Autor: Eduard Yitzhak

Estamos inmersos en la Tercera Guerra Mundial. El yihadismo combate simétricamente con armamento pesado y soldados en campo de batalla en Siria, Irak, Afganistán, y de una manera asimétrica en el resto del mundo.

A las puertas de Europa se agolpan desde hace años multitudes de seres humanos procedentes del mundo árabe y musulmán.

La constante persecución anticristiana que sufren los cristianos en tierras del Islam ha sido calificada por el Papa Francisco, en un discurso en la ciudad boliviana de Santa Cruz el 10 de julio de 2015, como de Tercera Guerra Mundial.

Sería deseable que fueran a quejarse a Siria, como se desplazaron a Israel a quejarse contra el “maltrato y matanzas” que el estado judío daba a los gazenses. Desde aquí se les anima a que vayan.

Estos nuevos musulmanes quedan imbuidos en la cultura nihilista del islamismo, abrazando la idea de la Yihad, anhelando asesinar a sus conciudadanos en nombre de su ya no tan nueva religión de adopción, el Islam, rememorando las gestas de Muhammad y sus inmediatos seguidores, en nombre de Alá, del Corán y del Islam.

Amnistía Internacional ha informado que las víctimas, algunas de ellas sólo bebés, fueron arrebatadas de pueblos invadidos por los yihadistas fuertemente armados.

Las Naciones Unidas proclamaron el 14 de mayo de 1948 la Independencia de Israel, al cabo de unas horas, tropas libanesas, sirias, iraquíes, egipcias y transjordanas, apoyadas por voluntarios libios, saudíes y yemeníes, comenzaron la invasión del recién proclamado Estado judío con el fin de destruirlo y expulsar a los judíos al mar.

¿Acaso hay cristianos que se exploten y revienten en mil pedazos masacrando a no cristianos?

Algunos articulistas árabes han percibido este silencio y desviación de la mirada del mundo musulmán como un peligro real que daña la imagen del Islam.