Seguir el juego a Pyongyang

por Robert T. McLean, 11 de mayo de 2006

El programa nuclear de Corea del Norte ha sido una preocupación crucial para la administración Bush desde el descubrimiento en el 2002 del programa secreto de enriquecimiento de uranio de Pyongyang. Una crisis ampliamente debatida en los medios y círculos políticos en un momento dado, las negociaciones para detener los esfuerzos nucleares de Irán han entrado una vez más en una prórroga prolongada y el tema parece ampliamente olvidado por parte de la mayoría de los observadores. Mientras que el progreso se ha estancado y la atención pública ha pasado a otras partes, la situación parece tan desesperada como siempre.
 
Corea del Norte está librando un juego muy arriesgado y ha tenido un éxito relativo hasta la fecha como consecuencia de la desunión entre los cinco miembros de las conversaciones a seis bandas que buscan alcanzar un acuerdo con el despótico régimen de Kim Jong-Il. Cada estado miembro implicado en las negociaciones tiene una agenda distinta, pero esto ha sido disfrazado como un simple desacuerdo en los métodos. Estados Unidos tiene que afrontar el hecho de que es el mayor perdedor en unas negociaciones prolongadas. Pero aún así, incluso con esa prerrogativa, la administración Bush está volviendo a aprender que el multilateralismo no es siempre la clave de la eficacia en política exterior.
 
El principal dilema a la hora de persuadir a Corea del Norte de ponerse seria con las negociaciones es la falta de voluntad por parte de China y Corea del Sur a la hora de incrementar la presión sobre Pyongyang. Estados Unidos y Japón han hecho una labor mucho mejor que sus socios negociadores al rechazar jugar el juego de Pyongyang, y Washington ha sido considerado ampliamente el más riguroso en las negociaciones con la DPRK[1]. La administración Bush continúa negando a Kim Jong Il y a su gobierno la garantía de seguridad hasta que se tomen medidas concretas e irreversibles parar abrir el programa nuclear de Corea del Norte a los inspectores internacionales y hasta que comience el desmantelamiento del componente armamentístico. Una obstrucción dual a la reanudación de las conversaciones a seis bandas descansa en el hecho del rechazo de Corea del Norte a volver a la mesa de negociaciones hasta que Estados Unidos descongele sus activos en un Banco de Macau, que presuntamente están vinculados a un programa de falsificación y lavado de dinero.
 
Japón rehúsa establecer relaciones oficiales con Corea del Norte, y las tensas relaciones entre los dos países han sido puestas sobre la mesa en las conversaciones a seis bandas. Tokio congeló toda la ayuda alimentaria a Corea del Norte en diciembre del 2004 como resultado del contínuo desafío de Corea del Norte a sus solicitudes de cooperación en las investigaciones de los secuestros de ciudadanos japoneses. En Japón se debate actualmente una ley de derechos humanos norcoreana que el Jefe del Gabinete del Secretario, Shinzo Abe, dijo que 'puede ser significativa en el sentido de que la presión internacional se dispondrá sobre Corea del Norte con el fin de buscar una solución a los problemas, incluyendo el tema de los secuestros'.
 
Corea del Sur y China, sin embargo, poseen un enfoque diferente. Seúl ha mantenido una postura de implicación pragmática, y proporciona a su vecino del Norte cerca del 20% de su comercio total. Hacia abril del 2005, los 'Proyectos de Cooperación Económica' conjuntos entre Seúl y Pyongyang habían suministrado a Corea del Norte 5,6 billones de dólares en asistencia económica e inversión. Aunque no directamente vinculado con el tema nuclear, el gobierno de Corea del Sur parece más dispuesto a proporcionar a Pyongyang billones en asistencia económica que a mencionar alguna vez las libertades básicas con uno de los principales violadores de derechos humanos del mundo.
 
Una muestra de cómo el presidente de Corea del Sur, Roh Moo-Hyun, busca implicar al Norte es ilustrada por el modo en el que Seúl ha enfocado el tema de sus prisioneros de guerra y civiles secuestrados en Corea del Norte. Funcionarios surcoreanos estiman que esta cifra supera los 1000 presos, y el Ministro de Unificación, Lee Jong-seok, declaraba a la Asamblea Nacional de Corea del Sur a principios de este mes: 'Estoy pensando proponer un paquete de ayuda económica sobresaliente para solucionar el tema de los civiles secuestrados, prisioneros de guerra, y familia separadas'. Si proporcionar ayuda económica como recompensa a retener sus civiles contra su voluntad se considera una iniciativa sobresaliente por parte del Gobierno de Corea del Sur, ¿cómo debería esperarse que su gobierno ayude a persuadir a la DPRK de abandonar su programa de armamento nuclear?
 
De igual manera, el comercio de China con Corea del Norte se expande continuamente, mientras Beijing supone casi la mitad de las exportaciones de Pyongyang y un tercio de sus importaciones. Actualmente, Beijing supone cerca del 40% del comercio de Corea del Norte, desde el 28% en el 2001. China también proporciona cerca del 80% del combustible de Corea del Norte, y como el Grupo de Crisis Internacional informaba en febrero, la República Popular de China suministra todo el crudo de Pyongyang. Según el Sisa Journal, un noticiario importante de Corea del Sur, la firma del 'Acuerdo de Cooperación Económica y Tecnológica' por el presidente chino Hu Jintao durante la visita de octubre a Pyongyang supuso 3 billones de dólares para Corea del Norte en inversiones y créditos comerciales. Beijing también está construyendo infraestructuras de transporte para facilitar el envío de materias primas norcoreanas a través de la frontera hasta el noreste de China.
 
El 15 de abril, la KBS 1 TV de Corea del Sur dedicó un segmento acerca de la creciente dependencia de Corea del Norte con China. Una entrevista con un residente de Pyongyang desvelaba la sensación local imperante de que los chinos son altamente influyentes en su país con las citas: 'Tenemos la opinión de que estamos vivos gracias a China. Vivimos gracias a China porque todo lo que comemos y utilizamos viene de China'. Desafortunadamente, Beijing - con la notable adición de Seúl - rechaza utilizar este peso para forzar a Corea del Norte a actuar responsablemente. Como informaba la BBC, 'China y Corea del Sur proporcionan enormes cargamentos de comida a Corea del Norte sin supervisar dónde termina'. Con pocas condiciones dispuestas a la ayuda proporcionada a Pyongyang, Beijing y Seúl no solamente están limitando su potencial impacto sobre el comportamiento del régimen de Kim, sino que lo están apoyando eficazmente permitiéndole utilizar esa ayuda como herramienta de coacción política nacional.
 
Mientras que las medidas contundentes de Estados Unidos y Japón pueden tener cierta influencia en el proceso multilateral, es obvio que quedan más que compensadas por China, Rusia y Corea del Sur. Para ilustrar el impacto que Beijing puede tener sobre las negociaciones, uno no necesita ver más allá del dominio chino citado arriba sobre los suministros petroleros de Corea del Norte. Provocado ostensiblemente por un oleoducto defectuoso, el suministro chino de combustible a Corea del Norte fue suspendido a comienzos del 2003 -- en un momento en el que quedaba claro que Estados Unidos estaba preparado para invadir Irak -- en un esfuerzo palpable por convencer a Pyongyang de entrar en conversaciones con Estados Unidos y China acerca de su programa de armamento nuclear. Y es bastante probable que Beijing decidiera utilizar este enorme peso sólo después de llegar a la conclusión de que la administración Bush hablaba en serio acerca de utilizar la fuerza para derrocar a regímenes criminales.
 
Múltiples factores contribuyen a la línea aparentemente blanda de China hacia Corea del Norte. Históricamente, los chinos siempre han intentado mantener un régimen amistoso en el norte de la Península de Corea. Éste fue el principal motivo para la entrada de la República Popular de China en la Guerra de Corea en octubre de 1950, y cualquier colapso del gobierno de Kim Jong Il podría redundar en flujos masivos de refugiados hacia el noreste de China. Adicionalmente, una dirección responsable en Pyongyang o una unificación de la península provocaría una desviación de la inversión de Corea del Sur en China a Corea del Norte. También debería quedar claro que el Partido Comunista de China valora la presencia continuada de un loco totalitario en su frontera, puesto que desvía la atención internacional de su propio comportamiento problemático.
 
Rusia, por su parte, ha aparentado estar desinteresada, mientras está más preocupada con sus relaciones exteriores y Oriente Medio que por el 'reino aislado' de Kim. El Ministro de Exteriores ruso, Alexander Alexeyev, estipulaba el 13 de abril que Moscú y Pyongyang cooperarán para desnuclearizar la Península de Corea basándose en las relaciones desarrolladas con Kim Il Sung. Según Alexeyev, éste fue un periodo en el que 'se asentaron los cimientos para el desarrollo de las relaciones ruso-norcoreanas sobre los principios de igualdad, respeto mutuo, no interferencia en los temas de cada uno, así como cooperación en la escena internacional'. El ministro ruso llegó a observar: 'Estos principios sirven como fundamento para nuestras relaciones presentes y continuarán siendo una base firme para la cooperación bilateral en el futuro'. En otras palabras, mientras la cooperación histórica continúa estando relativamente sana, Moscú se abstendrá de acciones que puedan hacer peligrar el régimen de Kim.
 
La directiva norcoreana entiende bien este juego, e igual que Beijing y Moscú han utilizado la situación del noreste de Asia en su beneficio, Pyongyang no vacila en hacer lo propio. Corea del Norte detuvo los envíos procedentes del World Food Program (WFP) a finales del 2005 porque sabía que China y Corea del Sur rápidamente ocuparían el vacío sin exigir el mismo proceso de monitorización que había requerido el WFP. Como observaba Jeffrey Roberson en el The Asian Times: 'Para Corea del Norte tiene sentido intentar poner fin a la irritante interferencia del WFP', mientras el régimen de Kim simplemente ha incrementado el volumen de fertilizantes solicitados y ayuda alimentaria a Beijing y Seúl.
 
Otro modo en el que Pyongyang utiliza las conversaciones a seis bandas en su beneficio ha sido su capacidad para volver a forzar la semi-religión norcoreana del Juche[2]. Esta ideología es descrita mejor por Andrew Scobell, del Instituto de Estudios Estratégicos, como 'Corea primero', en cuanto a que es extremadamente nacionalista en sus conceptos. Cuando funcionarios y líderes de estado visitan Corea del Norte -- como la visita del Presidente chino Hu Jintao de finales de octubre o la escala del Ministro de Defensa Cao Gangchuan a comienzos de este mes - [estas visitas] son retratadas como peregrinaciones. La ayuda exterior es presentada como tributos, y Estados Unidos y Japón son retratados como agresores imperialistas. De ese modo está claro que Pyongyang ha sido capaz de dar la vuelta al proceso multilateral de arriba a abajo y utilizar las diferencias en los métodos y objetivos de los miembros de las conversaciones a seis bandas para continuar en el poder e incrementar su capacidad nuclear.
 
Siete meses después de que los principales medios informasen de que Corea del Norte había acordado entregar su armamento nuclear, Pyongyang no está más cerca de abandonar su programa nuclear de lo que lo estaba antes del 'logro' del 19 de septiembre del 2005. Los surcoreanos están intimidados, los chinos y los rusos están satisfechos con el status quo, y a Estados Unidos y Japón les quedan pocas opciones. Afirmar que las conversaciones a seis bandas han alcanzado un impasse sería inexacto, puesto que todo el progreso hasta la fecha ha sido simplemente superficial.
 
Todos los multilateralistas de los medios y los círculos políticos que continúan elogiando las virtudes de su estilo y señalan Irak como verificación de que la administración Bush se metió en Irak sin la debida consideración 'unilateralmente' han estado inefablemente callados a propósito de Corea del Norte últimamente. Irán parece haber tomado el relevo de los norcoreanos, y a falta de hostilidades o un logro altamente improbable -- los chinos y los rusos rechazan de nuevo adoptar una postura firme -- parece inevitable un proceso prolongado con pocos resultados. Como resultado del auto-interés que consume a los socios de Washington en las negociaciones con Corea del Norte, Estados Unidos se dará cuenta pronto de que está perdiendo un juego que a duras penas se puede permitir perder.

 
Robert T. McLean is a Research Associate del Center for Security Policy de Washington, D.C.
 
Notas


[1] Acrónimo de República Democrática Popular de Corea, Corea del Norte.
[2] Pronunciado jú-ché, conocido también como “Kimilsungismo” en honor a su fundador Kim Il-sung. Consta solamente de los escritos comunistas de Kim padre y su hijo Kim Jong-i, mezclados con fuertes dosis de Fascismo. Su lema es “el pueblo debe rehacerse”, que significa que la piedra angular de la revolución social es el pueblo, por lo que el motor de la sociedad es “la revolución”. Pero esa revolución debe de estar encabezada y dirigida por el líder, que no puede ser cuestionado. El grado de adoración al líder recuerda tanto a Hitler que el teólogo Thomas J. Belke propuso considerarlo religión.