Un Nobel de la Paz capitalista neoliberal

por Jaime García Legaz, 31 de octubre de 2006

(Publicado en El Economista, 31 de octubre de 2006)
 
 
La Academia Sueca concedió hace algunos días el Nobel de la Paz a Muhammad Yunus, el “padre de los microcréditos”.
 
Buena parte de la izquierda tradicionalmente anticapitalista se ha lanzado a aplaudir la decisión, subrayando acto seguido que el Nobel premia la “solidaridad en la lucha contra la pobreza”. Mucho nos tememos que buena parte de los antiliberales que vitorean a Yunus no conocen su obra y pensamiento, porque ambos destilan capitalismo neoliberal por los cuatro costados. Eso sí, a los liberales no nos sorprende nada el incuestionable éxito de su iniciativa en la generación de prosperidad y la erradicación de la pobreza.
Comencemos por el galardonado. Muhammad Yunus es un banquero y un acérrimo defensor de la libre empresa. El Nobel le premia por la actividad de su banco, denominado “Grameen Bank” (el banco de la aldea, en bengalí). Difícilmente se puede pensar en una institución más asociada al capitalismo en el imaginario colectivo que un banco.  Por si fuera poco, después del “banco de los microcréditos” Yunus ha creado cerca de veinte empresas, entre ellas, la mayor red de telefonía móvil del sudeste asiático.
Yunus es todo lo contrario de un “subversivo”, como algunos lo han calificado: cree profundamente en el libre mercado, rechaza rotundamente las subvenciones y afirma que los recursos se deben prestar, no regalar. Yunus critica con dureza la ayuda exterior al desarrollo, que considera inútil, y afirma con valentía políticamente poco correcta que el dinero de la ayuda al desarrollo se pierde en gastos de burocracia y en corrupción masiva. En su lugar, apuesta sin ambages por poner el dinero en manos de los principales interesados, los pobres. No sólo eso: también critica que en Europa y Estados Unidos se permita a mucha gente vivir sin trabajar, es decir, de la “limosna estatal” del Estado del Bienestar.
El “Grameen Bank” cobra intereses, genera beneficios y reinvierte la mayoría de sus beneficios en incrementar su activo. Dedica, eso sí, parte de sus ganancias a repartir becas de estudio a personas con talento pero sin recursos. Aunque esta vena filantrópica no llama tanto la atención. Otros grandes empresarios estadounidenses han efectuado donaciones de cuantía infinitamente superior a la obra social del banco. En el fondo, la actividad del “Grameen Bank” no difiere en exceso de la de una caja de ahorros con una obra social importante y sin políticos en sus órganos de gobierno.
 
 
 
Lo que diferencia a Yunus de otros banqueros tradicionales es su carácter innovador en el manejo del concepto de solvencia. Aquí radica la apuesta genial y visionaria de Yunus que le ha hecho justo merecedor del Nobel. Yunus supo detectar la existencia de un enorme mercado potencial de crédito no explotado como consecuencia de la miopía de la banca tradicional en la concepción de la solvencia. Se dio cuenta de que los bancos tradicionales operaban (y en buena medida, lo siguen haciendo) con criterios antiguos de gestión del riesgo: exigiendo en todo caso garantías en forma de aval. Yunus criticó este concepto monolítico de solvencia y consideró que alguien solvente es quien tiene capacidad de devolver un préstamo, tenga o no avales. Consciente de que la mejor garantía de devolución de un préstamo es la inversión del capital en un proyecto rentable, decidió apostar por los “microcréditos”, concediendo préstamos de pequeña cuantía a personas con pocos recursos y sin la posibilidad de aportar avales pero con proyectos de inversión sensatos y rentables. Y acertó de pleno.
 
Veinticinco años después el “Grameen Bank” cuenta con 2.200 sucursales, 6,6 millones de prestatarios y financia principalmente la creación de microempresas a un tipo de interés del 20% (pequeñas tiendas de alimentación, pequeñas explotaciones agrarias, microexplotaciones textiles), que en la inmensa mayoría de los casos generan recursos suficientes para su devolución. Su tasa de morosidad es del 1,5%, inferior a la de la mayoría de los bancos en los países occidentales.
Una labor impagable de Yunus es haber demostrado fehacientemente que el capitalismo es capaz de hacer germinar la prosperidad en los contextos aparentemente más hostiles, como los colectivos más pobres de un país tan  poco desarrollado como Bangla Desh, donde nació. Si el capitalismo y no la ayuda exterior al desarrollo está erradicando la pobreza en muchos países de Asia que hace treinta años eran más pobres que los de África, como nos recuerda muy acertadamente Sala i Martín, y está funcionando en países como Bangla Desh, como nos demuestra Yunus, también funcionaría en África.
El único pero radica en que a Yunus se le ha concedido el premio Nobel de la Paz y no el de Economía. Yunus es catedrático de Economía, y pocos han servido como él a la investigación sobre la causa de la riqueza de las naciones de forma tan efectiva. Se le premia con el Nobel de la Paz para respaldar esa teoría tan absurda que afirma que las guerras tienen su origen en la pobreza. Va a resultar ahora que la verdadera causa de la Guerra civil española, de las dos guerras mundiales o, más recientemente, la guerra de las Malvinas, la guerra Irán-Irak o las dos guerras de Irak es la pobreza. Yunus se merece estar al lado de Friedman o Phelps, no de personajes como Arafat, Rigoberta Menchú o Koffi Annan.
 
 

 
Jaime García-Legaz es Economista del Estado y Director de Economía de FAES