Gestión de crisis

por Florentino Portero, 10 de agosto de 2010

 

(Publicado en ABC, 10 de agosto de 2010)
 
La llegada de Santos a la Presidencia está siendo aprovechada por las diplomacias venezolana y colombiana para tratar de reorientar sus más que difíciles relaciones. Es una buena oportunidad para intentarlo y es normal que las partes muevan sus fichas. De otro modo los dos estados quedarían a las puertas de una guerra que ninguno quiere y que nada arreglaría.
 
Sin embargo, no cabe ser demasiado optimista sobre lo que este quiebro diplomático puede dar de sí. Chávez y todo lo que él representa, la nueva faz de la izquierda antidemocrática latinoamericana, sienten un visceral rechazo hacia la estrategia de fortalecimiento de las instituciones democráticas seguida por Colombia, así como hacia su estrecha colaboración con EE.UU. La derrota de las FARC y el haber podido demostrar hasta qué punto cuentan con el apoyo de los gobiernos venezolano y ecuatoriano en su labor terrorista, ha minado el de por sí limitado prestigio internacional de ambos gobiernos. Es más de lo que los Chávez, Castros y demás compañía pueden tolerar. Nada indica que con la salida de Uribe y la llegada de Santos las cosas vayan a cambiar, sino todo lo contrario. La batalla judicial en instancias internacionales no ha hecho nada más que empezar y los bolivarianos no pueden esperar más que críticas y aislamiento.
 
Chávez amaga, amenaza histriónicamente... pero una acción armada contra Colombia podría suponer el fin de su lamentable carrera política. De ahí que busque un argumento para liberar tensión y prepararse para el siguiente capítulo. Las FARC derrotadas representan un callejón sin salida para la estrategia bolivariana. Necesitan conformar una nueva alianza antiliberal, capaz de representar una alternativa para derribar a una de las democracias más fuertes de América Latina.