las fronteras de Irak. Tres años después de la caída de Saddam, contemplemos la imagen general de los esfuerzos norteamericanos en la región:
  1. Irak: el ejército baazista del 2003 y su rearme proyectado durante la década han desaparecido. En un juego ganado arrolladoramente, la dictadura no será capaz de lanzar divisiones sobre futuros campos de batalla de su elección, ni utilizar armamento no convencional reestructurado contra los vecinos y más allá. Lo que es más importante, como argumento en mi libro Jihad futura, cualquier eje del terror proyectado en la región operará sin un Saddam superviviente. En los términos analíticos de hoy, el Ahmedinijad de Irán y el Assad de Siria ya no pueden factorizar Irak como potencia regional con la que poder converger frente a 'enemigos comunes' más. Lo que es aún mejor, con paciencia, un 'nuevo Irak' luchará junto a la alianza contra el eje jihadismo-baazismo. Solamente eso es un cambio indiscutible en la disposición del mapa.
  2. Expulsar al ejército sirio del Líbano, incluso parcialmente, habría sido difícil, habiendo cinco capas de radicales - Hezboláh y los cuatro regímenes de Lahoud, Assad, Saddam y Ahmedinijad - formando un contínuo desde el Mediterráneo hasta Pakistán. Pero con el Baaz desaparecido de Irak, Irán fue rodeado y Assad perdió su ventaja estratégica al Este para plantar cara a la Sexta Flota norteamericana. Por tanto, sin un solo disparo, tuvo que retirar a sus fuerzas del Líbano. La mera presencia de las fuerzas norteamericanas en Irak no liberó a un país, sino a dos países, aunque parcialmente aún.
  3. La maniobra de Estados Unidos en Irak alienó al Gobierno francés. Pero el tema libanés, devolvió a París a la alianza occidental contra el régimen de Siria, Hezboláh e Irán. Sin que Irak generase la oportunidad del Líbano, Francia y sus socios no habrían añadido su peso a la balanza. Irónicamente, la marcha de los marines americanos hacia Bagdad abrió la puerta a que los diplomáticos de Francia recorrieran el camino (junto con sus homólogos norteamericanos) hasta la UNSCR 1559 en Nueva York.
  4. Con el Líbano emergiendo lentamente de décadas de ocupación siria, en ese pequeño pero estratégico país hay en ciernes un nuevo equilibrio de poder: Hezboláh ya no es el único poder. Con las fuerzas sirias fuera, la organización del terror dominada por Irán tiene que mantener la atención en su retaguardia presionada por el millón de manifestantes de la Revolución de los Cedros. Así, sin el cambio de Irak, esa revolución no habría tenido lugar tan pronto, o ni siquiera habría tenido lugar en absoluto sin derramamiento de sangre. El peso de la presencia norteamericana en Irak liberó las energías de otra sociedad civil en la región: El Líbano. Evidentemente, Hezboláh y sus respaldos regionales están contraatacando a la Revolución de los Cedros. No abandonar al Líbano a la masacre de nuevo depende de la sociedad civil del Líbano y de la comunidad internacional. Mientras tanto, y en contraste con los años 90, hoy hay espacio para que la libertad del Líbano se extienda.
  5. El efecto dominó alcanzó a Irán: con las fuerzas norteamericanas en Afganistán protegiendo una democracia en ciernes, las fuerzas de la coalición en Irak, patrocinando una democracia en expansión y una revolución civil respaldada por la ONU luchando en Beirut, el entorno de Teherán se ha visto alterado: sus estrategas intentan acomodar situaciones cambiantes a su Este (Afganistán), occidente (Siria) y loriente (el Líbano). Los soldados norteamericanos están tomando Faluya de nuevo y entrenando a los iraquíes y cambiando el paisaje de la amenaza de los mulás.
  6. Los catastróficos cambios en Irak provocaron incluso sucesos distantes: el régimen de Gaddafi entregó sus diseños de armas nucleares, afectando a la amenaza de regímenes criminales; el régimen islamista de Sudán limitó su amenaza contra el sur, y comenzó a negociar con una iniciativa internacional en Darfur. En ausencia de la campaña de Irak, ver a Trípoli ofreciendo concesiones y una oportunidad a las tentativas internacionales de detener el Genocidio de Sudán habría sido menos probable.
  7. En la guerra de las ideas, el cambio en Irak movilizó a las fuerzas disidentes de la región. Contemplando la llegada de 20 partidos políticos en Irak, las mujeres votando en Afganistán y manifestaciones en Beirut, miles de activistas de la democracia se han extendido online y en muchos países árabes. Otra consecuencia indirecta de los sacrificios realizados por hombres y mujeres jóvenes de las pequeñas y grandes ciudades de América.
 
Los efectos graduales de la campaña norteamericana son sorprendentemente más extensos cuantitativa y cualitativamente que los resultados exclusivos de Irak. Los siete efectos mencionados arriba son solamente una versión limitada del terremoto que golpea la región y despierta a sus moradores a la libertad. En el análisis final, toda percepción depende de la comprensión de este conflicto por los americanos usuales, y pronto dependerá de los europeos y de los de Oriente Medio por igual. Depende de ser consciente o no de ello. La capacidad del lector, del estudiante o de la audiencia en Estados Unidos para comprender el alcance del significado de los cambios geopolíticos de Irak puede garantizar que estos cambios sean reales y que Oriente Medio ostente las mayores libertades que pueda.