La guerra es cosa seria

por GEES, 11 de diciembre de 2005

Respecto a la guerra en general el principio de la sabiduría, bien podría ser lo que afirmaba ese brillante y travieso analista estratégico, pródigo en sutiles comentarios y garrafales errores, que es el judío rumano, siciliano, británico y americano -por orden cronobiológico- Edward Luttwak, con residencia en Washington, casa en Israel, y rancho de vacuno en la amazonia boliviana: “En las guerras se cometen muchos errores, pero quienes sólo llegan al 95% se las ganan a los que incurren en el 97%”. Es estructural y no tiene remedio. En la guerra se trabaja muy mal. De hecho no rebasar el 95% requiere gran esfuerzo y enorme preparación.
 
Puede que los americanos en Irak se hayan pasado un poco, pero sus enemigos los aventajan con creces con sólo una pifia, la madre de todos los disparates en una insurgencia: tienen en contra al 80% de la población local, sus verdaderos enemigos, a los que inmisericordemente matan a mansalva, tanto en laborables con en festivos, los cuales, lo preguntes como lo preguntes y lo mires como lo mires, no quieren que se marchen los liberadores-ocupantes hasta que no los dejen en condiciones de hacerse cargo de esos fraternales y heroicos resistentes a los opresores extranjeros, aventureros sin escrúpulos que han venido a enriquecerse a manos llenas con las pingües oportunidades de las que el país rebosa. Para entonces tanto los seguidores de Zarqawi como los de Sadam ya pueden rezar el Corán entero del derecho y el revés porque el camino por el que les harán transitar hacia sus 72 huríes hará que Abu Ghraib parezca una kermés de ursulinas.
 
La cuestión es llegar a ese momento. Para eso Bush tiene que salir victorioso de otra contienda mucho más ardua y decisiva, que se libra en el mundo entero y lo que es peor en su propio país y con especial intensidad en unos pocos kilómetros en torno a la Casa Blanca, en el lugar llamado Washington. En esta refriega incruenta para los combatientes pero en la que está en juego la sangre que se derrama en Mesopotamia, las sandeces son triunfos, cuanto más grandes mejor.
 
Para el mundo se trata de hacerle morder el polvo al hegemón americano, pues así la seguridad de todos bajará de los cielos, y la prosperidad por añadidura. Para la oposición americana la cuestión es recuperar la Casa Blanca, que bien vale un Himalaya de absurdos y embustes. El arma más letal de estos guerreros es el sacralizado dogma de que el error carece de entidad ontológica si se trata de la inteligencia en los orígenes de la guerra. Creencia profunda, intangible tabú. Sus huestes no les demandan ningún otro motivo para explicar la intervención. Bush la apetecía como Nerón el incendio de Roma. El romano podía tener sus razones pero el tejano no. Guerra sin lógica y opositores crédulos donde los haya.