Cómo hacer que el 2007 sea el último año de Ahmadinejad en el poder

por Michael Rubin, 30 de enero de 2007

(Publicado en New York Daily News, 3 de enero de 2007)

Las manifestaciones en Irán son una forma de arte. Primero, el gobierno transporta en autobús a los empleados del estado. A continuación, los funcionarios distribuyen pancartas con eslóganes de la revolución. Por último, la televisión nacional informa de una concentración espontánea en apoyo a la República Islámica.       

Las manifestaciones concertadas, no obstante, enmascaran la debilidad. El 11 de diciembre, un grupo de estudiantes interrumpía un discurso del Presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad con cantos de 'Muerte al dictador'. El 2 de enero, un manifestante en Ahvaz enarbolaba una pancarta condenando la inflación, el desempleo y la criminalidad. Los recientes comicios abofetearon a los fundamentalistas.
 
Y, desafortunadamente, en lugar de encontrar la manera de capitalizar tal debilidad, hasta la fecha, el deseo de diplomacia ha cegado a Occidente. Entre el 2000 y el 2005, diplomáticos europeos triplicaron el comercio con Irán elogiando la ampliación. Teherán canalizó el 70% de esos beneficios brutos en divisas a sus programas nuclear y militar. Después de que la Secretario de Estado Rice ofreciera un diálogo con Irán, el régimen anunciaba que redoblaba sus esfuerzos nucleares. Ahmadinejad decía esta semana que 'humillaría' a Estados Unidos.
 
Los diplomáticos europeos afirman que su estrategia está funcionando, pero en privado dicen que un Irán nuclear es inevitable. Las sanciones parciales de la ONU el mes pasado apenas son simbólicas. La eficacia exige sanciones exhaustivas -que los diplomáticos podría levantar en respuesta al cumplimiento de las condiciones-.
 
Pero la ONU es ineficaz. Si el Presidente Bush es sincero cuando dice que Estados Unidos 'no tolerará' un Irán armado nuclearmente, Washington podría tener que actuar en solitario. Esto no significa acciones militares por fuerza, sino disposición a explotar las debilidades iraníes.
 
La República Islámica se encuentra bajo una presión tremenda. Un informe reciente de la Universidad Johns Hopkins predice que la industria petrolera de Irán podría venirse abajo en la próxima década a causa de su pobre gestión y su infraestructura en desintegración. Ahora mismo, la República Islámica tiene que importar el 40% de sus necesidades de combustible. La economía iraní es incapaz de proporcionar empleo a los 700.000 jóvenes que entran cada año en el mercado laboral. El Banco Mundial estima que el PIB de Irán se encuentra un 30% por debajo de los niveles de los años setenta. Los expertos estiman que 5 millones de iraníes son adictos a las drogas. La prostitución se ha disparado al tiempo que la pobreza se extiende.
 
La Casa Blanca debería explotar las crecientes grietas en la sociedad iraní. Igual que Ronald Reagan fue el defensor de los trabajadores en huelga en la Polonia de 1981, Bush debería apoyar a los sindicatos comerciales iraníes independientes. Obligar al régimen a ser responsable ante su pueblo mejora las vidas de los iraníes ordinarios y también mina las fantasías de dominación mundial de Ahmadinejad. En Irán, las huelgas feroces ayudaron a lanzar la Revolución Islámica; también podrían ponerle fin.
 
Criticar la retórica del Eje del Mal de Bush es un error de principios. Llamar a las cosas por su nombre no solamente contribuye a disuadir la disposición europea a invertir en la industria iraní, sino que la disposición de los demócratas iraníes a manifestarse ha crecido proporcionalmente a todas las declaraciones de la Casa Blanca acerca de la libertad. Los pacifistas deberían aplaudir tal acción eficaz no militar.
 
Finalmente, la diplomacia pública norteamericana debería dar preferencia a la información por encima de la música pop en el marco de la prohibición iraní de ambas cosas. El régimen iraní se vería obligado a despreciar como propaganda las noticias de inquietud y corrupción originadas en los periódicos locales iraníes y convertidas por la Voz de América en noticias nacionales.
 
La acción militar contra Irán sería una tragedia, pero solamente será necesaria si la política norteamericana sigue siendo un barrizal. En esto la Casa Blanca y el nuevo Congreso tienen suerte. Si juegan bien sus cartas, este podría ser el último año de Ahmadinejad.


 

 
 
Michael Rubin es resident scholar en el American Enterprise Institute.