Un mundo de diferencia. ¿Puede el General Petraeus darle un vuelco a la guerra de Irak?

por Victor Davis Hanson, 12 de abril de 2007

(Publicado en Tribune Media Services, 19 de marzo de 2007)

El veredicto sobre los 4 años de lucha en Irak depende de los acontecimientos de los próximos meses.
 
Con un pueblo americano y muchos políticos intensamente escépticos de que una estrategia militar cambiada pueda salvar la guerra, el nuevo comandante de Estados Unidos en Irak, el general David Petraeus, tiene que persuadir a todos... y rápidamente.
 
Petraeus asumió el mando inmediatamente después de la renuncia del Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, de las salidas de Irak de los generales John Abizaid y George Casey así como de la victoria electoral de los demócratas que están contra esta guerra.
 
A pesar del pesimismo, él ha llegado a Irak con un incremento de más de 20.000 tropas americanas de combate y nuevas teorías sobre cómo conducir la contrainsurgencia - que supone librarse de los terroristas en los barrios y reemplazarlos con tropas iraquíes y americanas para asegurar la seguridad ciudadana y el restablecimiento de los servicios básicos.
 
De alguna forma, Petraeus tiene que sofocar la violencia sectaria sunní-chiíta sin inmiscuirse en la autonomía del gobierno iraquí. Eso significa no sólo ganarse el apoyo popular sino también desarmar milicias, acabar con la política de arrestar a los terroristas para luego liberarlos, ampliar las reglas de enfrentamiento y prevenir que los yihadistas se infiltren en Irak desde Irán, Arabia Saudí y Siria - todo al mismo tiempo que se le da el crédito al ejército iraquí.
 
Pero ¿ha habido alguna vez un comandante que por sí solo haya marcado la diferencia casi instantáneamente dando un vuelco a todo un teatro de operaciones?
 
De hecho, sí. Los entonces relativamente desconocidos generales Ulysses S. Grant, Curtis LeMay y George S. Patton encontraron renombre sólo después de reemplazar a sus fracasados predecesores. En realidad, en casi cada guerra, ocasionalmente un general puede cambiar tan radicalmente el pulso del campo de batalla que una victoria política se convierte en posible allí donde todos pensaban que era algo absolutamente improbable.
 
Tomemos como ejemplo la guerra de los Bóers entre una Gran Bretaña colonial y los afrikaaners de Sudáfrica. El primer año (1899) fue un desastre para las fuerzas británicas. Sus fuerzas convencionales estaban mal preparadas para las emboscadas guerrilleras de francotiradores irregulares y la caballería de los afrikaners. Pero con el nombramiento de Lord Kitchener en 1900 llegó la creación de los comandos británicos y nuevas tácticas que llevaron a la victoria británica y a un acuerdo final.
 
Gran Bretaña se enfrentó a una situación aún más sombría en los 3 primeros años de la Segunda Guerra Mundial. Pero a finales del verano de 1942, el recientemente nombrado general Bernard Montgomery había reorganizado las defensas británicas en Egipto y logró devolverles la moral. Luego frenó al mariscal de campo alemán Erwin Rommel en El Alamein y las críticas a Churchill por las anteriores pérdidas en serie en Europa Occidental, Grecia, Creta, Singapur y Tobruk cesaron. Poco después, Gran Bretaña estaba a la ofensiva manteniéndose así hasta el final.
 
Corea también se pensó alguna vez como algo completamente perdido. A finales de noviembre de 1950, cientos de miles de chinos rojos apabullaron a las tropas de la ONU y prácticamente fueron sacadas de la península. Un cansado general Douglas MacArthur se vio totalmente sorprendido, frustrado y, a los pocos meses, se le relevó de su cargo.
 
Imperturbable, su reemplazo, el general Matthew Ridgeway, recuperó el espíritu ofensivo, descubrió debilidades en las tácticas del enemigo y empujó hacia el norte a los comunistas chinos y coreanos hasta el paralelo 38. Ese vuelco radical dio al nuevo presidente electo Dwight Eisenhower un peso político que finalmente usó para sellar una paz que reconocía una Corea del Sur autónoma.
 
Durante la inesperada ofensiva árabe de 1973, la guerra de Yom Kippur, Israel se vio completamente sorprendido por una sorpresa aún mayor que la invasión china de Corea. Armados con letales misiles antitanques nuevos de fabricación soviética y protegidos por baterías antiaéreas, el III Ejército egipcio de Anwar Sadat invadió la Península del Sinaí, inflingiendo graves pérdidas a las atónitas Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF).
 
La ortodoxia exigía contraataques israelíes dentro del Sinaí. Pero el excéntrico general Ariel Sharon por el contrario decidió cruzar el Canal de Suez para cortarle los suministros al ejército egipcio y amenazar el Cairo. La audaz estratagema de un solo general cambió radicalmente la dinámica de toda la guerra. Como resultado, las fuerzas israelíes lograron una especie de victoria arrancada de las fauces de la derrota.
 
Actualmente, Irak no le plantea a Petraeus aprietos mayores que los que han afrontado esos talentosos generales en guerras anteriores, incluso teniendo en cuenta que los efectivos y la paciencia de Estados Unidos están prácticamente agotados.
 
Tras el sombrío verano de 1864, el general William Tecumseh Sherman salvó la causa de la Unión y con ella, la presidencia de Lincoln al tomar Atlanta.
 
Para el invierno, veremos si, de forma similar, David Petraeus puede conseguir lo inesperado en Bagdad.


 

 
 
Victor Davis Hanson es historiador militar y ensayista político. Actualmente es miembro permanente de la Hoover Institution tras haber impartido clases en la California State University desde 1984 al frente de su propio programa de cultura clásica. Entre otros medios, sus artículos aparecen en The Washington Post, The Washington Times, Frontpage Magazine, National Review Online, Time o JWR.
 
 
©2007 Victor Davis Hanson
©2007 Traducido por Miryam Lindberg