Zonas de pasto

por Mark Steyn, 19 de enero de 2007

(Publicado en Chicago Sun Time, 7 de enero de 2007)

Como parte del actual compromiso de esta columna con la cobertura en profundidad de los temas que importan, nos complace presentar la primera de una serie nueva: ovejas en la actualidad. He aquí dos titulares de la semana pasada.
 
Del Wall Street Journal: '¿Sacrificio ritual? En mi calle no, dicen los belgas'.
 
Y del Sunday Times of London: 'La ciencia lo dice: nada de intervenir en las ovejas homosexuales'.
 
La primera noticia trata de las 25.000 ovejas en Bruselas que hace unos cuantos días se encontraron orientadas hacia La Meca y después degolladas y desangradas hasta morir. Los musulmanes hacen esto para celebrar Eid al-Adha, que conmemora la disposición de Abrahám a sacrificar a su hijo a Dios y la disposición de Dios a conformarse a cambio con un cordero. La población musulmana de Bélgica ha crecido tan rápidamente que no existen suficientes lugares en la ciudad para llevar a cabo el sacrificio ritual, y llegado el Eid, es como la hora punta corderil en todo matadero de Bruselas, con corderos rebosando de cordero a cordero hasta donde alcanza la vista. Según lo informado por el Journal, Mohamed Mimoun agarró su cordero, cogió número, y se dio cuenta de que hacía cola para una espera de dos horas. Lo que es peor, de camino al matadero, le paró un policía y fue multado por llevar un cordero en la baca de su Toyota. Por ley, se supone que el cordero va montado en los asientos del pasajero traseros. Beeee beeeee, veeete al asiento trasero.
 
Observado lo anterior, pasemos a las ovejas homosexuales. Aparentemente, los investigadores de la Universidad de Ciencias y Salud de Oregón y la Universidad Estatal de Oregón han estado experimentando con equilibrios hormonales ovinos con el fin de persuadir a los corderos homosexuales del error de su comportamiento. Parece que han tenido 'éxito considerable' inyectando hormonas en el cerebro de los corderos. De pronto, los jovencitos cambian de condición y tararean un par de estrofas de 'Abrázame, mi dulce cordera'.
 
Los colectivos homosexuales (es decir, colectivos homosexuales humanos: ni siquiera América tiene aún un grupo de presión corderil homosexual a destajo con sede en K Street) no están satisfechos con esto. Martina Navratilova, la nueve veces campeona de Wimbledon, ha pedido que el proyecto sea abandonado y que los científicos respeten, en palabras del Sunday Times, 'el derecho de la oveja a ser gay'. Muchos de nosotros podemos simpatizar. La pobre ovejita es un visto y no visto. Si va a acabar desangrada hasta morir mientras es orientada hacia La Meca, al menos tendría que ser capaz de elegir su orientación en la víspera de ello. También puede colarse por un cordero igual que por una cordera. Ciertamente una oveja debe ser capaz de celebrar su propia sexualidad sin que un montón de eugenistas ovinos alocados la aten a una camilla y le inyecten el hetero-chute. Mientras cantan la escena final de “La Cage Aux Folles”:
 
La vida no vale nada
Hasta que sabes decir, hey, mundo
 
Pasto lo que pasto
 
Mientras tanto, Udo Schuklenk, profesor de Bioética en la Glasgow Caledonian University, ha advertido que su investigación 'conlleva la terrible posibilidad de explotación por parte de sociedades homófobas. Imagine esta tecnología en manos de Irán, por ejemplo. Es típico de Estados Unidos ignorar el contexto global en el que esto está teniendo lugar'.
 
Nadie en Escocia parece estar empleando mucho tiempo en imaginar, digamos, tecnología nuclear en manos de Irán, pero en Glasgow están en pie de guerra por la posibilidad de que los mulás obtengan tecnología de enderezamiento de ovejas. Si el Presidente Bush está buscando un casus belli contra Teherán, el punto de vista gay-corderil puede ser la mejor opción de contar con la UE. 'UE', a propósito, es la abreviatura de 'Unión Europea', y no lo que dice un cordero homosexual con desagrado cuando la cordera llega dando un paseo de camino al asunto.
 
Al contrario que Martina Navratilova, no soy ningún experto en sexualidad ovejil. ¿Quién puso al cordero a dar la campanada? No podría decirlo. Pero siempre estoy interesado en las contradicciones internas de la coalición del arco iris. Si usted es un granjero, un cordero es un activo económico. De modo que, si es homosexual, es inútil. Allá en los años 80, Jasper Conran, sastre de la princesa de Gales, presumiblemente se asomó fuera de la ventana de su tren en algún pasto de Holstein y suspiró, 'La distinción es la sal de la vida', una observación que (aunque algo apócrifa) ilustra las limitaciones de la sensibilidad homosexual aplicada a la granja. De ese modo, al escuchar que los expertos han salido con una pegatina al estilo parche de nicotina que una oveja embarazada puede llevar para corregir cualquier homosexualidad potencial en su feto, el granjero medio bien puede pensar que vale la pena invertir en ello.
 
Y, si eso sucede, ¿en qué momento el derecho de una mujer a elegir se solapará con el derecho de un granjero a las corderas? Bajo la política one-child de Beijing, las chinas ejercieron su 'derecho a elegir' el sexo de su bebé de manera tan radical que ahora cuentan con la cohorte más demográficamente desequilibrada de la historia: millones de chicos en exceso frente a los que todas las bebés fueron abortadas. El profesor Schuklenk está en lo cierto: 'las sociedades homófobas' bien podrían elegir des-homosexualizar a su descendencia. Después de todo, gran parte de la práctica abortiva es ya explícitamente eugenesia: si una mujer puede decidir que no quiere cargar con un niño con síndrome de Down o el mal congénito del paladar, o que solamente quería uno de los trillizos, ¿por qué hay que obligarla a aceptar su orientación? Una vez que has redefinido el embarazo en términos tan radicalmente individualistas como han hecho los absolutistas del aborto, ¿por qué deberían las minucias en boga de la corrección política demostrar ser una contención más eficaz que la moral religiosa o social convencional? En el 2005, respondiendo a una posibilidad altamente hipotética de monitorización parental de un 'gen homosexual', un representante del estado de Maine presentaba una propuesta de ley para protección de los homosexuales no natos. Pero es difícil ver el motivo por el que, en la teología abortiva progresista, los homosexuales no natos son merecedores de más protección que los heteros no natos.
 
Lo que nos lleva de vuelta a las calles de Bruselas. Ann De Greef, una activista belga de los derechos de los animales, no disfruta la masacre anual del Eid. 'No es normal sacrificar a miles de ovejas de esta manera en mitad de una importante ciudad europea', se quejaba.
 
Au contraire, lo es. Y, teniendo en cuenta la ventaja demográfica del Islam, va a ser cada vez más normal. Los musulmanes pagan a los granjeros belgas alrededor de 250 pavos para exigir una oveja para el sacrificio ritual, lo que sugiere que son bastante serios con ello. En la práctica, teniendo en cuenta la fuerza de presión política del Islam, es más probable que las restantes restricciones sobre el sacrificio ritual sean rescindidas. Cansados de hacer cola en mataderos hasta las trancas, muchos musulmanes de Bruselas sacrifican la oveja en casa -- lo que es ilegal bajo la ley belga, pero ante lo que el estado ya se lava las manos.
 
La izquierda asume sin cuidado que las diversas acciones de su coalición de grupos identitarios son aliados a perpetuidad que pueden ser conducidos como rebaño y orientados en la misma dirección. No lo son. La noticia de la oveja belga trata de una ventaja demográfica, la noticia de la oveja de Oregón trata de un avance tecnológico. Pero la combinación más potente es la tecnología supeditada a la demografía: en otras palabras, ¿cuánta demanda habrá para la última innovación? ¿Aborto para desórdenes genéticos? En América muchos. ¿Aborto para reducir la cifra de hijas no deseadas? Un desagradable montón en China y La India.
 
¿Un parche para des-homosexualizar a su bebé?
 
Somos pobres corderos que se han perdido. Beeeee.


 

 
 
Mark Steyn es periodista canadiense, columnista y crítico literario natural de Toronto. Trabajó para la BBC presentando un programa desde Nueva York y haciendo diversos documentales. Comienza a escribir en 1992, cuando The Spectator le contrata como crítico de cine, Más tarde pasa a ser columnista de The Independent. Actualmente publica en The Daily Telegraph, The Chicago Sun-Times, The New York Sun, The Washington Times y el Orange County Register, además de The Western Standard, The Jerusalem Post o The Australian, entre otros.
 
 
© Mark Steyn, 2007