¿Tiene futuro Felipe VI?

por Rafael L. Bardají, 23 de junio de 2014

Publicado en Diario Las Americas, 11 junio 2014

 

La abdicación del rey Juan Carlos ha generado una ola de peticiones para que el modelo del Estado español se someta a referéndum y los españoles expresen su apoyo o rechazo hacia la monarquía y su alternativa, una supuesta Tercera república. Por eso hay quien duda de la estabilidad del nuevo rey, Felipe VI. En mi opinión, quienes creen que la monarquía está en peligro a corto plazo están equivocados; pero también se equivocan quienes piensan que una vez superada esta primera prueba de fuego sobre su legitimidad, la Corona cuenta con un futuro perfecto. 

 
Se diga lo que se diga, en España los verdaderos monárquicos y los republicanos son unas exiguas minorías. Unos más vociferantes que otros, pero minorías. El resto de españoles, la gran mayoría, han apoyado al rey Juan Carlos por puro pragmatismo: tras la muerte del general Franco vieron en su figura el motor de la transición a la democracia; encontraron en él un garante de la libertad frente a los golpistas de 1981; apreciaron sus múltiples viajes y actuaciones en pro de la marca España; y, finalmente, le hicieron el símbolo de la unidad nacional. 
 
Ciertamente, el rey ha tenido sus horas bajas, producto de sus varios errores pero, all in all, no había mejor alternativa para todo lo que representaba. El debate monarquía-república ha estado fuera de lugar todos estos años. Pero no porque el pueblo español sea monárquico por naturaleza, ni porque fuera juancarlista de corazón, sino porque percibía con claridad la utilidad de la Corona. La monarquía en España ha sido desde 1977 una monarquía utilitarista. 
 
La coronación de Felipe VI se produce en unas circunstancias muy distintas de las de su padre. España hoy carece de un proyecto común. Al fin y al cabo ya somos democráticos, europeos y medianamente ricos. La crisis económica ha alimentado la polarización política, una creciente insolidaridad social y el auge de los extremismos. Y se han exacerbado las fuerzas independentistas que amenazan la estabilidad y la integridad misma del país. 
 
Las últimas elecciones europeas expresaron la rabia y frustración ante un sistema que se siente ineficaz, corrompido y caduco. No en vano el rey Juan Carlos razonó su decisión por la necesidad de dar paso a las nuevas generaciones. Y no cabe duda de que Felipe VI expresa una renovación. 
 
Su reto no es ganarse la voluntad de los españoles en estos momentos. Cuenta con ella mayoritariamente a pesar de que, según qué encuesta, hasta un 35% estaría de acuerdo con un referéndum sobre la Corona. Su verdadero problema vendrá cuando las expectativas de cambio que genera no se cumplan.
 
España tiene problemas institucionales y políticos que trascienden y agravan los económicos y ante los cuales el nuevo rey poco puede hacer. Da igual que sea un fallo del Gobierno. Para los españoles el rey ha sido una institución útil, si deja de serlo, dejará de ser rey.