Un romance caro

por Ignacio Cosidó, 12 de diciembre de 2004

(Publicado en el Diario Palentino, el 12 de diciembre de 2004)
 
El futuro económico de nuestro país va estar condicionado por decisiones que se van a adoptar en los próximos meses en el Consejo de la Unión Europea. La reforma de la Política Agrícola Común y la definición del marco financiero de la Unión para el período 2007-2013, constituyen dos de los factores que más van a influir en nuestra capacidad de crecimiento durante los próximos años. En ambos casos será crucial la capacidad de negociación del Gobierno Zapatero para defender de forma eficaz nuestros intereses. Desando el mayor de los éxitos al Gobierno español, me preocupa extraordinariamente la debilidad, la inacción y la estrategia con las que Zapatero se enfrenta a este difícil reto europeo.
 
La defensa de nuestros intereses agrarios es algo prioritario para España y muy en especial para nuestra región. Casi una cuarta parte del empleo trabajo y de la riqueza en Castilla y León siguen dependiendo de actividades productivas que tienen su origen en labores agropecuarias. Sólo la reforma de la OCM del azúcar planteada por la Comisión Europea supondría para nuestra Comunidad Autónoma un coste de 400 millones de euros, afectaría a más de 24 mil familias, la perdida de 10 mil hectáreas de cultivo de remolacha y el cierre de algunas de las seis azucareras existentes en la Comunidad, con la consecuente pérdida de puestos de trabajo. Para las organizaciones de agricultores, el impacto negativo de esta reforma para el conjunto de la economía española sería peor que el cierre de todas las factorías de IZAR.
 
Respecto a los fondos de cohesión, Aznar consiguió en Berlín en 1999 un magnífico acuerdo que ha supuesto para España unas inversiones de fondos comunitarios de más de nueve billones de las antiguas pesetas en el periodo 2000-2006. El ambicioso plan de autovías, trenes de alta velocidad y obras hidráulicas que está articulando España como un país más sólido y próspero hubiera sido inabordable sin estas ayudas de la Unión.
 
Las perspectivas ahora son menos halagüeñas. La propuesta de la Comisión para el período 2007-2013 supone una reducción del 60% de esos fondos comunitarios recibidos en el período anterior. Pero la propuesta de los amigos de Zapatero, el canciller alemán Schoreder y el presidente francés Chiraq, es mucho peor e implicarían la total desaparición de esas ayudas para nuestro país. Es decir, España pasaría de ser el mayor receptor de fondos europeos con Aznar a convertirse en un contribuyente neto con Zapatero.
 
Ante este complicado panorama la estrategia negociadora del Gobierno no puede ser más calamitosa. Así, en vez de adelantarse al problema y propiciar una intensa actividad negociadora antes de que sea demasiado tarde, España está mostrando una incompresible actitud de pasividad ante una dinámica que amenaza con arrollar nuestro crecimiento económico. En las tres últimas cumbres con Alemania, Francia e Italia, Zapatero ni se molestó en discutir esta cuestión con sus socios. A Schoreder le regaló unos millones de euros por unos viejos carros de combate, con Chiraq se limitó a expresar su solidaridad con un acosado Kofi Anan y con Berlusconi a bromear sobre sus carencias lingüísticas. De fondos europeos, ni una palabra con ninguno de los tres.
 
El segundo error es haber cedido de antemano toda baza negociadora. Así, el apoyo español a una flexibilización del pacto de estabilidad, algo vital para Francia y Alemania, podía haber sido un último recurso muy valioso en el tramo final de la negociación. Pero con el candido entreguismo de Zapatero al eje franco-alemán, plegándose de antemano a todos sus deseos a cambio de nada, el Presidente español se ha quedado sin baza negociadora alguna para acudir a la mesa final de reparto.
 
El tercer error es su política de alianzas europeas. Pocos países tienen intereses más contrapuestos en la Unión que el nuestro frente al tándem París y Berlín. Pero Zapatero, en vez de construir, como hizo Aznar, una alianza de contención de la actual hegemonía franco-alemana en el seno de la Unión, ha apostado de forma insensata por un romance con estas dos grandes potencias del que podemos salir con los bolsillos vacíos y el corazón muy malherido.
 
Es obvio que la ampliación de la Unión Europea a diez nuevos países del Este iba a suponer una disminución de los fondos que España recibía de Bruselas. Pero España no puede asumir convertirse en el principal y casi único pagador de una ampliación que favorece además en mayor medida a otras economías que a la nuestra. Zapatero debería hincharse a repetir este argumento a todos sus supuestos amigos, pero en vez de eso se limita a sonreír, asentir y pagarles unas tapas por el Húmedo de León. En estas condiciones, volver al corazón de Europa nos puede salir extraordinariamente caro.