"Señoras y señores... lo tenemos"

por Rafael L. Bardají, 15 de diciembre de 2003

(Publicado en ABC, el 15 de diciembre de 2003)
 
La frase de Paul Bremer no intentaba ocultar su júbilo a pesar de ser una persona tendente a la inexpresividad en sus manifestaciones públicas. Pero en esta ocasión estaba justificada: el as de picas, la primera carta de la famosa baraja de las tropas norteamericanas, había caído en una operación limpia y eficaz. La captura de Saddam no es una buena noticia, es una excelente noticia que apenas nada más conocerse con certeza ha sido comentada por los principales líderes mundiales (con la excepción, de momento, de Jacques Chirac) y celebrada en las calles de Bagdad y otras ciudades de Irak.
 
Es una excelente noticia por múltiples razones. La primera, y más antigua, porque la captura de Saddam Hussein, el “carnicero de Bagdad”, permite la culminación de un fenómeno de justicia histórica y corregir, de una vez para siempre, el tremendo error que la coalición internacional, con los Estados Unidos de Bush padre a la cabeza, cometió en 1991 al detenerse tras la liberación de Kuwait y permitir la posterior y brutal campaña de represión que Saddam montó para asegurarse en el poder y que costó indiscriminadamente decenas de miles de vidas y cientos de miles de desplazados y refugiados. Saddam no sólo se sostuvo mediante el reino generalizado del terror, sino que se afianzó en su naturaleza pendenciera, volviendo a amenazar en 1994 con una segunda invasión de Kuwait y jugando constantemente con las Naciones Unidas, cuyas resoluciones fue violando una tras otra sistemáticamente. Por el sufrimiento impuesto a su pueblo, por el daño que ha causado a todos sus vecinos y por el coste que le ha hecho pagar a la comunidad internacional en la salvaguarda de la paz y la estabilidad global, su detención y puesta ante los tribunales reestablece un cierto sentido de la justicia.
 
En segundo lugar, es una buena noticia porque su emergencia del mundo de las sombras, priva de la primera causa de aguante de la guerrilla del partido Baas y de los fedayines de Saddam. Es posible que Saddam en persona no estuviera al frente de las acciones guerrilleras de estos meses y que la operatividad de sus seguidores dependa más del “rey de trébol”, Izzat Ibrahim Al-Duri, número dos de Saddam en su Consejo de la Revolución y responsables de las unidades militares de elite. Así y todo, la imagen de un Saddam derrotado, rendido sin resistencia alguna, es un mazazo psicológico para quienes sólo han sabido imponer la imagen de una salida apresurada de las tropas de la coalición y la vuelta de un Saddam triunfante. No es necesario acudir a las encuestas, basta con charlar con cualquier iraquí en el interior del país para percibir que buena parte de la falta de colaboración o entusiasmo para con las tropas aliadas estaba motivada por el temor a que, como ya pasó en el 91, se abandone al pueblo iraquí dejándole a merced de una nueva represión de una pandilla de gángsteres como era la familia de Saddam. Con la detención de Saddam se logran, al menos, dos efectos: dejar sin futuro político a sus seguidores y darles un futuro de libertad y esperanza, de no vuelta atrás, a la gran mayoría que no le quiere. Además, obviamente, es una buena dosis de moral para las tropas allí desplazadas y para todos los que desde fuera han apostado por el cambio de régimen en Bagdad.
 
¿Significa esto que se va a poner fin a la violencia en la zona? No necesariamente, por desgracia, pero favorecerá la disminución de la misma, aunque no a corto plazo. Para empezar, y como ya se ha dicho, las células guerrilleras puede que no dependan de la dirección de Saddam Hussein y seguro que tienen capacidad para seguir asesinando durante algún tiempo. Pero a medida que éste pase, sus medios para sostenerse, financiera y militarmente se irán agotando. Sin la figura de su único líder, su capacidad de aguante puede que se desmorone. El totalitarismo personalista del propio Saddam impide su reemplazo. Desgraciadamente la guerrilla de Saddam, en sus varias versiones, es sólo uno de los actores en presencia. También están los mujaidines venidos a Irak desde fuera y que han visto en el país su peculiar terreno de confrontación con el mundo democrático. La ventaja para luchar contra ellos es que el pueblo iraquí no les quiere y si han encontrado en grupos sunnis algunos aliados tácticos se debe a la connivencia con sus objetivos de volver a colocar a Saddam en el palacio presidencial a orillas del Tigris. Sin Saddam, la alianza entre lo que queda del partido Baas y los fundamentalistas islámicos pierde su sentido. Por ello, combatir a los elementos de Al Qaeda será progresivamente más fácil.
 
Por último, la captura de Saddam también es una noticia muy positiva porque le devuelve al esfuerzo militar el valor y la eficacia que muchos le negaban en la fase de reconstrucción vivida tras la deposición del régimen de Saddam.  Se ha dicho hasta la saciedad que las fuerzas armadas americanas saben hacer las guerras pero que no tienen ni idea de cómo encarar las situaciones post-bélicas. Que no se puede combatir el terrorismo con soldados. Pues bien, ha llevado más de lo que muchos hubieran querido, pero al final, una buena inteligencia y la eficacia de unidades de operaciones especiales han logrado su propósito, dar con Saddam y capturarle sano y salvo. La guerra con Irak ha sido, sin lugar a dudas, la más cubierta y retransmitida de la Historia, pero esto nos debe enseñar, una vez más, que hay una guerra oculta y silenciosa por debajo de la guerra que se ve y se oye. Nosotros los españoles hemos tenido conciencia de ella a través del desgraciado asesinato de los agentes del CNI. Que esta detención nos sirva para otorgarle el reconocimiento que se merecen.
 
La pregunta ahora es saber si Saddam nos desvelará muchos de sus secretos y qué implicaciones pueden llegar a tener sus declaraciones, si las realiza. Por un lado está todo lo referente a su hipotético arsenal de armas de destrucción masiva y a sus probados programas para desarrollar las mismas. Puede que se abra una puerta para conocer por qué no se han encontrado dichas armas. Pero, al mismo tiempo, es muy posible que lleguemos a saber de las ayudas que su régimen obtuvo antes y durante el embargo de Naciones Unidas, políticas, financieras y tecnológicas. Algunas de las cuales podrían acabar siendo un escándalo para países de nuestro entorno. Saddam ha sido sacado a la fuerza de las sombras y puede que así se acabe, inesperadamente, con ellas.