Un plan de acción para España

por Ignacio Cosidó y Florentino Portero, 20 de diciembre de 1999

(Ponencia presentada al Seminario 'Una defensa para Europa'.
Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales)
 
Introducción
 
1. La presente ponencia cierra un Seminario dirigido a estudiar la construcción de la Defensa Europea a partir del desarrollo del II pilar de la Unión Europea, el correspondiente a la Política Europea de Seguridad y Cooperación. Es intención de los autores, porque ese es el cometido que se nos adjudicó, presentar, a la luz de lo expuesto en las tres sesiones precedentes, un conjunto de argumentos que sirvan como orientación para el diseño de la política española en este terreno.

Aspectos generales

2. El planteamiento en estos momentos de la necesidad de avanzar en la construcción de la Defensa Europea es resultado, por encima de cualquier otra razón, del proceso histórico de la unidad europea. Desde sus inicios ha sido un proceso básicamente político. Tras progresar de forma extraordinaria en el campo de la economía, hasta la consecución de una moneda común, y el arranque del denominado III Pilar, ha llegado el momento de afrontar alguno de los aspectos más sensibles al viejo principio de la soberanía nacional: la diplomacia y la defensa. La cooperación lograda hasta la fecha hace posible hoy día asumir un reto impensable hace no mucho tiempo, un reto que responde a la lógica del proceso de la unidad europea.

3. Pero, además, hay otros factores que impulsan este proceso político. La desaparición de la Unión Soviética y de la amenaza que suponía sobre la seguridad occidental implica una redefinición de la alianza con Estados Unidos ¿Es posible un grado de sumisión a los dictados de la diplomacia norteamericana semejante al de los tiempos de la Guerra Fría cuando reconocemos que no existe ninguna amenaza a nuestra seguridad? Si bien la poca disposición europea a gastar en defensa y la reconocida dificultad para tomar decisiones en este terreno por la falta de un liderazgo natural aconsejaban mantener en lo fundamental el exitoso instrumento que es la Alianza Atlántica, adaptándolo poco a poco a un nuevo escenario internacional que exige un papel más relevante para Europa, el conflicto de Kosovo ha mostrado hasta qué punto la relación transatlántica requiere de un nuevo equilibrio. El gobierno norteamericano ha ejercido un liderazgo sobre los aspectos estratégicos y tácticos de la intervención militar que han resultado humillantes para sus socios europeos. Lo que antes era tolerable, por la amenaza real de un conflicto nuclear, ya no lo es. La experiencia balcánica ha sido importante a la hora de animar a los europeos a dar vida a un proyecto presente en el Tratado de Maastricht. En este marco ha resultado determinante el papel asumido por el Primer Ministro británico. Al hacer suyas las tesis planteadas por Charles Grant, por las que el Reino Unido debía tratar de ganar en el capítulo de la política de seguridad y defensa el liderazgo europeo perdido en la creación del euro, Tony Blair inclinaba la balanza del debate estratégico europeo a favor del modelo institucional apuntado en Maastrich y desarrollado en Amsterdan. Estados Unidos perdía a su aliado natural y se aceleraba, pleno de incertidumbres, el proceso de creación del II Pilar de la Unión Europea. Un pilar que durante muchos años no podrá ser alternativa a la Alianza Atlántica, pero que pone las bases para la definición y organización de una defensa exclusivamente europea.

4. La aceleración del proceso político está siendo paralela a otra de carácter industrial. Las industrias nacionales de defensa, tradicionalmente intervenidas por sus gobiernos, se encuentran en pleno proceso de privatización y fusión, con el objetivo de lograr el tamaño necesario para estar en condiciones de competir con sus equivalentes norteamericanas. Es, de nuevo, un acto político dirigido a salvaguardar la soberanía o independencia europea. Es también el resultado de un proceso que viene de muy atrás, pero que debe su aceleración a factores recientes.

5. La construcción del II Pilar coincide en el tiempo con una generalizada contención del gasto de defensa en los diferentes gobiernos europeos. La crisis financiera del denominado estado de bienestar, evidente en la década de los ochenta, y las exigencias implícitas a la imposición del Euro, han forzado a los gobiernos a limitar el gasto público. La inexistencia de una amenaza directa, desde la desaparición de la Unión Soviética, hace muy difícil convencer a la ciudadanía de la conveniencia de dirigir a la defensa mayores aportaciones presupuestarias. Más aún cuando ni siquiera la clase política lo cree conveniente. Por estas razones hay que asumir que, salvo situaciones hoy imprevisibles, en los próximos años Europa va a seguir en la misma línea presupuestaria, a pesar de las declaraciones oficiales.

6. La creación de un foro diplomático y defensivo sin la presencia norteamericana; la formación de una industria militar europea dirigida a defender al Viejo Continente de las empresas norteamericanas; y la no disposición europea a gastar más en defensa, provocando un grave distanciamiento tecnológico que hace peligrar la coordinación ('inter-operability') entre unidades norteamericanas y europeas en el campo de batalla, han irritado profundamente a la comunidad política, estratégica e industrial norteamericana, una irritación que nos llega en forma de argumentos relativos a la eficacia y cohesión de la Alianza que, sin dejar de tener parte de razón, esconden un rechazo a lo que ellos perciben como una primera grieta de su liderazgo en Europa.

7. Las perspectivas del II Pilar en el corto y medio plazo son francamente limitadas, lo que contrasta con la energía desplegada por Estados Unidos en su crítica. En el plano estratégico los dirigentes europeos no se plantean retos superiores a operaciones limitadas de mantenimiento de paz, desde luego no acciones semejantes a la ejecutada contra Serbia. El entramado institucional es mínimo. La falta de liderazgo y la necesidad de consenso harán muy difícil la adopción de intervenciones de cierta envergadura. Si a estos problemas sumamos el efecto de años de recortes presupuestarios nos encontramos ante unas unidades insuficientemente dotadas que dependerán cada vez más de la asistencia norteamericana para hacer frente a crisis de cierta importancia.

8. Frente a la idea tradicional de que la política de defensa común llegaría como resultado de un previo avance en la armonización de las políticas exteriores de los estados miembros, en las presentes circunstancias se abren nuevos escenarios con enorme potencialidad en el proceso general de la unidad europea. La falta de recursos y el creciente distanciamiento tecnológico de las Fuerzas Armadas norteamericanas frente a las europeas convierten a la Unión Europea en un oportuno instrumento de gestión capaz de imponer racionalidad tanto en las políticas de adquisición como en el diseño de la Fuerza. Europa carece de medios de transporte, satélites para la obtención de información, aviones tipo awacs (Airborne Warning and Control System), capacidad de inteligencia militar, su armamento ha quedado en ciertos sectores desfasado por el avance en la ingeniería de misiles o en la navegación aérea, y la suma de sus unidades da como resultado un contingente donde las redundancias y carencias destacan sobre la necesaria cohesión y adaptación a las misiones previsibles en los próximos años. La Unión está en condiciones de conseguir un mejor uso de los recursos existentes mediante la coordinación entre los distintos estados o por la compra directa de determinados sistemas de interés general, así como de dirigir un proceso de reorganización tanto de las estructuras presupuestarias como de las unidades, en pos de una creciente complementariedad. En breve plazo habrá que hacer frente a uno de los temas más espinosos y fundamentales del proceso en marcha: la aprobación de unos 'criterios de convergencia' que informen la evolución de las Fuerzas Armadas europeas en el sentido antes descrito.

9. Esta dimensión económica y militar requiere de un marco institucional adecuado para su elaboración. Es por ello enormemente importante que, con reforma del Tratado de la Unión o sin ella, los ministros de Defensa puedan reunirse para trabajar en estos aspectos, de contenido muy técnico, en los que se pueden lograr grandes avances en relativamente poco tiempo.

Aspectos particulares.

10. El compromiso con el proceso de construcción europea ha sido, y continúa siendo, el tema que mayor consenso político genera tanto en el Parlamento como en la sociedad española. Si a ello sumamos la limitada consideración que la ciudadanía concede a la Alianza Atlántica y, en general, a los asuntos militares, resulta del todo conveniente avanzar en el camino ya iniciado. Más aún cuando España se encuentra con la oportunidad histórica de participar, desde sus primeros momentos, en uno de los principales capítulos de la formación de ese revolucionario modelo político que es la Unión Europea. Desde 1975 hasta hoy, nuestros dirigentes políticos han tratado de lograr para España el reconocimiento de su derecho a ejercer un papel protagonista. La construcción del II Pilar representa en este sentido una gran oportunidad.

11. Sin embargo, para poder volver a ser protagonista de la historia europea, España debe diseñar una estrategia imaginativa, coherente y decidida. Antes que nada es necesario querer protagonizar ese proceso y estar dispuesto a asumir los riesgos y los costes que ese liderazgo supone. Esta es una decisión que debe ser asumida en primera instancia por todo el Gobierno y no sólo por los departamentos más afectados, como puedan ser el Ministerio de Defensa o el de Asuntos Exteriores. Para ello es imprescindible que sea el propio Presidente del Gobierno el que asuma de manera directa y personal el compromiso, la dirección y la coordinación de todo el proceso. Sin embargo, la dimensión del reto hace que ni siquiera sea suficiente la voluntad unánime de todo el Gobierno. Es preciso además construir un amplio consenso político y parlamentario entre todos los Partidos que de al proyecto la solidez y la proyección de futuro que requieren las grandes apuestas de Estado. Este consenso permitirá además neutralizar, o al menos minimizar, los riesgos y los costes de la operación. Finalmente, junto a este consenso político es necesario un amplio apoyo social. Situar a España a la cabeza de la construcción europea, y hacerlo en un campo tradicionalmente tan controvertido como el de la Defensa, requiere de una autentica ilusión colectiva de una mayoría de la sociedad. España cuenta en este sentido con dos ventajas. En primer lugar, la opinión pública española es una de las que mantiene una mayor confianza y un mayor respaldo al proceso de construcción europeo. En segundo término, el impulso de una cultura de defensa realizado por el Gobierno en los últimos cuatro años, y la creciente implicación de nuestras fuerzas armadas en misiones internacionales de paz, permiten mirar con mayor optimismo la posibilidad de que nuestro país pueda asumir un liderazgo militar en Europa.

12. Para un país como España con un presupuesto de defensa muy bajo, donde las partidas de personal desequilibran las referentes a la operatividad de la Fuerza -como consecuencia de la reducción de las plantillas recibidas de la época del general Franco, primero, y de la profesionalización de la tropa, después- con graves dificultades para dotarse de los medios tecnológicos necesarios para estar en condiciones de intervenir con efectividad y pocas bajas, con una estructura de mandos sobredimensionada y necesitada, por lo tanto, de reforma... la Política Europea Común de Seguridad y Defensa (PECSD) puede ser el marco idóneo para racionalizar y rentabilizar tanto su organización como su esfuerzo presupuestario. Desde la perspectiva del interés nacional, la creación y desarrollo de la PECSD resulta extraordinariamente positiva.

13. Problemas de orden político, jurídico e institucional harán probablemente inevitable que, como ya ocurriera con el euro, se imponga un sistema de 'varias velocidades'. España debe incorporarse con decisión al 'Grupo motor', al núcleo más comprometido que, con sus acuerdos y actos, irá haciendo realidad una Política Europea Común de Seguridad y Defensa a la que, poco a poco, se irán sumando otras naciones.

14. El protagonismo asumido por las grandes naciones europeas en el seno de ese núcleo ha llevado a un renacimiento del término 'Directorio' en el discurso periodístico. Es indudable que el alto contenido político del proceso en marcha ha animado a los jefes de estado o de gobierno a asumir personalmente su dirección. Así, los nombres de Chirac, Blair o Shroeder están indisolublemente unidos a los avances conseguidos hasta la fecha. El Presidente Aznar se ha involucrado personalmente en el tema poniendo claramente de manifiesto sus puntos de vista al respecto. Con el triste recuerdo de las oportunidades perdidas para España en la formación del Grupo de Contacto, el G-7 o el reparto de áreas en Kosovo, nuestra diplomacia trató de lograr un puesto en el Directorio dedicado a dar forma a la Europa de la Defensa. Ante nuestra sorpresa, la propuesta última presentada a la Presidencia finesa en el Consejo Europeo de Helsinki venía respaldada por sólo cuatro estados, entre los que ya no se encontraba España. No es cometido nuestro analizar lo ocurrido, sino proponer medidas para evitar situaciones como la citaba, contrarias al interés de estado y a la consecución de objetivos políticos de primer orden. A nuestro entender resulta esencial dotar a la Presidencia del Gobierno de un órgano administrativo capaz de proporcionar al Presidente información sobre asuntos relativos a la seguridad nacional así como coordinar la acción exterior del estado relativa a esta materia. Un órgano capaz de ofrecer una perspectiva ajena a los intereses ministeriales o corporativos, que dote a la Presidencia de los medios necesarios para ejercer plenamente sus competencias en pos de los objetivos políticos trazados. Es evidente que la acción exterior española carece de la densidad necesaria para crear una réplica del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, pero su ejemplo y experiencia pueden ser de gran utilidad para diseñar dentro del organigrama del Gabinete del Presidente del Gobierno una Dirección General de Seguridad Nacional.

15. La asunción de un papel protagonista en la construcción de la defensa europea y su reconocimiento por las restantes naciones requiere hechos que van allá del mero voluntarismo diplomático. Sólo el compromiso genera dividendos en materia de seguridad. España está en condiciones de conseguir ese objetivo, siempre y cuando acepte las responsabilidades de todo tipo que ello implica. De no ser así, la mejor opción sería reconocer un papel más limitado en el concierto europeo. Hay que evitar frustraciones previsibles, cuando no el ridículo. La experiencia de Kosovo puede ser muy ilustrativa en este sentido.

16. España no puede ni por su dimensión ni por sus capacidades militares aspirar en principio a ser el gran líder que lleve a Europa a asumir con mayor determinación y autonomía su seguridad y su defensa. Sin embargo, nuestro país debe sacar ventaja de la paradoja que se produce en el ámbito de la defensa europea, según la cual cuanto mayor es el potencial militar de un país mayores recelos despierta en los otros como posible líder de una futura defensa europea. España puede aspirar por tanto a rellenar el vacío de liderazgo que se está produciendo en este campo. Así, España puede contribuir decisivamente a construir un liderazgo colectivo y compartido, el único de los liderazgos posibles en este tema, en el que nuestro país además pueda jugar un papel central impulsando y coliderando todas las iniciativas bilaterales o multilaterales que se vayan produciendo en este terreno. A título de ejemplo podemos señalar que España debe alinearse con el Reino Unido en el tema de las capacidades militares, debe aliarse con Francia en el campo de las reformas institucionales, debe apoyar a Alemania en la integración de las industrias de defensa europeas y debe coliderar con Italia la creación de unidades especializadas en seguridad interior y orden público como complemento esencial a las futuras operaciones de paz que pueda desarrollar la Unión Europea. Esta estrategia multipolar debe convertir a España en un aliado indispensable en cualquier iniciativa que adopten otros socios con relación a la defensa Europea.

17. Junto al esfuerzo de coliderar todas las iniciativas de los demás, resulta esencial que España pueda a su vez adoptar su propia iniciativa. En este sentido, consideramos que España debe asumir como gran tarea propia la definición y propuesta de los criterios de convergencia militar que deben presidir el desarrollo de la defensa europea ¿Cómo es posible que un país como España, situado en la cola del esfuerzo en defensa nacional, pueda realmente liderar un proceso de convergencia militar en Europa? El escaso esfuerzo en defensa español constituye sin duda una dificultad en todo el proceso, pero no es insalvable e incluso en algunos extremos es posible hacer de esta debilidad virtud. En primer lugar, la cuestión de la convergencia en materia de defensa es algo que ha quedado aparentemente aparcado tras la última cumbre de Helsinki. No hay por tanto ningún país que en estos momentos haya asumido el liderazgo de esta cuestión y existe en consecuencia una ventana de oportunidad para nosotros. Segundo, la distancia entre los esfuerzos de los diferentes miembros de la Unión tiende a reducirse en los últimos años, sobre todo por los recortes que las grandes potencias, particularmente acelerados en el caso de Alemania, están efectuando a sus presupuestos. Tercero, partir de posiciones más bajas supone que un incremento moderado de recursos para la defensa por nuestra parte pueda ser vendido a los socios como ejemplo del compromiso y coherencia de nuestro país en el proceso de construcción de la defensa europea. Por otro lado, en una primera fase, el liderazgo español en el proceso de convergencia se reduciría a la definición, discusión y propuesta de unos criterios de convergencia al resto de los socios comunitarios. Adoptar la iniciativa en este campo tiene además la ventaja añadida de que permite influir en la definición de unos criterios que resulten particularmente ventajosos para nuestro país (por ejemplo poniendo más énfasis en el nivel de efectivos que en el de gasto).

18. La oferta española de destinar 4.000 hombres al Cuerpo de Ejército Europeo, con suponer un aumento de 2 o 3 puntos porcentuales en su participación en misiones de paz, continúa siendo baja y, por lo tanto, insuficiente. Representaría la mitad de la aportación de Italia, un tercio de la francesa y a enorme distancia de la alemana e inglesa. Seleccionar criterios para medir la aportación que los estados deben hacer a la defensa común se ha manifestado tarea sumamente compleja. Como criterio básico para definir la aportación española proponemos equipararla a la proporción de efectivos militares totales. Un criterio para nosotros más ventajoso que el Producto Nacional Bruto o la población total. Además hay que destacar el elemento cualitativo, implícito en la profesionalidad del contingente. Desde esta perspectiva, España sería de hecho la segunda o tercera potencia europea en número de efectivos proyectables, tan sólo por detrás de Francia y equiparada al Reino Unido. Italia y Alemania mantienen un número superior de efectivos en razón del servicio militar obligatorio, pero en ambos casos ha quedado demostrado que la utilidad real de los conscriptos en misiones internacionales es nula. Si España aporta aproximadamente el 10% del contingente humano del total de las fuerzas de la Unión Europea, debería destinar al Cuerpo de Ejército Europeo un 10%, 5.000 hombres sobre un total de 50.000. 1/5 parte más de lo avanzado por el ministro Serra. Para el Ministerio de Defensa ello supondría, partiendo de que por cada hombre desplegado hay dos afectados en territorio nacional, la participación de menos del 10% del total de las Fuerzas Armadas españolas, una cantidad perfectamente aceptable. El incremento propuesto tendría consecuencias inmediatas sobre el gasto de defensa. Sin embargo, el coste por soldado en operaciones de paz es excesivo. Un soldado español no tiene por qué costar mucho más que el de otros países de nuestro entorno. La equiparación permitiría unos ahorros sustanciales que facilitarían el aumento de nuestro contingente.

19. En relación con lo indicado en el párrafo anterior, sería interesante tratar de acelerar el proceso de profesionalización de las fuerzas armadas en nuestro país de forma tal que para finales del año 2001 contáramos con unos ejércitos completamente profesionales. Esta aceleración, que resulta además aconsejable por razones políticas y operativas internas que no viene al caso analizar, posibilitaría a España solicitar a su vez un acortamiento de los plazos para la constitución del futuro Cuerpo de Ejército Europeo, inicialmente prevista para el 2003, y estar en disposición de aportar un porcentaje mayor de efectivos sin merma para nuestras capacidades propias.

20. Las fuerzas armadas españolas necesitan también de un profundo proceso de reforma que las adecue a los requerimientos de la futura defensa europea. En este sentido, es necesario poner un énfasis muy especial en la proyectabilidad. Para ello, es preciso poner en marcha un plan de desburocratización de nuestra defensa que permita recuperar un mayor número de efectivos para las unidades operativas desde puestos administrativos o burocráticos. Parece esencial una revisión profunda de las estructuras y los procedimientos administrativos, especialmente en lo que se refiere al solapamiento de tareas entre el Ministerio de Defensa y los Cuarteles Generales y, en general, al sobredimensionamiento de la estructura de mandos. Por otro lado, es imprescindible una mayor integración de las estructuras de mandos para lograr una mayor interoperabilidad entre los componentes terrestres, navales y aéreos de nuestra defensa. Profundizar en lo conjunto es un requisito previo y esencial para adentrarnos posteriormente en lo combinado a un nivel europeo. Hay que proceder, en tercer lugar, a una racionalización urgente del despliegue actual de las fuerzas armadas, tratando de concentrar al máximo las unidades para reducir costes en infraestructura y provocar tanto economías de escala como sinergias operativas. Finalmente, una cuestión menor pero de enorme trascendencia a efectos de la integración de nuestro personal en las futuras estructuras y unidades de la defensa europea, es preciso poner en marcha de forma inmediata y global un plan de enseñanza de idiomas en nuestras fuerzas armadas, un plan que nos permita superar en el plazo más breve posible el enorme déficit que nuestros ejércitos padecen en esta materia.

21. Es preciso también proceder a la potenciación y modernización de su material. El énfasis de esta modernización debe ser dotar a las fuerzas armadas españolas de las capacidades de proyección e interoperatividad con otros ejércitos europeos que conviertan a España es un socio eficaz, fiable y necesario en cualquier operación militar europea de gran escala. La proyección exige, además de la disposición de los recursos humanos adecuados, a la que ya nos hemos referido, disponer de los elementos de transporte y movilidad necesarios, tanto en términos estratégicos como tácticos. Así, España debe reforzar de forma urgente y prioritaria sus capacidades de transporte aéreo. Esta necesidad, compartida en términos globales por todos los países de la Unión, exige la definitiva puesta en marcha del programa FLA, que dote de un mismo avión de transporte estratégico a todos los componentes del futuro Cuerpo de Ejército Europeo. Esta capacidad es probablemente la más urgente y esencial si queremos dotar a Europa de una capacidad de intervención real más allá de sus fronteras. Junto a este aumento de la potencialidad de nuestro transporte aéreo es preciso mantener las capacidades de transporte y proyección naval con las que está dotada la Armada española en estos momentos, quizá con el aumento de algún buque de transporte y apoyo logístico. En el Ejército de Tierra resulta necesario aumentar la movilidad táctica de las unidades, tanto mediante la adquisición de nuevos helicópteros, los de ataque constituyen ahora la prioridad, como la potenciación de unidades blindadas sobre ruedas. Junto a estas nuevas capacidades de proyección es preciso asegurar la interoperatividad de nuestras fuerzas armadas con aquellos ejércitos europeos tecnológicamente más avanzados. Esto exigirá en los próximos años un esfuerzo muy especial en materia de comunicaciones, mando y control, guerra electrónica y equipos de inteligencia.

22. El presupuesto de defensa español representa el 4% del total de la Unión Europea, una cantidad semejante a la de Holanda pero lejana del 13% de Italia, un país con sólo un tercio más de población que España y un cuarto más de PNB per cápita. La desproporción es evidente y sitúa a España en el segundo grupo de países, lejos del llamado 'grupo motor'. A ello hay que añadir, como señalamos anteriormente, el excesivo peso de las partidas de personal. Por otra parte la desproporción entre el porcentaje de la aportación española al total del gasto europeo en defensa, 4%, y el porcentaje del contingente español en el total de las fuerzas armadas europeas, 10%, invita a las peores sospechas sobre la operatividad de nuestra Fuerza. Culminar el proceso de profesionalización, exigiendo además unos mínimos de calidad en los recursos humanos, aumentar la proyectabilidad de nuestras fuerzas armadas y mejorar la dotación de nuestras unidades, exigirá ineludiblemente un aumento de los recursos presupuestarios del Ministerio de Defensa. El incremento de nuestro esfuerzo en defensa no es por tanto algo que nos venga impuesto sólo de un proceso de convergencia militar que proponemos liderar, sino también una exigencia de la debilidad actual de nuestras propias capacidades defensivas. Es evidente que este incremento deberá ser sumamente moderado en los próximos años, si tenemos en cuenta la prioridad en la reducción del déficit público que nuestra política económica seguirá compatibilizando con la tendencia a la bajada de los impuestos. Sin embargo, es precisamente el propio crecimiento económico que esa austera política presupuestaria está propiciando lo que hace posible que España se pueda plantear en términos económico-presupuestarios una posición de liderazgo compartido en materia de defensa europea.

23. Sin embargo, antes de afrontar un aumento del gasto en Defensa, a todas luces imprescindible para estar a la altura de nuestros compromisos, sería conveniente que el Ministerio afrontara algunas reformas absolutamente necesarias, citadas a lo largo de estas páginas. Cuando el Ministerio de Defensa haya propuesto las reformas necesarias y la estructura del presupuesto sea más racional, habrá llegado el momento de afrontar un aumento del Presupuesto. El crecimiento del gasto en defensa debe ser paralelo a un proceso de racionalización del mismo que permita obtener cada vez más capacidades reales de cada peseta invertida, porque sólo gastando mejor habrá legitimidad política para solicitar un aumento de los recursos disponibles.

24. Al mismo tiempo, la política de adquisiciones de material debe poder compatibilizar los criterios de eficacia operativa de los sistemas a adquirir con el efecto positivo que esas adquisiciones deben provocar en el desarrollo económico e industrial de nuestro país, en el impulso tecnológico y de innovación y en la creación de puestos de trabajo. Todo ello en el contexto de una política europea de armamento cada vez más coordinada e integrada.

25. Pero junto a los impedimentos económicos de un aumento de los recursos de la defensa son aún más determinantes las dificultades políticas. En este sentido, es esencial saber aprovechar tanto el impacto positivo que sobre la opinión pública supone la supresión del servicio militar obligatorio, al fin y al cabo un impuesto que se pagaba en términos de prestación personal, como el efecto justificador que la dimensión europea tiene siempre para la puesta en marcha de políticas nacionales impopulares. La coyuntura actual favorece por tanto por razones económicas como políticas un moderado aumento de los recursos dedicados a la defensa.

26. En otro orden de cosas, las últimas operaciones realizadas por la OTAN en Bosnia o Kosovo, han puesto de manifiesto la necesidad de una fuerza intermedia entre las unidades militares y las policías civiles que se haga cargo de los aspectos relacionados con la seguridad pública en este tipo de operaciones. Estas unidades especializadas deben estar integradas en el mando militar, pero deben hacerse cargo de misiones como la lucha contra el terrorismo, el orden público, enfrentamiento entre comunidades civiles, protección a refugiados, prevención de la delincuencia organizada y obtención de inteligencia, entre otras. Los cuerpos de seguridad de naturaleza militar, tipo gendarmería francesa, carabineros italianos o Guardia Civil española, han demostrado estar especialmente cualificados para poder desempeñar este tipo de misiones. Por un lado, su naturaleza militar les hace fácilmente integrables en la cadena de mando y permite su despliegue en condiciones hostiles, pero su función cotidiana de seguridad ciudadana hace que afronten este tipo de problemas con mucha mayor naturalidad y eficacia que las unidades militares clásicas. Todo ello ha hecho que países que carecen de este tipo de Cuerpos, como Estados Unidos o Alemania, hayan postulado por la creación de este tipo de unidades en el seno de la OTAN, una iniciativa que los italianos han acogido con entusiasmo tras su éxito con la MSU en Bosnia y Kosovo. Sin embargo, el hecho de que todos los países que disponen de este tipo de cuerpos pertenezcan a la Unión Europea permitiría constituir en su seno este tipo de unidades, dando al futuro Cuerpo de Ejército Europeo unas capacidades especiales que se han demostrado necesarias en las operaciones de paz. España podría por tanto liderar la constitución de una unidad de este tipo en el futuro Cuerpo de Ejército Europeo aprovechando las capacidades y el liderazgo que la Guardia Civil tiene entre los Cuerpos europeos de seguridad de naturaleza militar.

27. El componente industrial de una futura defensa europea es uno de sus elementos más determinantes. En primer lugar, porque la capacidad de actuación autónoma de esa defensa dependerá en buena medida de la independencia tecnológica que Europa sea capaz de alcanzar y mantener en el futuro. En segundo lugar, porque será difícil pedir a la opinión pública europea un mayor esfuerzo en defensa si ese esfuerzo no repercute también en la sociedad en forma de innovación tecnológica, crecimiento económico y creación de puestos de trabajo. España debe perseverar e impulsar la integración de sus capacidades industriales del sector defensa en un más amplio tejido industrial europeo. La integración de CASA en un gran grupo aerospacial multinacional constituye el mejor ejemplo y el camino a seguir en el futuro. Frente a quiénes ven en esta fórmula una pérdida de soberanía industrial de nuestro país, hay que decir con claridad que la integración en una industria europea constituye la única vía para garantizar la supervivencia de un tradicionalmente débil sector industrial de defensa en nuestro país y la mejor forma de contribuir a la creación de una industria europea de defensa capaz de competir en un mercado global cada vez más duro. La privatización de empresas como Santa Bárbara o Bazán y su incorporación a grupos industriales europeos más potentes, junto con las ya privatizadas como INDRA, deben ser los siguientes pasos a adoptar. El gobierno español debe impulsar esta política con decisión.

Conclusión

28. España tiene en el proceso de construcción de una defensa europea una oportunidad histórica de asumir un nuevo liderazgo compartido en la Unión Europea. Sin embargo, para aprovechar esta oportunidad son necesarias buenas dosis de imaginación y determinación política. La estrategia para lograr este liderazgo pasa necesariamente por tres requisitos: una política de seguridad sumamente activa que nos implique en todas cuantas iniciativas surjan en este terreno mediante alianzas variables con los principales socios, una política de defensa que permita una adecuación de nuestras fuerzas armadas a los nuevos requerimientos de la defensa europea y un incremento, moderado pero constante, de los presupuestos de defensa para superar las graves carencias de nuestras Fuerzas Armadas que, de persistir, harían inviables los objetivos diplomáticos propuestos.