Sin rumbo político

por Florentino Portero, 16 de noviembre de 2010

 

(Publicado en ABC, 16 de noviembre de 2010)
 
En diplomacia hay algo peor que equivocarse y es demostrar al mundo que no se sabe lo que se quiere. Cuando esto le ocurre a uno de los estados más antiguos de Europa, antigua potencia imperial y hasta hace unos pocos años actor de referencia en la política continental, nos encontramos ante un ejemplo perfecto de decadencia. Podríamos entender, aunque no compartir, que por crudo realismo nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores asumiera una posición claramente pro-marroquí, abandonando definitivamente la causa saharaui. Pero ni eso es capaz de hacer en su inconsistencia doctrinal, en su incapacidad para definir cuáles son los intereses nacionales y cómo defenderlos.
 
No puede haber política exterior sin antes resolver quiénes somos y adónde vamos. Nuestro Gobierno dedica sus energías a demoler la identidad nacional, herencia de siglos y garantía de un proyecto común.
 
Nuestra diplomacia no reacciona ante los abusos marroquíes contra saharauis, medios de comunicación y políticos nacionales, de la misma manera que nuestros máximos responsables económicos no son capaces de enfrentarse a las reformas necesarias o nuestros políticos no tienen el valor de poner orden en el caos de administraciones públicas. No tenemos un problema diplomático sino político y de dimensiones alarmantes. Saben lo que quieren destruir pero poco más. A su falta de visión se suma una constante de todos los gobiernos Zapatero: la falta de nivel de los designados para ocupar altos cargos, patente en esa incapacidad para reaccionar a tiempo y con criterio.
 
El Partido Socialista teme el chantaje marroquí en temas sensibles —islamismo, emigración, drogas— y se pliega cobardemente, olvidando sus supuestos valores. Con ello se gana a pulso el desprecio de la corte alauí y confirma ante los socios europeos nuestra condición de Estado a la deriva.