Tras Bombay

por Manuel Coma, 16 de diciembre de 2008

(Publicado en La Razón, 15 de diciembre de 2008)
 
Al grito de Allah Akbar, irrumpieron en sus objetivos de Bombay sembrando la muerte. Los elementos incontrolados del ISI, la poderosísima inteligencia militar pakistaní, que los cobija y manipula, parece que tenían propósitos más específicos que asesinar infieles para mayor gloria de Allah. Aunque la investigación ha avanzado poco, se ha consolidado la convicción de que se trata de los jihadistas pakistaníes de Lashkar-e Taiba en connivencia con los elementos islamistas y antiindios del aparato militar citado, que actúan por libre. Su objetivo básico: la tensión con el gran vecino obligaría a Islamabad a concentrar tropas en la frontera de la disputada Cachemira, desguarneciendo la frontera con Afganistán, dando así vía libre a los Talibán y Al Qaida, que aumentarían la presión ya difícilmente soportable sobre las tropas de EEUU y OTAN, y preparando el terreno para una gran ofensiva guerrillera en abril. La presión recaería también sobre las autoridades pakistaníes, que quedarían a merced de las Fuerzas Armadas, reapareciendo el espectro del golpe de estado. Los promotores de la acción consolidan sus alianzas con jihadistas especializados en diferentes vecinos y sirven sus propias preferencias: Afganistán dócil y tensión con la India. Islamabad no puede entregar a los acusados de terrorismo que Nueva Delhi demanda. Sería una abdicación de soberanía que no puede permitirse. India no está en condiciones de proporcionar las pruebas que se le demandan, pero tampoco se atreve a quedarse con los brazos cruzados. Proclama el derecho de persecución. Si cae, le suceden nacionalistas más radicales. Asia meridional se halla en un callejón de difícil salida.