Cambalache

por Florentino Portero, 13 de julio de 2010

 

(Publicado en ABC, 13 de julio de 2010)
 
Para muchos políticos europeos encontrar una razón para levantar el régimen de sanciones contra Cuba resulta una necesidad perentoria. Unos porque quieren salvaguardar la legitimidad del principio revolucionario, otros porque consideran, como muchos dirigentes latinoamericanos, que es una hipocresía castigar a Cuba mientras se trata de mejorar las relaciones con otros regímenes, como el chino, que son tan crueles como el castrista.
 
El gobierno de La Habana lo ha dicho de palabra y por escrito: ni consideran evolucionar hacia una democracia ni se plantean respetar los derechos humanos. No engañan más que a quien se empeñe en engañarse. Comprenden que pueden obtener beneficios si realizan determinados gestos al gusto de las diplomacias occidentales y que no pongan en peligro la estabilidad de su régimen.
 
El sector más colaboracionista de la Iglesia cubana y la diplomacia más colaboracionista de entre las europeas plantean una operación singular: el régimen castrista echa del país a unos cuantos opositores, con lo que supone de privación de derechos básicos, y nosotros se lo agradecemos y premiamos. Otros cubanos ocuparán esas celdas por defender su libertad, pero para muchos europeos eso es lo de menos. Lo realmente importante es que el régimen castrista les ha escuchado, que el diálogo es posible, que cabe la esperanza de ir más allá si levantamos las sanciones.
 
Es verdad que se están salvando vidas y eso es importante, pero no parece sensato premiar al asesino por matar un poquito menos. La diplomacia española y la Iglesia Católica están haciendo el juego a la dictadura comunista facilitando que salgan del país los opositores. Si nos empeñamos nos los enviarán a miles, como ya hicieron con Carter, pero eso no supone un avance, sino un alivio para la dictadura.