¿Y el CNI que dice?

por Rafael L. Bardají, 2 de marzo de 2013

(Publicado en La Gaceta, 2 de marzo de 2013)

 Una de las muchas responsabilidades autoimpuestas por el servicio secreto español a lo largo de su historia democrática ha sido la protección de la figura del Rey, en tanto que cúspide de las instituciones nacionales. Esa tarea resultaba más sencilla de desempeñar en la medida en que los responsables primero del CESID y luego CNI, salvo dos excepciones, han sido militares de alta graduación y bien conocidos por el propio rey.

 
Pero, sin embargo, todos los desvelos de nuestros espías, parecen haber dado pocos frutos finalmente. Tras años en los que hablar de la Casa real era un tabú público, hemos caído en abrir definitivamente la veda y en airear todo lo aireable. ¿Todo? Bueno, eso tal vez sólo lo sepan los dirigentes del CNI. En cualquier caso, bastante. Yo no estaría muy tranquilo tras un año donde hemos visto a la “entrañable” amiga de D. Juan Carlos dando entrevistas por doquier, subrayando los servicios secretos que, teóricamente, ha prestado a España; o las prácticas de corrupción estrechando el cerco a la familia real.
 
La situación para el servicio secreto no es nada envidiable. O sabía de los peligros que se cernían en torno a la Corona, o los desconocía. Si los sabía y callaba, en un intento irresponsable de protección de las personas y de la institución, se ha convertido en cómplice de lo que intentaba ocultar; si no era consciente de nada, peor, pues magnificaría su irrelevancia.
 
No vivimos tiempos para no tener un servicio secreto eficaz; pero mucho menos para tener uno en el que no se pueda confiar. Es hora de retomar las modificaciones que en su día introdujo Aznar y hacer avanzar una reforma que haga del CNI lo que debe ser, un instrumento del estado y no un mero y malo parapeto de alguna de sus partes.