Asesinato en Pakistán. Goleada yihadista

por GEES, 29 de diciembre de 2007

Cuanto peor para Pakistán, mejor para la yihad. Mejor a escala universal. Si lo consiguieran, podrían dejar chiquito el 11-S. Con el asesinato de Benazir Bhutto han dado un gran paso para desestabilizar a fondo el nunca muy estable Pakistán. El mero hecho de sembrar el caos en tan fértil terreno no tiene nada de mero. Causar tal problema a los Estados Unidos, ennegreciendo todavía más las obscuras perspectivas del país, no es magra victoria.
 
Como un reflejo pavloviano, todos asociamos Pakistán con un vivero de terrorismo que cuenta con un arsenal atómico en su medio. Esos dos hechos no agotan los problemas. Sobre la región pende siempre la posibilidad de una nueva guerra, sería la cuarta, con su vecina la India, no menos nuclear. Es un país escasísimamente estructurado, con enormes rivalidades regionales, en el que el gobierno apenas tiene control sobre más de la mitad del territorio: toda la frontera oeste, de norte a sur, poblada por pashtunes y baluchos tribales; mientras, las dos enormes, en población, regiones del Este, el Punjab y el Sindh, se miran con recelo y el Gobierno nacional tiende a estar en manos de los inmigrantes llegados del resto de la India en el momento de la independencia y partición, foráneos, pues, los cuales impusieron como idioma oficial, amén de el inglés, el urdu, muy próximo al indi, ajeno a las hablas locales.
 
Los magnicidios pueden a veces torcer la historia, más allá del significado de la personalidad desaparecida, por el impacto mismo de la desaparición. Aunque la de Bhutto es una gravísima pérdida para su país, el éxito del matador la transciende. Si, como todo parece indicar, se trata de yihadistas, su colosal triunfo no reside tanto, con ser muy importante, en haberla eliminado de la escena política -algo que no fue nada difícil, dado lo mucho que arriesgó esta valiente mujer-, como en la reacción que han logrado provocar entre sus partidarios. Toda acción terrorista es un acto publicitario y éste seguirá dando vueltas al mundo durante días. Pero más allá de los dominios de la propaganda no hay mayor éxito para los profesionales del terror que conseguir que la abyección de su crimen sea atribuida a quienes los persiguen y combaten, saliendo ellos de rositas, lo que ha sido el caso desde el primer instante. No se trata de arrimar ninguna ascua a sardina alguna, pero ahí están la hoguera y el pez y ciego es quien no sea capaz de verlo. 'Perro' es el peor de los insultos en boca de un musulmán y 'perro' ha sido el grito unánime que los fervientes seguidores de Benazir lanzaron y lanzan contra Musharraf, como movidos por un automatismo suicida.
 
La señora Bhutto tuvo en su momento que ver con el auge de los talibanes, pero al regresar hace dos meses al país se proclamó asombrada por la magnitud y la intensidad de la amenazadora presencia del más extremo islamismo. Asombro programático, pues es bien difícil de creer que no estuviese suficientemente informada de lo que todos sabemos. Sus palabras contra el monstruoso dragón han sido las más duras pronunciadas por un político pakistaní, Musharraf incluido. Esas declaraciones creaban la cancha común donde, a pesar de todos los resentimientos y vituperios contra el dictador militar, los dos políticos hubieran podido jugar juntos un juego nacional e internacionalmente decisivo bajo el patrocinio y la benevolente mirada de Washington, que llevaba un año trabajando en ello. Siempre habrá necios que se recreen en el nuevo fracaso de Bush, pero esto no es la clásica bofetada del payaso tonto en la propia cara para que le duela al otro sino que se aproxima más, si la situación se precipita hacia el abismo, a un tiro en la sien. Como en el caso de los berlineses de Kennedy, aquí todos somos pakistaníes y por exótico que resulte no es opcional, a nadie se le permite el lujo de dejar de serlo.
 
De momento, el tiro en la sien que se ha llevado a Benazir tan oportunamente para la causa de los guerreros santos ha dejado también malherido a Musarraf, el enemigo que después de todo más daño les ha causado. Y el pájaro de Washington tocado en el ala y quizás más profundamente. ¡Qué espléndidamente trágica carambola! Ese sí que ha sido un tiro.