Salir de la crisis: la teoría contable

por Joseph Stove, 5 de julio de 2010

 

En su artículo del 28 de junio en GEES, Salir de la crisis (II) implicaciones para la Defensa, Enrique Navarro muestra un amplio dominio del tema presupuestario respecto a Castellana 109 y, como tal, efectúa un correcto planteamiento de la situación financiera del Ministerio de Defensa, desglosa soluciones para enjugar la deuda con las empresas proveedoras y solidarizarse con el resto de la Administración en los “recortes”. Se trata de un análisis económico y contable, que puede que sea una manera de describir el problema. Pero en mi opinión es más que dudosa su consideración como solución.
 
El primer aspecto en cuestión es acotar el significado de lo que se entiende por “Defensa”. La Defensa en España es polifacética. Unas veces se trata de un ente de razón que se emplea para definir un ámbito no concreto, unas veces para describir un ministerio, y otras veces se relaciona con aquello que “toca” a lo militar. Así por ejemplo, se habla del Hospital Central de la Defensa, que es la manera “correcta” de denominar un hospital militar; o los premios de Defensa, para referirse a un certamen del Ministerio; o las Escuelas de Defensa, porque no se les ocurrió otro nombre. La confusión que existe en España entre Defensa y Fuerzas Armadas es amplia, pues se mezcla lo militar con actuaciones políticas o administrativas muy diferentes. Las Fuerza Armadas lo mismo sirven para ir a la Ruta Quetzal en un buque de asalto anfibio, que para patrullar Galicia para detectar incendios, que para luchar en Afganistán contra los talibanes.
 
Si por el contrario a lo que nos referimos es al concepto de Defensa como componente de Seguridad, entonces nos encontramos con una enorme subjetividad respecto a la percepción de la amenaza, que se puede adaptar a la conveniencia política del momento, tomando medidas coyunturales y dejando las consecuencias a generaciones venideras.
 
De cualquier forma, antes de meter la tijera en un tejido ya muy zurcido conviene tener presente ciertos aspectos pues es relativamente fácil desactivar las Fuerzas Armadas y una ingente tarea volverlas a poner a la altura que necesitaría un país como España.
 
¿Se pueden reducir la entidad de las Fuerzas Armadas todo lo que se considere necesario para cuadrar las cuentas? Si la respuesta fuese afirmativa -y siempre que la diferencia entre el minuendo y el sustraendo fuese cero o negativa-, podría llegarse al caso incluso de suprimirlas por motivos contables. Pero hay que partir del hecho de que las Fuerzas Armadas no son un servicio público, aunque se traten como tal. Y aunque formalmente se nutren de oferta de empleo público, es sólo un artificio administrativo: ¿qué empleado público cuando asume el cargo promete dejar su vida en ello?. Hay que tner cuidado, porque reclutamiento y retención no son nociones administrativas ni pueden reducirse a ello.
 
Los gastos militares en España, no han sido la causa del déficit público, ni su reducción a un montante testimonial representarán un alivio significativo de la deuda española. De hecho, los gastos militares en España han sido muy bajos. En relación con el PIB, siempre han estado a la cola de los países de la OTAN y si hubiese una segunda división en la Alianza nunca habríamos jugado en primera. Es un sarcasmo que un país que está entre los primeros del mundo y que sus gastos de defensa en términos de PIB le colocan en el puesto 127, se plantee reducirlos.
 
Es curioso como en la teoría contable también se dispone de los recursos de personal. Suprimir 15.000 personas de tropa en un contingente de 90.000, un 15% -por supuesto que los 4.000 de la UME no se tocarían-, y una amortización de cuadros de mando de 3 por 4, todo esto en un país de casi 47 millones de habitantes, con una posición geoestratégica importante y sin mecanismos legales de recluta -y después de haber desactivado el deber del artículo 30 de la Constitución-, es renunciar a disponer de instrumento militar y dejar a la nación inerme ante cualquier coacción o agresión.
 
La teoría contable ignora que el capital de las Fuerzas Armadas está constituido por el elemento humano, y su reducción brusca -en unos efectivos ya de por sí muy ajustados-, las descapitalizarían para muchos años. Un submarino nuclear puede alquilarse y tenerlo en servicio a los tres meses. Un oficial superior tarda más de 15 años en formarse; un buen suboficial no menos de 5 y así sucesivamente. La reducción de reclutamiento en cuadros de mando supone trasladar al futuro un “boquete demográfico” de varios años que sería letal para el nivel profesional de las Fuerzas Armadas.
 
Decir que el capítulo de nóminas es el más elevado es decir verdad, pero reducirlo para equilibrarlo con adiestramiento, mantenimiento e inversiones, siendo estos de por si magros, supondría igualar en la indigencia. Una reducción de 240 millones de euros en personal puede, llegado el caso, suponer que el contrato con Black Water nos cueste el doble.
 
En cuanto al cambio en la organización, que está ligado a la “cultura” institucional, hay que ser cauto. La innovación es una necesidad permanente pero deben de hacerla los profesionales. De micromanagements sobran ejemplos. En España, ya existe un mando militar único del que depende toda la Fuerza.
 
No cabe duda que la crisis puede llevarse por delante a las Fuerzas Armadas sin que el pueblo español sea consciente de ello. Las reducciones en los ya magros presupuestos de las Fuerzas Armadas aumentan la vulnerabilidad nacional, lo que significa que son algo más que un ajuste contable.
 
No creo que se pueda argumentar para efectuar las reducciones que otros países de Europa también las efectúan, porque se parte de realidades muy diferentes. No es lo mismo la posición estratégica, de Holanda o Suecia por ejemplo, que la española. Como no es lo mismo un país continental que otro con una configuración territorial con archipiélagos, enclaves en otro continente y una enorme fachada litoral. No es lo mismo un país con unas Fuerzas Armadas legadas de la Guerra Fría -Alemania-, con otro con una larga tradición de autarquía y desinterés por los asuntos de defensa. No es lo mismo un país que dispone de disuasión nuclear que otro que no dispone de armas estratégicas. Podría seguirse la argumentación, para concluir la diversidad de casos.
 
Los institutos tecnológicos son importantes para la defensa... siempre y cuando haya una idea estratégica, se implemente y se le demande el apoyo tecnológico necesario. Para utilizar el gran potencial de estos centros, habría primero que despolitizar su gestión y tener claro que el cliente son las Fuerzas Armadas.
 
A modo de conclusión me gustaría señalar que los Ministerios de Defensa no son operativos: lo son las Fuerzas Armadas. Eficacia y baratura forman un binomio que necesita genio para ser gestionado. Considero que lo fundamental es que las Fuerzas Armadas no son el Ministerio de Defensa, y aquellas podrían existir sin éste: las Fuerzas Armadas están en la Constitución; el Ministerio, no.
 
Las Fuerzas Armadas, como institución y, por supuesto, sus componentes, nunca han conocido las “vacas gordas”; siempre han asumido los sacrificios y en este ambiente, nunca han dado a la prensa casos para enviar al fiscal anticorrupción. Son oficialmente impopulares, aunque el CIS sabe que su valoración es de las más altas que conceden los españoles. Pero la corrección política, así lo demanda, y unos pocos crean el clima cultural contra la mayoría.
 
Las Fuerzas Armadas, si caen por debajo de unos “mínimos” son inútiles para cumplir su misión. La jibarización no funciona. En lenguaje castizo: las Fuerzas Armadas son caras, hay otras más baratas pero esas ya no sirven.
 
Pero todo se andará. En caso de urgencia llámese al 112 para que contacte con el Alcalde Móstoles para que convoque al pueblo.