Todos somos objetivo

por Florentino Portero, 14 de diciembre de 2010

 

(Publicado en ABC, 14 de diciembre de 2010)
 
¿Recuerda cuando nuestras autoridades nos explicaban que los terroristas yihadistas eran hijos del subdesarrollo y que sus actos respondían a la invasión de Irak? Pues ahí los tiene, inmolándose tras finalizar sus estudios universitarios en Londres y establecerse en Suecia, el clásico perfil de un pobre de solemnidad, como Osama bin Laden, Aymán al-Zawahiri o Mohamed Atta. Es cierto que Suecia, que ni siquiera es miembro de la OTAN, tiene tropas en Afganistán, pero ni son tantas ni destacan por su combatividad.
 
Si en vez de escuchar a nuestros dirigentes, incapaces de hacer uso político del terrorismo, nos molestáramos en leer a los islamistas descubriríamos lo que nunca han ocultado: que lo que más temen no son nuestros ejércitos sino nuestra forma de vida. El contagio de nuestros valores, o de la ausencia de ellos, tendría a su juicio efectos devastadores sobre el «auténtico» islam, un ente ideal que nunca existió pero que es incompatible con los procesos de modernización implícitos en la globalización. Nos acusan de proteger a elites políticas «corruptas», en sentido económico y religioso, para controlar sus estados en clave neocolonial. Si ellos tienen problemas no es por su culpa, sino por nuestra injerencia.
 
Lo de menos es entrar a analizar estos singulares argumentos, lo realmente importante es reconocer dos hechos. El primero es que seremos objetivo de sus acciones terroristas mientras ejerzamos nuestra libertad, porque su posible efecto sobre las sociedades musulmanas es percibido por los islamistas como una amenaza directa a su propia cultura. El segundo es que para ellos el islam no está al otro lado de nuestras fronteras sino allí donde habita un musulmán. Si además esa tierra fue sede de un califato, mancillada por el cristianismo y el moderno laicismo relativista y multicultural, qué le voy a decir que usted no se imagine.