Discurso presentación del informe "NATO: An Alliance for Freedom"

por José María Aznar, 17 de noviembre de 2005

(Presentado en el American Enterprise Institute, 16 de noviembre de 2005)

 
Es un placer estar con ustedes una vez más aquí, en el AEI. El American Enterprise Institute tiene el privilegio de ser un punto de referencia a escala mundial para todos aquellos que luchan por la libertad, los derechos individuales y, en pocas palabras, quienes defienden una agenda liberal (como la llamaríamos en la Europa continental). La política correcta, debería añadir.
 
Ya he estado aquí anteriormente y sinceramente, espero que no sea esta la última vez. De hecho, como le dijo el Prefecto Louis (Claude Rains) a Rick (Humphrey Bogart) en Casablanca, este es el comienzo de una gran amistad.  Porque me siento como en casa. Sin embargo, no había venido nunca al AEI a presentar uno de mis estudios. Probablemente no sepan que después de retirarme de la política activa, fui nombrado presidente ejecutivo de FAES, un think-tank ligado al Partido Popular y comprometido con la defensa y la difusión de los valores liberales (liberales en el sentido clásico europeo, no en el americano), los valores liberal-conservadores, si prefieren ese término. Me atrevo a decir que el AEI y FAES son instituciones que comparten ideas similares.
 
El informe que presentamos hoy, titulado OTAN: Una alianza por la libertad, es resultado de varios meses de trabajo de campo por parte de FAES. Pero sobre todo, es consecuencia de muchos años de análisis sobre el estado de las relaciones atlánticas, muy deteriorados desde los acontecimientos de Irak, pero ya en peligro desde el 11de septiembre, y que habían experimentado cambios considerables ya en 1989.
 
Permítanme afirmar que creo firmemente en las relaciones atlánticas. No puedo entender España o Europa sin su dimensión atlántica, como creo que ustedes no pueden entender Estados Unidos sin tener en cuenta a Europa. Pero el vínculo atlántico va más allá de una mera referencia histórica. Los valores e intereses que compartimos son demasiado amplios e importantes como para creer que nuestra relación está definitivamente deteriorada y desistir de cualquier intento de recomponerla. Creo que quedarse de brazos cruzados no es una buena opción, ya que el frágil status quo en el que vivimos supone, en realidad, un paso atrás. Las condiciones de seguridad de nuestras naciones, así como la estabilidad internacional, exigen una agenda de cambio.
 
Un momento de crisis
 
Durante los últimos meses he escuchado las opiniones más dispares sobre la situación actual de la OTAN, desde quien considera que la OTAN está muerta hasta quienes opinan que la Organización es más efectiva que nunca. Es cierto que, en la actualidad, la OTAN es más activa que en toda su existencia. ¿Quién habría podido pensar hace quince años que la OTAN iba a desplegar tropas en los Balcanes, llevar a cabo una operación de reconstrucción en Afganistán o dar apoyo aéreo a la Organización de Estados Africanos en Darfur? Nadie. Pues bien, contra todo pronóstico, la OTAN lo está haciendo y poco a poco va dejando atrás la agenda de la Guerra Fría.
 
No tengo ninguna intención de criticar las operaciones de mantenimiento de la paz que lleva a cabo la OTAN. Creo que la evolución que experimentó la OTAN en los años noventa ha tenido un efecto muy deseable tanto en la resolución eficaz de los conflictos, como en su propia reestructuración interna. La OTAN perdió su principal eje de acción, que era la Unión Soviética, porque la Unión Soviética desapareció. Pasó a convertirse en una suerte de organización exportadora de estabilidad.
 
Pero a pesar de su hiperactividad, en mi opinión la OTAN atraviesa una crisis muy profunda. Los noventa fueron años de vacaciones estratégicas. Nos dedicamos a celebrar la desaparición de la amenaza existencial que representaba la URSS para todos nosotros. Habíamos recobrado  la confianza en nosotros mismos y nos sentíamos capaces de acabar con todos los conflictos civiles y étnicos con tal de que nos pusiéramos manos a la obra. Tal y como dijo una vez Sir Winston Churchill, “eran guerras de pigmeos” comparadas con la capacidad de la OTAN, la máquina militar más poderosa de la historia.
 
Una nueva amenaza existencial
 
Pero ahora sabemos que los noventa también fueron los años durante los cuales un nuevo enemigo se preparaba para asestarnos un golpe mortal. Los ataques del 11 de septiembre no fueron el principio de las hostilidades, ya que podemos identificar ese día muchos años antes, pero sí fueron una revelación: descubrimos que en vez de vivir en un mundo apacible, nos enfrentábamos a una nueva amenaza existencial. No sólo porque el terrorismo pasó a convertirse en terrorismo masivo, sino porque el terrorismo islamista tiene una visión y un plan estratégico muy claros, que eran y siguen siendo incompatibles con nuestro estilo de vida.
 
El 11 de septiembre también supuso una revolución para la OTAN. Conceptos tradicionales tales como las políticas de contención y de disuasión dejaron de ser viables y la defensa defensiva, que la OTAN había practicado durante cuatro décadas, significaba poner en peligro la vida de muchísimas personas. Pasar a una política ofensiva o tomar medidas preventivas era algo para lo que no estaba preparada la OTAN. No lo había hecho nunca porque nunca lo había necesitado.
 
Ahora bien, todos los cambios necesitan tiempo y suelen implicar procesos muy difíciles. La Alianza aplicó por primera vez en la Historia lo estipulado en el artículo 5, según el cual un ataque contra uno de sus miembros es un ataque contra todos. Sin embargo, en la práctica, la OTAN no hizo gran cosa y dejó que sus miembros cooperaran bilateralmente con los Estados Unidos en la Operación Libertad Duradera.
 
Algunos afirman que la OTAN no podía hacer nada tangible de mayor envergadura ya que no tenía ni activos ni recursos; para otros la causa fue la resistencia de Estados Unidos a repetir la guerra por encargo que presenciamos en Kosovo. El debate sigue abierto.
 
En cualquier caso, tal y como quedó patente durante toda la crisis de Irak, la falta de compromiso de la OTAN no siempre se debió a la ausencia de capacidad militar, sino a la existencia de profundas divergencias políticas y estratégicas. Está claro que los miembros de la OTAN, sobre todo los europeos, deberían invertir más y mejor en defensa, pero solucionar las deficiencias materiales no cerrará de forma automática la crisis que atraviesa la Alianza. Al menos esa es mi opinión.
 
'Se trata de nuestra victoria o de nuestra derrota'
 
La OTAN está sumida en una crisis porque algunos creen que vivimos en estado de guerra. Nos enfrentamos, supuestamente, a un enemigo que nos ha declarado la guerra, y debemos luchar en un conflicto en el que es imposible alcanzar una situación de empate. Nuestro enemigo es tan feroz que se trata de él o nosotros, de nuestra victoria o de nuestra derrota. La Guerra Global contra el Terrorismo (cuyas siglas en inglés son G.W.A.T) es algo más que una expresión retórica: los puntos que unen sus siglas conectan también Nueva York y Washington, Bali y Madrid, Londres, Irak o Amán.
Para algunos en la Alianza, los islamistas, radicales, extremistas, yihadistas o terroristas, no representan una amenaza existencial para el mundo occidental. El Islam político es un fenómeno que hay que abordar contando con los servicios de inteligencia y las fuerzas policiales, ya que está integrado por delincuentes y no por combatientes o por soldados.
 
Creo firmemente que nos enfrentamos a un enemigo mortal. Y creo que todos los que consideran que los terroristas islamistas son un problema que puede controlarse están equivocados. Esta es la paradoja de la OTAN: se tiene la impresión de que la OTAN está en todas partes, algo que es prácticamente cierto, pero la sensación de vulnerabilidad y de inseguridad de sus ciudadanos va en aumento. ¿Se puede aceptar con naturalidad que cualquier político europeo declare que la OTAN debe desplegarse en regiones remotas mientras que la gente muere en trenes y autobuses?
 
Libertad y prosperidad
 
Creo que mantener a la OTAN al margen sólo porque se dedica a realizar operaciones de paz o porque está inmersa en interminables discusiones acerca de sus relaciones con la Unión Europea -una gigantesca inversión de tiempo y energías- es una respuesta equivocada. La OTAN se creó para reforzar la seguridad de sus miembros y para proteger nuestra libertad y nuestra prosperidad. Es verdad que, en cierto sentido, la OTAN se reinventó en los años noventa. Pues bien, ha llegado el momento de volver a preguntarnos qué es la OTAN.
 
Y, tal y como pueden ver en el informe, creo que la receta es relativamente sencilla. En primer lugar, la OTAN debe convertirse en un foro en el que sus miembros puedan expresar con claridad lo que son, es decir democracias liberales comprometidas con la defensa colectiva de nuestra libertad y nuestros valores, así como sus valores estratégicos. Deberíamos sentirnos orgullosos de lo que somos y no deberíamos aceptar el chantaje o la presión de los terroristas o de sus ideólogos y renegar de nuestra herencia y de nuestros principios. La OTAN no puede ser una institución aséptica, carente de valor.
 
En segundo lugar, los miembros de la OTAN deben reconocer que necesitamos una organización para nuestra defensa colectiva. Estamos asediados tanto fuera como dentro de nuestras fronteras. Ya nos han atacado en bastantes ocasiones y nuestros enemigos no se van a detener a menos que nosotros les hagamos frente. Los días felices en los que creím os estar libres de amenazas han quedado atrás y la OTAN debe seguir cumpliendo su papel, es decir garantizar la seguridad de nuestra gente y de nuestros intereses de los ataques de nuestros enemigos. El yihadismo ha sustituido al comunismo, al igual que el comunismo sustituyó al nazismo como amenaza existencial para las democracias liberales.
 
Una insurgencia mundial
 
En tercer lugar, debemos ser conscientes de que a día de hoy es imposible trazar una línea divisoria clara entre seguridad internacional y seguridad nacional. Mohamed Atta viajó de Frankfurt a Estados Unidos, pero los autores de las bombas del 11 de marzo en Madrid vivían desde hacía muchos años en España, y los terroristas que actuaron en Londres el pasado mes de julio tenían nacionalidad británica.
 
En este sentido, una de las propuestas de este informe es el desarrollo por parte de la OTAN de una política de seguridad interna. Es inconcebible que la OTAN no sirva de punto de encuentro para los responsables de la seguridad y de la defensa nacional, así como para sus ministros de exteriores, por culpa de intereses corporativos y burocráticos.
 
En cuarto lugar, el terrorismo no se limita a unos cuantos ejemplos aislados de crueldad y de violencia. Es algo más. Es la punta del iceberg del extremismo islamista que despliega una especie de insurgencia mundial. Lo mínimo que se puede decir es que estamos ante un fenómeno global. Además, es un hecho indiscernible del problema de la proliferación: sabemos que los terroristas islamistas no entienden de líneas rojas y están dispuestos a matar a tanta gente como puedan.  Por esa razón, una política antiterrorista efectiva debe ser global y tener en cuenta medidas anti-proliferación. Por lo mismo, cualquier estrategia antiterrorista efectiva debe ser colectiva. El campo de batalla es ahora global y multidimensional y ninguna nación, ni siquiera Estados Unidos posee todos los elementos para ganar sola esta batalla.
 
Israel, miembro de la OTAN
 
Creo que para las democracias occidentales, la OTAN es la mejor organización colectiva de la que disponemos a la hora de enfrentarnos a este desafío histórico. Pero no la OTAN que tenemos ahora, sino una nueva OTAN.
 
Ya he hablado antes de la necesidad de contar con una política de seguridad nacional. Para ganar esta batalla contra el enemigo terrorista, la OTAN debe ampliar su alcance geográfico. Y ese es el segundo gran cambio que defendemos en nuestro informe. La ampliación de la OTAN se ha concentrado hasta ahora en la Europa Central y del Este con el fin de superar la división contra natura del continente europeo, fruto de los años de la Guerra Fría. Era sin duda una deuda histórica que teníamos con el Este. Pero ha llegado el momento de cambiar de dirección. Lo que la OTAN necesita es que su ampliación refleje mejor lo que somos en realidad, naciones dispuestas a colaborar, y capaces de hacerlo, para eliminar la amenaza real del terrorismo islamista, naciones que quieren defender sus valores, su prosperidad y su libertad. A este respecto, nuestro informe propone que el próximo proceso de ampliación consista en abrir las puertas de la OTAN a países como Japón, Australia e Israel, así como desarrollar asociaciones estratégicas con otras naciones como Colombia, que luchan en primera línea contra el terrorismo.
 
Hay muchas más propuestas. Algunas son más factibles que otras, y algunas podrían ponerse en práctica con gran rapidez. Podrán leerlas con detalle en nuestro informe.
 
Los especialistas que han elaborado el informe han entrevistado a más de 200 personas en más de doce países y han desarrollado sus ideas con el máximo rigor y profundidad. Como es lógico, no a todo el mundo le gustan las mismas ideas. Pero creo que este documento puede ayudar a debatir las cuestiones más urgentes de la OTAN sobre su futuro y sus objetivos.
 
Hasta ahora, este informe cuenta con el apoyo del Committee for the Present Danger (bipartidista), entre cuyos miembros se encuentran el antiguo secretario de Estado George Shultz, el senador Joe Lieberman y Jon Kyl, así como el antiguo director de la CIA James Woolsey o Vaclav Havel, ex presidente de la República Checa.
 
Mi objetivo, el objetivo de FAES, es realizar una aportación positiva de cara de la importante cumbre de la OTAN que se celebrará a finales de 2006. Terminaré diciendo que estoy profundamente agradecido de que la primera presentación del informe OTAN: Una alianza para la libertad haya tenido lugar en el AEI. La OTAN es una especie de organización fantasma debido al escaso interés que le presta Estados Unidos y a la falta de compromiso de los aliados europeos. Todos los que creemos en la relación atlántica debemos unir nuestras fuerzas y transformar la OTAN en una organización multinacional estratégica al servicio de las necesidades de defensa de sus miembros. Ese es mi objetivo.
 
Muchas gracias, Chris, por acoger esta presentación y gracias a todo el AIE por hacer posible este acto y el debate que empezará en cuanto haya terminado de hablar.