Sudán: bye, bye

por Carlota García Encina, 22 de agosto de 2011

 

Ha nacido una nueva nación en África: la República de Sudán del Sur. Desde el 9 de julio existe oficialmente el país número 54 del continente africano, aunque se puede decir que realmente alcanzó la independencia en enero tras la celebración de un referéndum sobre la secesión. En una gran ceremonia alrededor del mausoleo de su gran héroe de guerra y firmante de la paz en 2005, John Garang, miles de sudaneses del sur bailaron y brindaron por el nuevo país. Se izó una nueva bandera y se cantó un nuevo himno. Allí estaban los líderes de las dos partes enfrentadas durante casi cinco décadas: Salva Kiir, con el gorro de cowboy que le regaló George W. Bush, y Omar Al-Bashir, a quien la multitud le decía “bye bye” en su nueva lengua oficial, el inglés.
 
La presencia de Al-Bashir, aunque pretendía ser un signo de reconciliación, incomodaba a muchos representantes de los países occidentales. Tenían que compartir escenario con un hombre contra quien la Corte Penal Internacional tiene dos órdenes de arresto por crímenes de guerra y contra la humanidad cometidos en Darfur, y al que hasta ahora nadie ha podido o querido enviar a La Haya. También había representantes de 30 naciones africanas, y entre la multitud cerca de 200 seguidores del líder rebelde de Darfur Abdel Wahed al-Nur, cuyas tropas luchan desde hace ocho años contra el régimen de Jartum.
 
Hay muchas esperanzas puestas en el nuevo país tras una larga guerra que se inició en 1956, con la independencia en Sudán, y se prolongó hasta 2005, con un periodo de once años de paz. Ha sido un conflicto entre árabes y africanos, entre musulmanes y cristianos y animistas (uno de los desencadenantes del último brote de la guerra en 1986 fue la intención de Jartum de imponer la sharia), entre las élites del norte y los esclavos del sur. También ha sido una guerra económica sobre todo desde el descubrimiento y explotación del petróleo que está principalmente en el sur pero cuyas infraestructuras para la exportación están en norte. Pero sobre todo se trata - todavía hoy en día – del problema de un régimen autoritario que ha repartido mal la riqueza, que ha acentuado las desigualdades y que ha utilizado la violencia para imponer su criterio. Y no sólo contra el nuevo Sudán del Sur, sino con todas las regiones periféricas al denominado triángulo árabe, donde se concentra la élite gobernante.
 
Ahora el sur toma sus propias riendas, pero aún quedan muchos asuntos por cerrar y en los que ponerse de acuerdo con el norte. Y Jartum, a pesar del discurso reconciliatorio de Omar Al-Bashir en la ceremonia del 9 de julio, no se va a poner nada fácil. Por lo pronto ha iniciado una “guerra económica” contra Juba, la capital del nuevo Estado. Ha puesto en marcha una serie de restricciones para el transporte de bienes de consumo hacia el sur, lo que puede provocar cierta escasez de algunos bienes básicos en los mercados sureños. También ha lanzado una nueva moneda dejando al sur con grandes cantidades del antiguo dinero - se calcula que cerca de 2.000 millones de libras sudanesas están aún en circulación en el nuevo país y puede desestabilizarlo -que ahora es ilegal y no se puede cambiar. El norte alega que lo ha hecho como medida de precaución ante el lanzamiento por parte del sur de su propia moneda apenas una semana después de su independencia. Pero lo cierto es que el paso dado por Al-Bashir viola un acuerdo entre ambas partes en las que Jartum se comprometía a no tomar medidas de este tipo, al menos hasta que no hubiesen pasado seis meses desde el lanzamiento de la nueva moneda en el sur. También ha impuesto un cargo de 22 dólares por barril para su transporte por sus oleoductos. Lo ha hecho sin que las partes llegaran a un acuerdo.
 
Son trabas importantes para el nuevo país que parte de unos índices de desarrollo de los más bajos del mundo. Pero cuenta con el apoyo de toda la comunidad internacional que le está lanzando importantes ayudas económicas, y especialmente con el de sus vecinos africanos que ya invierten en el nuevo mercado que se les abre. Está por lo tanto en una posición más ventajosa que Jartum, que sigue aislada internacionalmente y donde no llega la financiación internacional que ahora necesita más que nunca. El propio Al-Bashir, en su discurso en la ceremonia del 9 de julio, pidió al presidente Obama que aliviara a su país de las sanciones económicas.
 
Juba es la ciudad africana que más rápido está creciendo. Su población ha pasado de 100.000 habitantes en 2005 a más de un millón en la actualidad. Se palpa el boom económico con la presencia de miles de hombres de negocios, muchos de ellos del norte de Sudán y de África oriental, como keniatas y etíopes que abren sucursales financieras. Aunque son los ugandeses los que más lazos comerciales tienen. Todos dicen que tienen más oportunidades aquí que en sus propios países. La laxa regulación es uno de los principales ingredientes, aunque la inseguridad y corrupción también acechan a los comerciantes extranjeros.
 
El petróleo es su principal riqueza, pero también su principal problema al depender absolutamente de él. El 98% del presupuesto del país proviene de este mineral, que unido a las débiles instituciones y la extendida corrupción oscurecen su gestión. Pero hay un deseo político de transparencia por parte del nuevo gobierno de tener un estado de derecho y una nueva política de petróleo. Por ejemplo, Estado Unidos – uno de los principales apoyos del nuevo Estado – está apoyando a Juba para que firme el Extractive Industries Transparency Initiative, una coalición voluntaria de gobiernos, compañías y sociedad civil que trabajan juntos para promover la buena gobernanza en países ricos en recursos. También están surgiendo iniciativas enfocadas a la diversificación de la economía y sobre todo al impulso de una política agrícola ya que es un país con inmensas tierras cultivables de las que sólo explota el 10%. Las infraestructuras también son un tema pendiente, como el impulso del Juba-Nimule Road, que conecta Sudan con Uganda y el puerto de Mombasa, y las carreteras en la provincia de Equatoria Occidental para conectar Sudán del Sur con la República Centroafricana y la República Democrática del Congo.
 
Petróleo y fronteras
 
Para el sur es también fundamental determinar su relación con el norte. Tras el referéndum de enero de 2011 y el apoyo unánime a la secesión todo era optimismo y esperanza, sobre todo tras el inmediato reconocimiento de los resultados por parte del Gobierno de Sudán. Pero en los meses posteriores la relación entre ambas partes se deterioró hasta el punto de temer por una nueva escalada del conflicto. En mayo, después de que ambas partes fracasasen en la implementación de acuerdo sobre seguridad, las fuerzas armadas sudanesas (FAS) invadieron la disputada zona de Abyei, en respuesta a una acción de las fuerzas del sur, donde todavía permanecen. En junio fuertes enfrentamientos tuvieron lugar entre las FAS y las fuerzas de Juba – el SPLM, Movimiento de Liberación Popular de Sudán - en Kordofan del Sur. En total, en los últimos meses más de 100.000 sudaneses han sido forzados a abandonar sus casas.
 
Las fuertes discrepancias y continuos enfrentamientos entre las partes se resumen principalmente en dos: el reparto de los ingresos del petróleo y las fronteras. Más del 70% de los yacimientos de petróleo están en el sur pero las infraestructuras para la exportación están en el norte y por ahora se necesitan mutuamente. Existe un proyecto para la construcción de un oleoducto que conecte Sudán del Sur con el puerto de la isla de Lamu, en Kenia, en el hasta China, principal inversor en el país y gran aliado de Jartum, ha mostrado interés. Pero de salir adelante quedarían aún muchos años para que se pusiera en funcionamiento. Hay que tener en cuenta también los informes que advierten de la paulatina caída de la producción de petróleo, que actualmente en todo Sudán es de 500.000 b/d. Por ahora tienen que acordar con el norte lo que tienen que pagarle por el uso de sus infraestructuras.
 
El conflicto fronterizo está caracterizado principalmente por las disputas en la región de Abyei, que aún está por decidir si pertenece a Jartum o a Juba. Allí viven los ngok dinka, a favor de unirse al sur, y los misseriya, nómadas que van a la región por temporadas para acceder a las fuentes de agua, llevando a su ganado. Desde los 70, los ngok dinka han sido atacados y desplazados en varias ocasiones por los misseriya, apoyados y armados por Jartum. En Abyei también hay petróleo, aunque en 2009 la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya definió cuáles eran las fronteras de dicha zona, excluyendo de ella dos importantes pozos de petróleo que quedarían vinculados al norte. Una decisión que en teoría debería haber reducido el interés por la región al menos en cuanto a recursos petrolíferos. La realidad es que a medida que se acercaba la fecha de la independencia los enfrentamientos se han recrudecido. Las viejas tensiones entre tribus siguen pesando demasiado. Un referéndum sobre su estatus tenía que haber tenido lugar según el mandato del Acuerdo General de Paz de 2005 pero ha sido imposible que las partes se pusieran de acuerdo sobre los ciudadanos con derecho a voto, en particular por lo nómadas misseriya.
 
En los últimos meses las FAS han quemado pueblos y han destruido los puentes que unían la zona con el sur dificultando la vuelta de los refugiados, y como tantas otras veces se ha impedido el acceso de la UNMIS (Misiones de Naciones Unidas en Sudán) a la zona. El 20 de junio se alcanzó un acuerdo entre el Gobierno de Sudán y el SPLM para la desmilitarización de Abyei, y el Consejo de Seguridad autorizó siete días después el despliegue de 4.200 tropas etíopes para supervisar el repliegue de las fuerzas de Jartum, aceptado por Al-Bashir aunque con condiciones. Poco después, tras la proclamación de la independencia, finalizaba el mandato de las 10.400 tropas de la UNMIS, que desde 2005 han supervisado el acuerdo de paz, y que se ha mostrado ineficaz cada vez que había algún incidente armado. Al-Bashir rechazó su continuación, a pesar de los incidentes en Abyei, Kordofan del Sur y Nilo Azul, y nadie ha sido capaz de convencerle de lo contrario. La UNMIS trasferirá en la medida de lo posible el personal, el equipo y demás activos tanto a tropas etíopes de la Fuerza Provisional de Seguridad de Naciones Unidas para Abyei (UNIFISA), como a la nueva Misión de Naciones Unidas en Sudán del Sur (UNMISS), compuesta por 7.000 militares y 900 policías, que ha sido autorizada por el Consejo de Seguridad para apoyar la seguridad y la paz en el nuevo país, así como consolidación y desarrollo económico.
 
Kordofan del sur y Nilo Azul son las otras dos áreas fronterizas conflictivas, ambas provincias del norte. El Acuerdo General de Paz de 2005 estableció para ellas una serie de consultas populares tras haber tenido una participación importante durante la guerra civil apoyando a los rebeldes del sur. Las consultas se han ido aplazando y en Kordofan del Sur el SPLM ha rechazado las elecciones celebradas en mayo. El nuevo gobernador es Ahmed Haroun, del partido de Omar Al-Bashir, y al igual que él tiene una orden de arresto por crímenes contra la humanidad en Darfur. En este clima de tensión se han producido los últimos enfrentamientos entre fuerzas del Jartum desplegadas en las regiones y fuerzas del SPLM. Con la finalización de la UNMIS quedarán totalmente desprovistas de cualquier supervisión por parte de la comunidad internacional ya que las dos últimas misiones aprobadas por el Consejo de Seguridad se limitan a la zona de Abyei y a Sudán del Sur. Es probable por tanto que se recrudezcan los enfrentamientos si nadie pone freno a Omar Al-Bashir.
 
El gran olvidado sigue siendo Darfur, donde el conflicto iniciado en 2003 aún continúa y el proceso de paz continúa estancado. El cese de la violencia en Darfur y el alcance de una solución son las condiciones impuestas por Washington a Jartum para que se levanten las sanciones económicas y permita la entrada del capital que tanto necesita.
 
Conclusión
 
La atención está centrada en el nuevo país, la República de Sudán del Sur y su futuro. Pero los mayores peligros y las principales inestabilidades se centran en el Gobierno de Sudán y su potencial desarraigo. Tiene que hacer frente a la pérdida de más del 70% de los ingresos petroleros, a los altos precios de los alimentos con el consiguiente descontento popular, al aislamiento internacional y a las sanciones económicas que le privan de una buena parte de la inversión extranjera, y a una posible radicalización del partido gobernante, el Congreso Nacional, sobre todo después del anuncio de Omar Al-Bashir poco antes del referéndum de establecer una constitución islámica y acabar con cualquier reconocimiento de la diversidad cultural en caso materializarse la secesión. Incluso hay desórdenes internos y pequeñas revueltas contra el régimen de Jartum pidiendo reformas al estilo de lo ocurrido en Túnez y Egipto, sobre todo por parte de grupos islamistas como los seguidores el líder Hasan Al-Turabi o el partido Umma.
 
La secesión ha sido un varapalo para una gran parte de los sudaneses del norte, pero algunos islamistas lo han visto como una oportunidad para deshacerse de muchas contradicciones entre árabes y africanos y dar la bienvenida a un nuevo país árabe-musulmán más homogéneo. En cualquier caso, para todos es unánime el descrédito del presidente Omar Al-Bashir, que tiene que hacer frente en el futuro próximo a una fuerte oposición dentro y fuera de su partido. Algunos apuntan a que los últimos enfrenamientos en Abyei, Kordofan del Sur y Nilo Azul tenían como principal objetivo desviar la atención sobre los verdaderos problemas internos a los que enfrenta Al-Bashir.
 

Más optimistas son las previsiones sobre el nuevo Sudán del Sur, aunque el presidente Salva Kiir también tiene que hacer frente a sus problemas económicos y a las tensiones internas entre las decenas de etnias y tribus del sur. Durante la ceremonia del 9 de julio, anunció una amnistía general para todos aquellos que se había alzado, sobre todo en los últimos dos años, contra las autoridades de Juba y les pidió que dejaran las armas para construir todos juntos el nuevo país. En su discurso, Kiir tampoco quiso olvidarse de los conflictos que permanecen abiertos en su vecino del norte como los de Kordofán del Sur, el Nilo Azul o Darfur. El SPLM ya ha anunciado además que tratará de mantener una presencia política en Sudán, donde mantiene muchos e importantes apoyos, para tratar de contrarrestar la política del gobernante Congreso Nacional. El SPLM mantiene que el norte del país necesita una transformación y diferentes políticas para las varias regiones y realidades del país. Por ahora, ellos han empezado su propio camino.