El abrazo del oso pekinés

por Peter Brookes, 26 de agosto de 2005

Esta semana hemos visto un hecho sin precedente: Los primeros ejercicios militares conjuntos entre China y Rusia en el noreste de Asia por primera vez.
 
Estos ejercicios son pequeños en escala pero su implicación es enorme. Nos señalan un acercamiento mayor de la “alianza estratégica” que Moscú y Pekín sellaron en 1996.
Más importante aún, señalan los primeros pasos reales de la posguerra fría, más allá de la retórica incendiaria, por Rusia y China para igualar y ultimadamente disminuir el poder americano en Asia. Si Estados Unidos no toma los pasos estratégicos para contrarrestar estos esfuerzos, perderemos influencia a favor de Rusia y China en esta cada vez más importante parte del mundo.
 
Algo inimaginable hace sólo unos años, los ejercicios militares de una semana de duración llamados “Misión de Paz 2005” involucra a 10.000 tropas en las costas orientales de China y Rusia y en mares adyacentes.
 
Este ejemplo inequívoco de los ejércitos sino-ruso para mostrar su fuerza también incluyen los avanzados cazas rusos SU-27, los estratégicos bombarderos TU-95 y TU-22, submarinos, naves anfibias y antisubmarinos.
 
El supuesto propósito de estos ejercicios es el de“fortalecer la capacidad de las dos fuerzas armadas para atacar conjuntamente contra el terrorismo internacional, el extremismo y el separatismo” afirma el Ministerio de Defensa chino. Pero el ministro de Defensa chino fue más franco en sus comentarios a principios de año. El General Cao Gangchuan dijo: “Las maniobras ejercerán impactos de gran alcance”. Esto hizo arquear muchas cejas especialmente en Estados Unidos, Taiwán y Japón.
 
Por ejemplo, a pesar que Rusia vetó la idea, los chinos exigieron que las maniobras se llevaran a cabo 500 millas al sur - un paso simplemente con la idea de intimidar a Taiwán. Claramente Pekín quería enviar una advertencia a Washington (y quizá a Tokio) sobre su apoyo a Taipei e insinuar que si hubiese una disputa en el Estrecho de Taiwán, Rusia estaría al lado de China.
 
Las maniobras también dan a Rusia la oportunidad de lucir sus mejores galas militares ante sus mejores clientes: Generales chinos. Moscú es para Pekín el proveedor de armas más grande del mundo por la friolera de más de 2.000 millones de dólares al año con ventas que incluyen submarinos, naves, misiles y cazas.
 
Abundan los rumores de que Moscú finalmente pueda estar dispuesto a vender a Pekín bombarderos estratégicos, capaces de llevar misiles de crucero como los TU-95 de largo alcance y los supersónicos TU-22 reforzando la fuerza militar china contra la de Estados Unidos, sus amigos y aliados en Asia.
 
Rusia y China ya trabajan juntas oponiéndose a la influencia americana alrededor de toda su periferia. Ambos están irritados con el apoyo a la libertad en la región, notablemente en las Revoluciones Naranja (Ucrania), de la Rosa (Georgia) y del Tulipán (Kirguistán) - todas estaban en lo que Moscú y Pekín consideran como su esfera de influencia. En realidad, en un encuentro reciente de la Shanghai Cooperation Organization (incluye a Rusia, China, Uzbekistán, Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán) Moscú y Pekín conspiraron para que Uzbekistán y Kirguistán cerraran las bases aéreas que tiene Estados Unidos allí.
Como resultado, Uzbekistán dio 180 días a EEUU para que se fuera a pesar del contínuo uso de la base para operaciones en Afganistán. (La veloz diplomacia del Secretario de Defensa Donald Rumsfeld salvó la base kirguís pero está en la cuerda floja).
 
Además no deberíamos pasar por alto que “Los 6 de Shangai” han invitado a Irán, India y Pakistán a unirse al grupo como observadores, expandiendo así la influencia de China y Rusia en el sur asiático y partes de Oriente Medio.
 
¿Qué debemos hacer? Primeramente, el Pentágono debería asegurarse de que el Informe Cuatrienal de Defensa sopese las fuerzas americanas para enfrentar tanto la amenaza terrorista no convencional y el gran desafío de poder representado por la alianza estratégica sino-rusa.
 
Segundo, Estados Unidos debe continuar fortaleciendo su relación con su aliado, Japón, para asegurar un equilibrio de poder en el noreste asiático así como alentar a que Tokio mejore sus relaciones con Moscú en un esfuerzo para aflojar los lazos sino-rusos.
Tercero, Washington debe perseverar en su nueva relación con Nueva Delhi para equilibrar el creciente poder de Pekín en Rusia y aprovechar la relación positiva y duradera de India con Rusia.
 
Y hay que estar preparados a negociar. Históricamente Rusia ha dudado de China. Estados Unidos no debe ignorar las posibilidades de desarrollar una favorable relación a largo plazo con Rusia, a pesar de los desafíos que presenta el régimen de mano dura del presidente ruso Vladimir Putin.
 
Estas maniobras militares sin precedentes no significan que una alianza Pekín-Moscú sea inevitable. Pero representan una fase nueva, más íntima en las relaciones sino-rusas. Y el creciente poder político-económico de China unido al poder militar ruso podría significar un bloque antiamericano potencialmente fuerte.
 
Por el momento, Pekín y Moscú están decididos a construir un orden político en Asia que no incluya a Estados Unidos en lo alto de la pirámide del poder. Con asuntos desde el terrorismo islámico pasando por un conflicto en el Estrecho de Taiwán hasta los misiles nucleares de Corea del Norte, lo que está en juego es importantísimo. Washington, sus amigos y aliados no deben perder ni un minuto para abordar la floreciente alianza sino-rusa.
 
Peter Brookes ha sido Vicesecretario Adjunto de la Secretaría de Defensa de Estados Unidos y actualmente es Miembro Senior de la Fundación Heritage, columnista del New York Post y Director del Centro de Estudios Asiáticos.
 
©2005 Peter Brookes
 
©2005 Traducido por Miryam Lindberg
 
 
GEES agradece a la Fundación Heritage y al Señor Brookes el permiso para publicar este artículo.