"Yes we can", que significa "podemos", visita España

por GEES, 13 de junio de 2016

Hay dos maneras de ver la visita que el presidente de los Estados Unidos, Barack Hussein Obama, hará a España en el alocado julio que nos espera. La primera es considerarlo la cortesía de un aliado que como antaño el amigo americano de “Bienvenido Mr. Marshall” acude a agradecer las bases con las que, mal que bien, aún domina el mundo. La segunda, desde la perspectiva del advenimiento del progresismo más radical a una nación en almoneda. Es por desgracia, la verdaderamente significativa.
 
Cinco días antes de convertirse en el primer presidente negro de los Estados Unidos, Obama declaró que estaba a punto de cambiarlos “fundamentalmente”. No se ha quedado lejos de su objetivo. Tanto es así que le ha regalado el eslogan al contendiente republicano a las próximas presidenciales: Hacer a América grande, de nuevo. Es decir, que ya no lo es. Y no lo es ni interna ni, lo que más nos interesa, externamente. Las manifestaciones máximas de esta decadencia cuyas consecuencias no valoramos en su justa, y espantosa, medida son la devaluación del Estado de Derecho internamente y el abandono de la idea de que Estados Unidos es una fuerza para el bien en el mundo, sustituida por un retraimiento geoestratégico que ha causado una guerra sin fin en Siria, el nacimiento y avance de la mayor organización terrorista de la historia, el acceso a esferas de poder inimaginables de potencias antiliberales como China, Irán o Rusia y la crisis de refugiados más terrible desde la II Guerra Mundial en Europa y Oriente Medio.
 
Esto, la expresión más avanzada de lo que significa la ideología denominada progresista en el mundo, es lo que nos visita en julio.
La atroz paradoja es que, debido a la nauseabunda omnipresencia de la propaganda totalitaria que han propiciado muchos estados occidentales contemporáneos y sin duda, tanto España como Estados Unidos, prevalece una visión irénica – nada más lejos de la realidad – y frívola de lo que está sucediendo. Acaso porque lo que está sucediendo, y esto será únicamente por la gracia de Dios, dado el poder de las fuerzas que lo determinan, es tan extraordinario como potencialmente letal para Occidente.
 
Los últimos dos siglos, desde la Revolución americana de 1776 han consagrado el éxito de la democracia liberal capitalista como, siguiendo a Churchill, el peor de los sistemas político-económicos de la Historia excluyendo a todos los demás. Pudo así Fukuyama exclamar en su afamadísimo ensayo que la Historia había llegado a su “fin”. Pero los historicismos y determinismos, como descubrió Popper en su no menos famoso aunque menos citado “La sociedad abierta y sus enemigos”, no tienen nunca razón cuando se habla de lo humano, por definición volátil, falible y sujeto a recaídas. Y precisamente en una de esas dramáticas recaídas estamos y quien mejor la refleja es el inventor de aquél lema pegadizo (podemos) que hoy ha adoptado una destructora fuerza política española financiada por los enemigos de Occidente.
 
Tenía pues razón Ortega cuando decía que la mejor  y la más científica definición que del mundo podía hacerse era la contenida en la Salve: in hac lacrimarum valleEste valle de lágrimas no es primariamente político, según la tradicional fórmula del crítico literario por excelencia Samuel Johnson, ese ingenioso judío inglés:
 
How small, of all that human hearts endure,
That part which laws or kings can cause o rcure
 (Qué poco de lo que sufren los corazones humanos
Pueden causar reyes o leyes)
 
Sin embargo, incontables sufrimientos auto-infligidos son políticos. Y el siglo XX europeo nos pilla demasiado cerca como para no acordarnos. Y son estas lágrimas las que representa el progresismo con afán de total dominio social de Obama y el de la cohorte de secuaces cercanos o lejanos que ha ido dejando con el poder expansivo de su demagógico atractivo. Ese legado de quien visitará España en julio, de abuso de poder y arbitrariedad interna y de abandono del mundo a los poderes más siniestros, es el mayor peligro que hay que combatir. Occidente tardó siglos en convertirse en esa luz del mundo evangélica que tanto repetía Reagan – the shining city on a hill – aludiendo al sermón de la Montaña. En estos ocho años, un abrir y cerrar de ojos histórico, se ha puesto en peligro como nunca antes en setenta años.
 
Resulta que el Sermón de la Montaña, parta ilustración de aquellos progres que han olvidado su Historia Sagrada, es donde Jesús proclamó las Bienaventuranzas. Todas ellas se formulan en futuro, menos una, la primera, referida a los pobres de espíritu de quienes, mirabile dictu, es el Reino de los Cielos. Es decir, los no materialistas, los no deterministas, los no progresistas son los que más cerca han estado de construir hic et nunc la civitas Dei, que nos permite vivir con libertad y prosperidad. Y los henchidos de ese orgullo inmoderado que hablan de cambios “fundamentales” y revoluciones après la lettre, los que lo ponen con su infinita irresponsabilidad en grave peligro.
 
Que la visita de Obama sea para bien y nos sirva de estímulo para decir adiós a esa amenazadora casta progresista que nos garantiza el regreso a edades oscuras y opresoras. No derramemos más lágrimas que las que nos corresponden.