Un desafío para las democracias

por Gerardo del Caz, 20 de julio de 2006

Finalmente las amenazas del régimen de Pyongyang se cumplieron y el 4 de julio, Corea del Norte llevó a cabo las pruebas de lanzamiento de algunos de sus misiles balísticos desafiando las advertencias de la comunidad internacional.
 
Los lanzamientos se produjeron a las 03h30 hora local desde dos puntos distintos en las provincias de Kangwon y Hamgyong. Desde la primera localización se lanzaron misiles de medio alcance Nodong y desde el segundo emplazamiento, en concreto desde la base secreta de Musudan-ri, se lanzó el nuevo misil de largo alcance Taepodong 2, que hasta el momento no se había probado y que posee un radio de acción que incluye Alaska, Hawai y, dependiendo de la carga, sería capaz de llegar a América del Norte o Australia.
 

El lanzamiento del misil no ha cogido por sorpresa a EEUU o Japón que desde hace tiempo tienen desplegado un amplio dispositivo de vigilancia por satélite del territorio norcoreano y que ya habían detectado importantes movimientos de camiones cisterna  en el norte del país. Según la declaración de prensa de la Casa Blanca, el misil Taepodong 2 explotó en el aire poco después de su lanzamiento y cayó en el mar de Japón por lo que probablemente tuvo un fallo técnico. En esta declaración se aseguraba que estos misiles no constituían una amenaza especial para la seguridad americana aunque, según fuentes del Pentágono, todo parece indicar que la verdadera intención del lanzamiento era que el misil llegara al Pacífico central, cerca de Hawai.
 
Del mismo modo, en 1998 Corea del Norte probó los misiles Taepodong 1, de un radio de acción de 2.000 km. El lanzamiento supuso también una sorpresa para la comunidad internacional que estimaba que Corea del Norte estaba aún a muchos años de distancia para desarrollar una tecnología similar.
 
Uno de esos misiles sobrevoló Japón y se hundió en aguas del Pacífico suscitando una gran polémica que hizo que Tokio incrementara el gasto militar y las partidas destinadas a programas antimisiles. Kim Jong Il, en 1999 y con la intermediación china, accedió a una moratoria en el lanzamiento de misiles bajo la condición de que se iniciaran unas conversaciones de paz para la península coreana que tuvieron su materialización en las conversaciones a seis bandas con Corea del Sur, China, Rusia, Japón, Corea del Norte  y EEUU.
 
Reacciones
 
Desde la comunidad internacional se ha reaccionado con diferentes valoraciones a estos lanzamientos. Contrasta especialmente la dureza por parte de EEUU, Australia y Japón, con la de otros países del mundo.
 
Japón, particularmente amenazado por la capacidad militar norcoreana, ha anunciado una serie de medidas militares que incluyen estrechar  la colaboración con EEUU para concluir un programa antimisiles para todo el país y ha cerrado sus puertos a cualquier barco norcoreano. Por si fuera poco, junto con la marina de EEUU ha desplegado barcos con sistemas antimisiles a lo largo de la costa del mar del Japón
 
Mucho más suaves fueron las valoraciones por parte de China y Corea del Sur, los principales apoyos económicos del régimen de Pyongyang. China, a la vez que expresaba “preocupación por los lanzamientos”, pedía calma a todas las partes implicadas mientras que Seúl suspendió indefinidamente unas partidas de ayuda humanitaria pero aseguró que seguiría trabajando por “el diálogo” y que se opondría a otras sanciones. Rusia, en la misma línea ha criticado los lanzamientos pero ha descartado cualquier sanción.
 
De donde no ha habido ninguna crítica a los lanzamientos ha sido de Irán, país que ve en Corea del Norte un modelo a seguir para obtener, por la vía de los hechos consumados, un pequeño arsenal nuclear táctico que le permita una mayor capacidad militar y así una capacidad de influencia política en la región y en el mundo. Es también sintomático que editorialistas del mundo musulmán pidan “respeto”, “calma”, “comprensión” y legitimen estos lanzamientos en la propia soberanía norcoreana.
 
Conviene recordar que gran parte del arsenal balístico iraní es de origen norcoreano, como lo son también el pakistaní y el de otros países del tercer mundo como Yemen, Sudan, etc. Para un país aislado, sumergido en la pobreza y en manos de un siniestro e impermeable régimen estalinista, exportar armamento y misiles a países de dudosa moralidad (y por qué no en un futuro a organizaciones terroristas) es una de las pocas fuentes de divisas y recursos económicos.
 
Siguiendo con las reacciones, Cuba o Venezuela han pedido “respeto a la soberanía coreana” y han considerado esos lanzamientos como un asunto interno. Demagógicamente los han situado en el mismo plano que los ensayos armamentísticos estadounidenses para desarrollar un programa antimisiles.
 
Pretensiones coreanas
 
En cualquier asunto relacionado con Corea del Norte es difícil, a veces imposible, buscar una lógica que explique tanto las causas como los métodos. Sin embargo la tendencia a atribuir a la excentricidad de su líder o a la naturaleza del régimen cualquier movimiento norcoreano no impida identificar las auténticas motivaciones que esconde cualquier movimiento de este país.
 
Si algo ha demostrado Corea del Norte en los últimos años es su falta de escrúpulos a la hora de transgredir acuerdos o compromisos y, sobre todo, su capacidad para pasar del plan a la acción de una forma calculadamente efectiva.
 
El país se encuentra políticamente aislado y marginado de la política internacional. Su relevancia consiste en ser una amenaza constante para Corea del Sur y las tropas americanas allí estacionadas que serían literalmente barridas en caso de conflicto. Su objetivo último está claro: disponer de una capacidad militar que le otorgue una ventaja negociadora en Asia oriental y la bomba atómica sería un instrumento perfecto.
 
Esta forma de “extorsión militar” ha funcionado hasta la fecha con Japón y EEUU. Los lanzamientos de 1998 hicieron que Corea del Norte consiguiera que la administración Clinton aceptara dialogar sobre programas de misiles y de concesiones militares (básicamente reducir la presencia americana en Corea del Sur) e importantes ayudas.
 
Pero, ¿por qué ahora? la situación se repite con la gravedad de que Corea del Norte ha ganado 8 preciosos años para desarrollar misiles aún más potentes. Las llamadas conversaciones a seis bandas se interrumpieron en noviembre de 2005 tras la decisión norcoreana de abandonarlas si Washington no abandonaba sus “condiciones iniciales”, es decir, que se admitiera la capacidad de Corea del Norte de tener armamento nuclear como admitió.
 
En la lógica norcoreana, el lanzamiento de misiles supondrá una nueva cuestión en la ronda de negociaciones y haría perder aparentemente importancia la cuestión nuclear.
 
En segundo lugar, el régimen necesita poner en práctica lo que ha estado investigando durante diez años y simulando con motores y modelos a escala. La única forma para saber si algo funciona es probarlo. Hacerlo después de anunciarlo, de anticipar las reacciones y a la vista de los 60 satélites espías americanos, de Japón y de todo el mundo es una prueba más de la consistencia de su tecnología y, por qué no, es también una retorcida acción de marketing en el mercado mundial del armamento que busca seducir a posibles clientes como Venezuela o Irán.
 
En clave de política nacional, el lanzamiento de misiles, previa y apropiadamente manipulado, es un revulsivo más del régimen y una prueba más de su creciente importancia internacional que hará que la población se cierre en su apoyo a su líder. Maquiavélicamente, las autoridades norcoreanas esperan que este lanzamiento suponga una admiración por parte de la población surcoreana y que las negativas represalias japonesas o estadounidenses hagan que la opinión pública de Corea del Sur apoye a sus compatriotas de Corea del Norte victimas de “agresiones imperialistas” y desate un orgullo nacional que consideran positivo para el fin último de Kim Jong Il: la reunificación. Esto ya ocurrió en 1998 cuando los lanzamientos sobre Japón no impidieron al gobierno surcoreano proseguir con la llamada “política del arco iris” para reconciliarse con el vecino del norte.
 
Negociación y sanciones
 
Es poco probable que las sanciones impuestas a Corea del Norte tengan algún efecto. Washington ya aplica duras restricciones comerciales a Corea del Norte y a países o empresas que colaboran con ella. Recientemente un banco chino con sede en Macao fue acusado de actuar como tapadera para lavar enormes cantidades de dinero procedentes del tráfico de armas coreanas y de ser un pilar en la financiación del régimen norcoreano. Pyongyang rechazó estas acusaciones pero su exigencia de que se levanten las sanciones contra el banco para volver a las negociaciones muestran hasta que punto las acusaciones eran razonables y cómo su actividad financiera está limitada por el cerco americano.
 
Japón tiene escasas relaciones comerciales con Corea del Norte y éstas han ido descendiendo en los últimos años; además, sus programas de ayuda son poco importantes desde las últimas polémicas sobre los secuestros de ciudadanos japoneses en el norte de Japón por parte de fuerzas especiales coreanas.
 
Unas eventuales nuevas sanciones comerciales sobre Corea del Norte no tendrán ningún efecto en la práctica a no ser que cuenten con el difícil e improbable respaldo de China y Corea del Sur.
 
En Corea del norte todo el comercio, de un tamaño ridículamente pequeño, está regulado y gira en torno al arroz y materias primas básicas. El año pasado alcanzó los 4.000 millones de dólares de intercambio comercial del que el 40% corresponde a China. Por supuesto estas cifras no son plenamente fiables en la medida en que la venta de armamento no está recogida.

Fuente: Korea Trade investment Agency, WSJ, elaboración propia
 
Pero, ¿qué hacer con Corea del Norte?. La situación ha llegado a un punto en el que una intervención militar es por el momento descartable por los efectos destructivos. La localización de los misiles, de los centros de investigación no es plenamente conocida y sería imposible eliminarlos simultáneamente. Corea del Norte respondería instantáneamente con fuertes represalias y una guerra total sobre Corea del Sur y Japón.
 
Según todos los indicios el Gobierno de Pyongyang se cree realmente capaz de vencer a los EEUU en el terreno militar. Razones no le faltan.
La incrementada capacidad ofensiva cuenta con potente armamento pesado, armas químicas y bacteriológicas y ahora con misiles balísticos capaces de transportar esas armas
 
Misiles balísticos de Corea del Norte
 
 
Radio de alcance (km)
Carga (kg)
 
SCUD B
320
1.000
Mejora de misil soviético. Vendido en el tercer mundo
SCUD C
570
770
Capaz de portar explosivos convencionales, bombas de fragmentación y armas químicas. Vendido a numerosos países del tercer mundo
NODONG 1,2
1.480
1.200
Probado en mayo de 1993. Volo 500 km. Se estima que existen 50 lanzadores. Diseñado para portar cabezas nucleares
TAEPODONG-1
2.300
1.000-1.500
Probado en 1998. Se cree que ya está plenamente operativo
TAEPODONG-2
6.200+
700-1.000
Probado el 4 de julio de 2006
TAEPODONG-3
15.000
Desconocida
Se estima que está a más de 10 años de su desarrollo. Capaz de alcanzar toda Norte América.
Fuente: Globalsecurity.org
 
Es improbable que, aunque Corea del Norte desarrollé o haya desarrollado armamento atómico, sea capaz de reducir su tamaño y fabricar así bombas nucleares adaptadas para los misiles de largo alcance, pero desde luego no sería conveniente otorgar a Kim Jong Il el beneficio de la duda.
 
La lógica invita a pensar que buscar una salida diplomática es lo más prudente que se puede hacer. En el caso de EEUU, además, de cara a la opinión pública internacional sería difícilmente defendible no presentarse a una ronda de contactos y agotar esa vía. No obstante, hasta la fecha, los resultados han sido bien distintos.
 
Desde los años 90 las provocaciones de Corea del Norte han sido recompensadas con un reconocimiento a su  régimen y unas importantes concesiones.  El mejor ejemplo lo constituyen las conversaciones de 1994 que establecieron el llamado “marco conjunto” en el que la administración Clinton respondió a las amenazas nucleares de Kim Jong Il con un programa de cooperación industrial y energética junto con la promesa de plantas nucleares representada en el programa KEDO. En la práctica suponía otorgar a Corea del Norte electricidad gratis a cambio de la promesa de no desarrollar sus propios reactores. Posteriormente, en 2002, Kim Song il acabó con el acuerdo al anunciar un programa nuclear secreto a la vez que expulsaba a los inspectores de Naciones Unidas y se creaba la mesa de negociación multilateral. 
 
También en 1998, tras los primeros lanzamientos, la administración americana se comprometió a ayudar a poner en órbita satélites espaciales norcoreanos bajo la promesa de que Pyongyang no desarrollaría nunca misiles de largo alcance. El querido y supremo líder Kim Jong Il se comprometió con el Secretario de Estado a que los lanzamientos de 1998 serían “su primer y último ensayo de misiles en la historia”.
Conclusiones
 
La evidencia demuestra que Corea del Norte está en una fase de desarrollo de su tecnología militar  mucho más avanzada de lo que se creía. La situación económica y el aislamiento político pueden inducir a creer que es imposible que un país donde persiste la hambruna en zonas rurales sea capaz de suponer una amenaza real, pero la realidad es bien distinta. El país ha desarrollado misiles de corto y medio alcance que son perfectamente operativos y que son adquiridos por numerosos países del tercer mundo.
 
Precisamente por esta transferencia de tecnología y de armamento la amenaza de Corea del Norte no se puede acotar en términos geográficos. Sin duda el lanzamiento del 4 de julio revela un inquietante factor de inestabilidad en el noreste asiático que, con mayor alcance de los misiles Taepodong 2, se extiende hasta Australia.
 
No obstante, y mucho más preocupante, es que la tecnología militar norcoreana llegue a países distantes o a organizaciones terroristas. Que Hugo Chávez haya manifestado y reiterado sin ninguna necesidad que Venezuela no adquirirá por ahora material militar de Corea del Norte es simplemente una evidencia de que existe dicha posibilidad. De hecho, la próxima visita de Hugo Chávez a Corea del Norte hace pensar que en estas reuniones entre los dos insignes mandatarios, Venezuela obtendrá algo a cambio de sus previsibles donaciones de petróleo, es decir lo poco o único que puede ofrecer Corea y que Venezuela está buscando: conocimiento y transferencia de tecnología militar.
 
En segundo lugar es necesario valorar en su justa medida lo que se pretende con estos lanzamientos. Nada es casualidad en Corea del Norte y no lo es la simbólica fecha del 4 de julio. Lo que pretende el régimen de Pyongyang es lanzar una velada amenaza a los EEUU e iniciar unas negociaciones. El objetivo final, sin duda, es que a través y durante esas interminables e improductivas series de contactos, Pyongyang desarrolle plenamente su capacidad armamentística y al final no quede otra alternativa que admitir un país nuclear más en el planeta y que, tanto Japón y otros países de Asia, como la OTAN, estén dispuestos a convivir con una nueva realidad geopolítica.
 
El movimiento de Japón para cooperar y fortalecer su defensa antimisiles con EEUU o desarrollando un sistema de vigilancia espacial con satélites,  así como la compra de misiles Patriot mejorados a Alemania la semana pasada, suponen una pragmática aceptación de la nueva amenaza y también un paso importante al suponer una militarización que se ve con recelo desde otros países asiáticos, notablemente desde China.
 
Por otra parte es necesario observar cuidadosamente las diferentes reacciones en el mundo ante estos lanzamientos y que pueden ser un indicio de cómo se viviría esa eventual nueva realidad geopolítica con una Corea del Norte nuclear. A pesar de las primeras impresiones de unanimidad en las condenas a dichos lanzamientos, existe en muchos casos una comprensión hacía los supuestos objetivos norcoreanos por parte de numerosos países no precisamente caracterizados por su vigor democrático. La reacción más desconcertante es la de China, que al mismo tiempo que condena los lanzamientos se opone a cualquier tipo de sanción.
 
Es difícil pensar que Corea del Norte haya realizado los lanzamientos sin saber de antemano que China o Rusia impedirían en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas cualquier sanción multilateral y que, por tanto, cualquier otra sanción vendría desde Japón o EEUU y  sin la aparente legitimidad de una supuesta legalidad internacional basada en Naciones Unidas
 
Es también importante resaltar que, si bien las sanciones comerciales no parecen ser una vía que mejore la situación con Corea del Norte, tampoco será una solución aceptable reanudar las negociaciones a seis bandas recompensando el lanzamiento de misiles con justo aquello que se pretende desde Pyongyang. Estados Unidos se equivocaría al volver como antes a unas reuniones que se han revelado estériles y que no han servido para nada más que convertirse en una ocasión propagandística y de exhibicionismo norcoreano. En cualquier caso Washington debería dejar claro que cualquier tentación agresiva o militar no va a hacer cambiar la posición americana.
 
Posiblemente la única alternativa que exista para frenar a Corea del Norte sea trabajar y cooperar con China. El país inspirador del régimen coreano, y su padrino ante la comunidad internacional, no debe ver con buenos ojos como Corea se erige por si mismo en una potencia nuclear, Japón se rearma y aumenta el riesgo de conflicto en la zona. Sería necesario que Pekín actuara con respecto a su protegido. Es cierto que las sanciones comerciales o políticas no suponen ningún problema para un país empobrecido como Corea del Norte, pero sí que serían un grave problema para una China en pleno crecimiento económico y ansiosa por normalizar su situación en la comunidad internacional. Las esperanzas son aún así escasas.
 
Por desgracia es muy probable que las democracias tengan que convivir en pocos años con la amenaza permanente de un régimen tiránico y chantajista que ha desarrollado armas de destrucción masiva, incluidas la bomba atómica, y los medios para transportarlas. Esto es lo que sucede cuando en lugar de oponerse firmemente a esa posibilidad se ha llevado a cabo una política de apaciguamiento permanente y continuo en busca de una paz que jamás será segura. Irán y otros países seguirán con impaciencia los acontecimientos de esta crisis para extraer sus propias conclusiones de cómo las democracias responden a la última provocación de Kim Jong Il. El problema es suficientemente grave y complejo para que esta vez EEUU y el mundo no repitan los errores del pasado.
 
Gerardo del Caz es Analista de Política Internacional, especialista en temas de seguridad y desarrollo en Asia.