El futuro de Europa se decide en Francia

por GEES, 15 de abril de 2017

Y se decide por las siguientes razones, que exponemos de manera sucinta.

En primer lugar, respecto a Francia, cualquier análisis debe pasar por las siguientes consideraciones:

1. El general de Gaulle inventó la V República sobre las cenizas de la IV, que le llamó como gran salvador en el momento de la rebelión de Argelia de 1958, que luego avalaría. El mal de las IV y III Repúblicas fue la división ideológica y parlamentaria que dejaba a Francia, la patria, en un segundo plano. La Quinta nació para preservar al Estado y a la Nación frente al poder de banderías y partidos. Para ello, carga de poder al Presidente y busca mayorías capaces de gobernar sin atomizar al electorado en una democracia asamblearia ingobernable.

2. De hacer caso a las encuestas que muestran una especie de cuádruple empate entre los candidatos a la elección presidencial, la V República es insostenible con tal grado de división social. Sin embargo, es al mismo tiempo, más necesaria que nunca.

3. La argucia jurídica para entronizar el sistema de de Gaulle en la Constitución de 1958 es: primero una elección indirecta de notables y, tras la reforma constitucional de 1962, el sistema a dos vueltas. Sin embargo, el general consideraba tal mecanismo innecesario, pues de hacerse inevitable el balotaje – el requisito de segunda vuelta por no alcanzar un candidato más del 50% de los votos – demostraba que la V república no contaba con el poder fuerte de un presidente que hiciera avanzar a Francia. De hecho, cuando en el 65 el mismo general fue llevado al balotaje por Mitterrand, fue una señal de que, según las crónicas «  se había esfumado el sueño unanimista del general ». A saber, que Francia recaía en sus viejas divisiones debilitantes. Cuando en un referéndum menor tras haber superado con éxito la crisis de mayo del 68 perdió una propuesta de regionalización, dimitió, siendo reemplazado en la elección de 1969 por su antiguo primer ministro Pompidou (En la V República, el Presidente nombra al primer ministro que no puede proceder del Parlamento, aunque le someta su plan político general). Sin embargo la V República sobrevivió desde entonces balotajes e incluso cohabitaciones, la insólita conjunción de un presidente con mayorías parlamentarias hostiles. Hasta la última reforma en que Chirac, reduciendo el septenato a quinquenio hizo coincidir el mandato presidencial con el parlamentario (año 2000) en la esperanza, lograda hasta ahora, de que las mayorías presidenciales arrastrasen mayorías parlamentarias de partidos afines.

4.   Hoy al menos dos candidatos de los cuatro favorecidos por las encuestas no tienen partido: Macron y Mélenchon . Y otra, Le Pen,  carece de un sistema que le permita llevar a la mayoría a su partido. La crisis está servida.

5. Formalmente ni es inconstitucional, ni imposible, ni inédito que un Presidente carezca de apoyo parlamentario mayoritario, pero melindres jurídicos aparte, si políticamente no hay una clara decisión de los electores, la V República está condenada. De hecho, Mélenchon propone la VI República como parte de su programa que sería una especie de régimen asambleario.

6. Ortega decía que los pueblos europeos pueden clasificarse en aquellos que tienen mayor sustancia política (« gris social » era la expresión) y los que tienen menos y que, según esa escala, Francia sería el primero y España el último. Es decir, los ciudadanos allá son conscientes de la situación, por eso lo más probable es que propicien un presidente fuerte para salir de la crisis en lugar de introducirse en otra potencialmente más deletérea. Como el programa más gaullista es el de Marine Le Pen sólo hay dos posibilidades: o disolución en banderías de la V República ; o presidencia fuerte de Marine Le Pen, eventualmente apoyada en un parlamento de coalición de republicanos y miembros del Frente Nacional. (Las elecciones legislativas se celebrarán a dos vueltas el 11 y 18 de junio de 2017, curiosamente el 77º aniversario del discurso que con tal fecha pronunció el general de Gaulle llamando a la resistencia frente al nazismo).

7. En el primer caso, con una Francia débil, la UE podría cantar victoria aparentemente, pero una Europa sin equilibrio de poderes en que la excesiva debilidad de Francia no suponga un contrapeso a Alemania (es la situación actual aunque más moderada de lo que sería en el caso de una Francia en plena crisis) es una profecía de la catástrofe o, al menos, de la lenta desaparición de la UE en una organización inane. En el segundo caso, una Francia dispuesta a levantarse, el contrapeso de Francia a Alemania sería tan destacado que desparecería primero el Euro y la libre circulación de personas que no fueran trabajadores y, potencialmente después, la propia UE tal como la conocemos para dar lugar a un acuerdo de libre cambio.

8. Es lícito preguntarse, tras haber conocido los prolegómenos del Brexit y de la victoria de Trump, catalogados como imposibles hasta menos de una semana antes de producirse y considerados increíbles o hasta ilegítimos por los medios dominantes incluso después de producidos, que las encuestas son o falsas o erróneas. Si hay falsedad, esta debería resolverse con un resultado mucho más abultado de Marine Le Pen. A ello apuntan las cifras de indecisos y la subida reciente de Mélenchon, candidato más « potable » para los medios en un entorno viciado contra la candidata del FN. Candidato que en realidad es una copia corregida y aumentada en el izquierdismo populista de Chevènement (soberanista de izquierda y ministro hasta el año 2000). A saber, Mélenchon es otra manifestación del soberanismo. Si a esto se añade que los votos del candidato autodenominado soberanista, Dupont-Aignan, y los de los republicanos en segunda vuelta, se llega a una mayoría de Le Pen.

Si las encuestas simplemente se equivocan o aciertan parcialmente dentro de un ambiente de difícil predicción, el error atañe principlamente al exceso de confianza en un candidato etéreo y sin partido que procede de un partido, el socialista, que ha firmado su acta de defunción con el quinquenio de Hollande. Es decir, Macron no tendría, ni de cerca, un apoyo del 20%. En ese caso, una eventual batalla entre Fillon y Marine Le Pen se dirimiría sobre el campo de UE sí o EU no. Puesto en esa disyuntiva, sería difícil apostar por Fillon. Por eso, este candidato, en ese supuesto, prometería un referéndum similar al de Le Pen al menos sobre la pertenencia al Euro y acaso aún más cercano al de la candidata tras negociaciones con la UE. Aun así, su posición sería compleja y en todo caso, la UE quedaría expuesta como nociva y haría inevitable su mengua en los años subsiguientes.

En segundo lugar, respecto a Europa, hagamos las siguientes consideraciones: 

9. Por ello, el resto de países de la UE, especialmente España, se ven obligados a prepararse para un entorno de resurgimiento de las naciones y de disminución de poderes suprnacionales o incluso intergubernamentales. Es decir, ni la reducción del déficit ni el mantenimiento de una economía de mercado pueden hacerse apelando a las instrucciones europeas sino que deben basarse en convicciones propias que, en una democracia, sólo pueden proceder del electorado.

10. Entretanto, fuera de Europa pero en Occidente, la impecable presidencia de Trump, eficaz interna y externamente a pesar de la impasible crítica mediática, marca el camino a seguir para que el resto de pueblos occdentales se sacudan de encima el despotismo institucional poco ilustrado que los viene gobernando, al menos desde la crisis económica de 2007 y acaso desde el abandono de la alianza transatlántica en la lucha contra el yihadismo.

Un cambio, y un cambio decisivo, está en el aire. A la Revolución francesa de 1789, que marcó ideológicamente la llegada de la edad denominada contemporánea, la precedió la Gloriosa Revolución inglesa de 1688 y la independencia americana de 1776. El menor dramatismo y, afortunadamente, la menor violencia aparente de nuestro tiempo, no deben hacer perder de vista la certidumbre de vientos de cambio semejantes.

En su Estudio de la Historia Arnold Toynbee anunciaba el siglo pasado que las civilizaciones progresaban o se mantenían en vida gracias a la capacidad de reacción ante un reto (el mecanismo de incitación y respuesta). La desparación de este para Occidente con el archifamoso fin de la Historia de Fukuyama, presagiaba - ¿presagia ? – una decadencia de Occidente en los términos del otro famoso de aquella época, Spengler. Pero parece ser que el yihadismo, la amenaza económica de tramposos países emergentes (léase China) y la propia flojera interior han construido conjuntamente ese desafío que obliga a la civilización occidental a reaccionar.

No obstante, como enseñó Popper, la historia ni es materialista ni está determinada, depende de la libertad de los hombres. Lo indiscutible es que la respuesta al reto es imprescindible para garantizar la pervivencia de Occidente.