Alí Husein Montazerí

por Florentino Portero, 22 de diciembre de 2009

 

(Publicado en ABC, 22 de diciembre de 2009)
 
Tanto los especialistas en Irán como los servicios de inteligencia de las grandes potencias han insistido una y otra vez en que la sociedad iraní es con diferencia el mayor escollo para la pervivencia del régimen islamista establecido por Jomeini. Es discutible que fuera de Teherán la influencia de los sectores reformistas y demócratas sea tan relevante, pero tampoco París ha sido a lo largo de la historia muy representativa de la realidad francesa y eso no ha sido obstáculo para que fuera el marco de un buen número de procesos revolucionarios.
 
El fallecimiento del gran ayatolá Alí Hosein Montazerí es un hecho relevante por distintas razones. Era hasta hace dos días la máxima autoridad del chiísmo iraní, quien ocupaba la posición de mayor dignidad teológica en la ciudad santa de Qom. Su prestigio político era enorme al haber sido designado por Jomeini como su heredero y al haber perdido esa condición por su visión más moderada y reformista del proceso revolucionario, lo que le llevaría a un enfrentamiento aún mayor tanto con el actual Líder Supremo Jamenei como con el presidente Ahmadineyad. Para los miles de personas que se han echado a la calle, Montazerí representa la Revolución que pudo ser y no fue; la deslegitimación de los actuales dirigentes por la máxima autoridad religiosa; y, por último, la esperanza de que es posible armonizar religión y derechos humanos, respeto a la tradición con modernización.
 
Si eso es cierto o falso, yo no lo sé. En cualquier caso, lo que resulta evidente es que la ciudad de Teherán ha optado por la resistencia tras el pucherazo descarado e impune realizado por el presidente Ahmadineyad y por sus aliados de la temida Guardia Revolucionaria iraní. Nunca antes el régimen nacido de la Revolución fue tan débil, pero nunca antes tuvo a su disposición unos medios represores tan eficaces.