¿Una nueva Guerra Fría en ciernes?

por Amir Taheri, 19 de junio de 2007

Rusia debe ser tratada según una política clara de principios encaminada a ayudarla a lograr su transformación de sistema totalitario a sistema democrático.
 
Si Vladimir Putin es de fiar, la cumbre del G8 que abre hoy en Alemania será la versión diplomática de un duelo entre gánsters. 48 horas antes de asistir a la cumbre, Putin salía a la palestra con sus declaraciones más agresivas hacia Estados Unidos y Occidente nunca vistas, y hasta amenazaba con apuntar con sus nuevos misiles rusos mejorados a naciones de la Unión Europea.
 
¿Nos dirigimos hacia una Guerra Fría nueva?
 
La respuesta debe ser no. La historia no se repite a sí misma, excepto como caricatura. La idea de que Rusia pueda atacar a Berlín, París o Londres con misiles simplemente no se contempla. La nueva Rusia resurgente de Putin obtiene casi el 70% de sus divisas exteriores de las exportaciones de petróleo y gas a la Unión Europea. Asimismo, no se necesita tener mucha imaginación para ver que dentro de la propia Rusia, existe poco apoyo hacia una política que pueda conducir a una guerra, fría o caliente.
 
De modo que, ¿qué está pasando?
 
La causa inmediata declarada de la rabieta de Putin es el plan de la OTAN de instalar un escudo antimisiles en algunos países miembros de Europa. El presunto escudo está diseñado para defender a los miembros de la OTAN frente a ataques balísticos. De modo que, mientras Rusia no tenga planes de lanzar misiles contra los países miembros de la OTAN, no hay motivo por el que deba preocuparse en cuanto al plan. En cualquier caso, Rusia dispone de un acuerdo de pertenencia especial con la OTAN que le da derecho a tomar parte en el desarrollo del escudo antimisiles y a tenerlo instalado también en su propio territorio. La OTAN afirma que el escudo antimisiles se dirige contra 'regímenes criminales' tales como Corea del Norte o Irán, o los grupos terroristas que operan desde Oriente Medio. Ya sea el caso o no, una cosa es segura: el escudo propuesto está diseñado para detener ataques, no para iniciarlos.
 
Las iras de Putin, reales o fingidas, podrían tener otras causas
 
Una buena parte de la beligerancia real o imaginada de Putin es movida por la política nacional. Bajo la Constitución, Putin no puede presentarse a un tercer mandato presidencial. Sin embargo, lo que sí puede hacer es ingeniar una enmienda constitucional simulando que Rusia se encuentra en algún peligro que exige 'mano dura', léase la suya, para salir airosa. Generar un engaño en política exterior tiene otra ventaja más. Podría desviar la atención lejos de lo que parece un cambio autoritario definitivo en el Kremlin. También podría ahogar los llamamientos al final de los asesinatos políticos y la campaña para aplastar a los medios independientes.
 
La retórica endurecida de Putin también puede tener una dimensión relacionada con la política exterior. La cumbre del G8 de esta semana será la primera en que un líder ruso se encuentra sin un sólo aliado. Atrás quedan los días en los que Putin podía despachar con Gerhard Schroeder, de Alemania, quien ahora está contratado por una compañía energética rusa controlada por el estado, o Jacques Chirac, de Francia, que pensaba que la política exterior consistía en llevar la contraria airadamente a Washington. El nuevo líder de Alemania, la Canciller Angela Merkel, y el nuevo Presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, están decididos a reforzar la unidad de las democracias occidentales frente a las nuevas amenazas de un mundo cada vez más peligroso.
 
Putin también podría haber actuado según el dictamen de que la mejor defensa es un buen ataque. De todos los miembros del G8, Rusia es el que tiene el gasto en defensa más elevado y el que crece a un ritmo mayor. Un modo de justificar tal incremento militar rápido es persuadir a todo el mundo de que Rusia es amenazada por Estados Unidos.
Puesto que Rusia dispone ya de un arsenal nuclear considerable, heredado de la antigua Unión Soviética, es probable que el incremento militar proyectado de Putin provoque preocupación no sólo en Europa, sino también en China y Japón. La nueva postura de Putin decididamente defensiva también pretende justificar la política de 'presión de proximidad' que Rusia ha estado ejerciendo sobre bastantes de sus vecinos 'molestos', incluyendo Georgia, Ucrania y las tres repúblicas bálticas.
 
Finalmente, Putin podría estar intentando desviar la atención de la vuelta de Rusia como el mayor exportador de armamento militar de todo el mundo, incluyendo potencias tan aventureras como Irán, Siria o Venezuela.
 
Irán podría tener otro papel a la hora de modelar la nueva estrategia de defensa agresiva de Putin. Putin comprende el peligro que supone un régimen jomeinista dotado de armamento nuclear para todos los vecinos de Irán, Rusia incluida. Al mismo tiempo no obstante, no quiere ver un cambio de régimen en Teherán que pueda llevar al retorno de Irán al bando occidental. Es el motivo de que Rusia haya accedido a un conjunto de sanciones de las Naciones Unidas contra la República Islámica al tiempo que se convierte en el principal abastecedor de armamento y tecnología militar de Teherán.
Está claro que el Presidente norteamericano George W. Bush, apoyado ahora por todos los miembros del G8 a excepción de Rusia, habría de seguir una nueva estrategia conjunta más dura hacia Irán. Y está igualmente claro que Putin hará todo lo que pueda por evitar la formulación de tal política dentro del marco del G8.
 
La pregunta es: ¿cómo tratar con Rusia bajo Putin?
 
Una respuesta es ignorarla. A pesar del hecho de que Rusia ha restaurado buena parte de su potencial militar y económico, no se encuentra aún en situación de amenazar el equilibrio internacional de poderes de modo significativo. Ignorar a Rusia, sin embargo, sería una política desastrosa. La próxima década, más o menos, será crucial según el sentido en que Rusia modele su futuro como democracia moderna. Pasarla por alto, ignorarla, simplemente reforzaría las manos de las fuerzas ocultas que añoran el imperio en cualquiera de sus dos vertientes: la comunista o la zarista.
 
Rusia, incluso bajo un guardián difícil como Putin, debe ser tratada según una política clara de principios encaminada a ayudarla a lograr su transformación de sistema totalitario a sistema democrático. Una tarea difícil, pero una tarea que el Presidente Bush parece preparado para tratar cuando reciba a Putin durante las vacaciones de verano en Massachusetts.

 
 
Amir Taheri es periodista iraní formado en Teherán. Era el editor jefe del principal diario de Iran, el Kayhán, hasta la llegada de Jomeini en 1979. Después ha trabajado en Jeune Afrique, el London Sunday Times, el Times, el Daily Telegraph, The Guardian, Daily Mail, el International Herald Tribune, The Wall Street Journal, The New York Times, The Los Angeles Times, Newsday y el The Washington Post, entre otros. Actualmente trabaja en el semanario alemán Focus, ha publicado más de una veintena de libros traducidos a 20 idiomas, es miembro de Benador Associates y dirige la revista francesa Politique Internationale.
 
 
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