España y la defensa europea después de Kosovo

por GEES, 22 de julio de 1999

Sumario ejecutivo
 
El debate sobre la defensa europea ha cobrado un nuevo ritmo tras el conflicto de Kosovo: por un lado, el Consejo de Colonia de la UE, a comienzos de junio, adoptó importantes decisiones que apuntan a que la Unión Europea pierda su tradicional pacifismo institucional e integre en sus deliberaciones los asuntos de defensa; por otro, el impulso dado por Tony Blair a este tema se mantiene, ampliando el llamado “espíritu de Saint-Mâlo”, originalmente ceñido al ámbito bilateral anglo-francés, a terceros países como Alemania e Italia.
 
El Gobierno español puede y debe aprovechar la oportunidad brindaba por este particular momento e impulsar una diplomacia que integre a nuestro país en este círculo de naciones que ya han expresado su compromiso con una defensa europea. Para ello España debería promover una cumbre bilateral monográfica con el Reino Unido, hoy por hoy líder indiscutido en el tema. El riesgo de no engancharse a la red que está tejiendo el Primer Ministro Blair es dejar a España aislada en un terreno de enorme trascendencia.
 
1.- El tema de la defensa europea se consolida:
 
Contra todo pronóstico, las disparidades militares entre los Estados Unidos y los aliados europeos de la OTAN, puestas de manifiesto durante la campaña aérea de Kosovo, no han conducido al sentimiento que ha caracterizado tradicionalmente todo debate sobre la defensa europea, mezcla de escepticismo e impotencia.
 
Kosovo llegó en un momento en el que rebrotaba el deseo de los europeos por dotarse de unas capacidades de decisión en materia de defensa, así como de las capacidades militares efectivas para poder poner en práctica las decisiones colectivas a las que llegasen. El giro espectacular en esta materia dado por el gobierno británico, y expresado en la cumbre bilateral con Francia de Saint-Mâlo a finales del año pasado, auguraba un nuevo estadio de la discusión.
 
Kosovo podía haber supuesto enterrar una vez más este nuevo espíritu, en la medida en que el conflicto subrayaba las deficiencias prácticas de los europeos y su extrema dependencia de los aliados norteamericanos. Sin embargo no ha sido así. Una de las primeras consecuencias estratégicas del conflicto ha sido el impulso dado a la europeización de las capacidades de defensa de Europa. Este impulso ha cobrado, de hecho, un nuevo momento institucional, en el seno de la UE, y político, ampliando la base de los países decididos a avanzar en el terreno de la defensa Europea.
 
2.- La Unión Europea pierde su pacifismo institucional:
 
En la Cumbre de la UE de Colonia, a comienzos de junio, los miembros de la Unión acababan por reconocer que, tras la puesta en marcha del euro y con una política exterior común en ciernes, le llegaba la hora a la defensa. La UE no sólo se dota de una figura que le sirva de referencia para la política exterior y de seguridad de la Unión, Mr. PESC, sino que por primera vez en su historia admite que los ministros de defensa de los países miembros puedan reunirse, llegado el caso, a nivel de Consejo de Asuntos generales. Es más, la UE se dotará de un comité asesor en temas político-militares así como del staff de apoyo permanente que garantice la unidad de acción entre reuniones ministeriales.
 
Al mismo tiempo, los miembros de la Unión decidieron iniciar un estudio para absorber la Unión Europea Occidental en su seno, puesto que si la UE piensa en convertirse en el foro institucional de la defensa europea del futuro, no tiene sentido seguir manteniendo otra organización defensiva europea.
 
Es posible que los miembros de la UE pudieran haber adoptado otras decisiones más ambiciosas, como formalizar un Consejo de Ministros de Defensa, pero es innegable que una vez que los mecanismos de la Unión se ponen en marcha, la dinámica tiende a ampliar y profundizar las competencias. En ese sentido, será cuestión de tiempo, pero acabará institucionalizándose el mecanismo de toma de decisiones de los ministros de defensa.
 
3.- La red política bilateral se amplía:
 
El impulso actual al tema de la defensa europea se debe en gran medida a la iniciativa del Primer Ministro británico Tony Blair. Las razones para el giro de Londres, desde su desdén y oposición a cualquier iniciativa más allá de la OTAN, son complejas, pero el hecho es que se trata de un cambio genuino.
 
Su primera manifestación se produjo con motivo de la cumbre anglo-fancesa de Saint-Mâlo, en donde ambos países se comprometían a progresar en la mejora de las capacidades militares de los europeos.
 
Este foro bilateral quedó en la práctica ampliado a Alemania, con motivo de la cumbre franco-alemana de finales de mayo, donde ambos países recogieron el espíritu de Saint-Mâlo, se comprometieron a avanzar en los principios allí inspiradores y se pusieron de acuerdo en dar un impulso institucional en el seno de la UE, tal y como quedaría días más tarde plasmado en el Consejo de Colonia.
 
Con posterioridad, los días 19 y 20 de julio, se ha celebrado la cumbre bilateral de Londres entre Blair y D’Alema. Ambos dignatarios acuerdan concretar unas medidas y un calendario  para fortalecer la política de defensa de la UE. Una de las medidas avanzadas es la formalización de reuniones semestrales conjuntas de los ministros de exteriores y defensa de la UE.
 
En cualquier caso, es obvio que la diplomacia de Blair, muy del gusto de tejer relaciones bilaterales basadas en temas específicos, sigue ampliando su círculo de influencia en el tema de la defensa europea, directa o indirectamente. Ya cuenta con los apoyos de Francia, Alemania e Italia.
 
4.- España ante la nueva defensa europea:
 
Habida cuenta de que el liderazgo sobre la nueva defensa europea está siendo protagonizado por Tony Blair, España no debería tener mayores dificultades para sumarse al grupo de países más activo de la mano del reino Unido. Las relaciones personales entre el Primer Ministro británico y el Presidente del Gobierno español son excelentes y los intereses de ambos países caminan en la misma dirección.
 
No obstante, la percepción general es que España ocupa una posición de segunda y que no está capacitada para jugar un papel de relevancia entre los grandes europeos. El debate nacional sobre la limitada contribución española a la operación Allied Force y la reducida presencia en la KFOR, significativamente inferior a la de socios de similares características nacionales a las nuestras,  subrayan una disparidad entre la retórica europeísta y la capacidad efectiva de asumir solidariamente los compromisos de seguridad.
 
Igualmente, la actitud pública del Gobierno ante el conflicto caracterizada por una notable ausencia de liderazgo, labor informativa y educativa de la sociedad española, resta credibilidad a la hora de plantearse una política global, coherente y de peso en el tema de la defensa europea.
 
Sin embargo, España tiene que ser consciente de que la contribución que ya se hace a las estructuras defensivas europeas es notable, al menos formalmente. Nuestro país participa en el Eurocuerpo y en las diversas fuerzas en torno al Mediterráneo (Eurofor y Euromarfor), así como en distintas iniciativas bilaterales, como la brigada anfibia hispano-italiana.
 
Por el contrario, en el terreno de las capacidades, España sufre de una crónica descapitalización de las Fuerzas Armadas y de un presupuesto que es el más bajo, con relación al PIB, de toda la Alianza Atlántica. No obstante, el Gobierno puede argüir en su beneficio que los ejércitos españoles están culminando un proceso de profesionalización, indispensable para construir capacidades militares a escala multinacional, y que nuestro equipamiento avanza en su proceso de modernización, al menos en los sistemas de armas mayores.
 
Es más, el Gobierno español cuenta con una ventaja añadida: contar con una postura del Ministro de Defensa que desde hace meses, consistentemente, viene defendiendo públicamente la necesidad de progresar en la construcción de capacidades militares europeas reales y efectivas.
 
5.- Superar la situación actual:
 
España no cuenta ni con el presupuesto de defensa de Francia, ni con los ejércitos del Reino Unido.  Aún así, puede hoy puede aportar un sentido y una contribución no desdeñable política y estratégicamente y en el futuro inmediato podrá realizar una mayor contribución. Para ello basta con actuar con dirección y visión.
 
Para empezar, el Gobierno español debe promover con urgencia una cumbre bilateral con el Reino Unido sobre el tema monográfico del futuro de la defensa europea. Es el único mecanismo que permitirá a nuestro país participar como actor de primera fila en el debate actual.
 
En segundo lugar, debe aclarar la agenda nacional, hoy no suficientemente refrendada por todas las instancias de la Administración. La apuesta debe ser clara: por un lado, España no puede renunciar a profundizar el debate institucional en el seno de la UE, pues este es un terreno para la relevancia política. Aquí España debe defender una absorción rápida de la UEO por la UE y la institucionalización de los mecanismos de toma de decisiones específicos de defensa a nivel ministerial.
 
Por otro lado, España deberá impulsar una reflexión sobre la necesidad de racionalizar todas las estructuras de seguridad y defensa existente hoy en nuestro continente. Reconvertir el Eurocuerpo en una fuerza de tipo expedicionaria parece más que necesario, pero también definir la contribución que harán otras unidades multinacionales al futuro de la defensa europea.
 
En el terreno de las capacidades militares reales, España debe promover un plan de convergencia militar europeo, con criterios específicos y viables y con un calendario de aplicación concreto. El objetivo último es poder poner a disposición de la UE los cuarteles generales y las fuerzas modulares necesarias para hacer frente a situaciones de crisis y de apoyo a la paz tipo Kosovo.
 
En cualquier caso, lo más urgente en este momento es que España no quede desenganchada de los movimientos que están teniendo lugar entre las diversas capitales europeas bajo el impulso de Londres. Francia ha sido desbancada de su papel de líder indiscutible del europeísmo y Alemania e Italia, cada por sus peculiares razones, tampoco se encuentran en situación de recoger el testigo. Es el momento de que España entre en este club expresando claramente su voluntad de contribuir al debate.